las cuales esta protegida, o cerrada, como decimos aqui. He estado alli una vez, con un chico de la Colina de los Muchachos.
– Tendre que averiguar quien es el medico de Errki para hablar con el. ?Por que resulta tan dificil saber si es peligroso o no?
– Corren muchos rumores.
Gurvin lo miro.
– Es de ese tipo de personas a quien todo el mundo echa la culpa por cualquier cosa que suceda. No conozco ni una situacion en la que haya estado implicado que pueda considerarse delictiva, excepto subir sin billete al tren y robar en las tiendas. Yo ya no se muy bien.
– ?Que roba?
– Chocolate.
– ?Y no tiene ningun contacto con su familia?
– Errki no quiere verlos, y ellos tampoco pueden ayudarlo. El padre ya lo da por imposible. No se lo reprocho. La verdad es que no existe esperanza ninguna para Errki.
– Mas vale que el medico de Errki no te oiga decir eso -dijo Sejer en voz baja.
– Es posible. Pero lleva enfermo toda la vida. Al menos, desde que se murio la madre, hace dieciseis anos. Eso quiere decir algo.
Sejer se levanto y empujo la silla hacia la mesa.
– Vamos a tomar un cafe, y cuentame todo lo que sepas.
Kannick estaba sentado en la cama como un majestuoso Buda. Asombraba a sus oyentes, sentados en semicirculo en el suelo, con su facilidad para sentarse con las piernas cruzadas, a pesar de sus kilos. Al principio, nadie lo creyo. ?Como iban a creer que Kannick habia encontrado un cadaver arriba, en el bosque? ?Y encima, un cadaver hecho pedazos? Al menos eso decia.
A Kannick le habian prohibido hablar demasiado sobre el asesinato.
Margunn queria evitar que los chicos se excitaran. Ya eran de por si irascibles y, con los pocos recursos con que contaba la institucion, le costaba mucho esfuerzo mantener bajo control a ese grupo tan variopinto.
Kannick cerro sus oscuros ojos azules. Decidio comenzar por Simon y acabar por Karsten. Simon no tenia mas que ocho anos y parecia un ratoncito de chocolate medio derretido, igual de gracioso, oscuro y blandito.
– Iba por ahi con el arco- empezo Kannick, clavando sus ojos en los marrones de Simon.
– Y acababa de matar una enorme corneja con la segunda flecha. Tengo dos flechas en un bolsillo secreto de la maleta. Las he encargado de Dinamarca. No se lo digas a nadie. No estan permitidas en Noruega -dijo, dandose importancia.
Karsten adopto esa expresion de sufridor que solo el sabia adoptar.
– El pajaro cayo como un saco de azucar y aterrizo a mis pies. No se veia ni un alma en el bosque, pero tenia la incomoda sensacion de que habia alguien cerca. Ya me conoceis. Sabeis que siempre ando por el bosque. Noto en la sangre cuando algo se esta fraguando. Tal vez porque siempre estoy en contacto con el reino de los animales.
Tomo aliento, bastante satisfecho con ese dramatico prologo. Simon le seguia. Nadie se atrevia a suspirar, por miedo a que Kannick perdiera el hilo.
– Deje la corneja donde estaba y empece a bajar hacia la granja de Halldis.
Ahora se volvio hacia Sivert, un chico pecoso de once anos con una trenza en la nuca.
– Todo estaba en silencio. Halldis siempre se levanta muy temprano, de modo que fui a ver si la veia. Se me ocurrio que podria pedirle un vaso de zumo o algo asi. No habia ni un alma, pero las cortinas estaban abiertas, y pense que a lo mejor estaba tomando cafe y leyendo el periodico, como siempre hacia.
Jan Farstad, apodado Jaffa, miro a Kannick a los ojos, esperando con gran emocion.
– Y entonces -prosiguio Kannick- tambien tendria la posibilidad de pedirle una rebanada de pan, hecho por ella, y queso. Una vez llegue a comerme ocho rebanadas, y porque no quiso darme mas.
Parpadeo varias veces al recordar ese triste suceso.
– ?Al grano, tio! -grito Karsten, mirando los bombones, su propia aportacion, que estaban sobre la colcha.
– Lo vi nada mas dar la vuelta al pozo. Y os digo -trago saliva- que lo que vi se me quedara grabado en la mente para el resto de mi vida.
– ?Pero que viste? -pregunto Karsten con voz aguda. Era el unico de los chicos con amago de bigote y un incipiente acne alrededor de la nariz.
– ?Vi el cadaver de Halldis Horn! -grito Kannick, tomando aliento, pues tenia por costumbre olvidarse de respirar-. Estaba tumbada boca arriba en la puerta de su casa, con una azada clavada en el ojo. Y por el agujero chorreaba pura masa cerebral. Parecia arroz con leche. Sus ojos adquirieron de subito una expresion ausente.
– ?Que quiere decir masa cerebral? -pregunto Simon en voz baja.
– El cerebro, tio -dijo Karsten desesperado.
– Pero un cerebro no puede chorrear, ?no?
– Ya lo creo que puede, chorrea de puta madre. ?No sabias que lo que tienes entre las orejas es como una sopa?
Simon estaba jugueteando con un hilo de su camisa y no desistio hasta que lo rompio.
– Yo he visto un cerebro en un frasco de cristal, y no chorreaba nada.
Su voz sonaba ofendida y, a la vez, un poco preocupada por haberse atrevido a protestar en medio de ese grupo de gente tan experimentada. Cuando eres el mas pequeno es que eres el mas pequeno.
– Que no, no chorreaba, tonto, porque estaba coagulado. Y entonces se vuelve mas o menos como una seta que se puede cortar en laminas finas. Lo he visto en la tele.
– ?Que quiere decir coagulado?
– Cuajado -contesto Karsten-. Le echan algo para que se cuaje. Pero no tendran que hacer eso con el cerebro de Kannick, porque ya esta cuajado.
– ?Callate ya! Deja acabar a Kannick.
Esta vez fue Philip quien interrumpio. Si esos dos empezaban a discutir, corrian el peligro de no oir el final de la historia. Margunn podia llegar en cualquier momento. No es que ella pensara de verdad que Kannick no iba a contar nada, pues los conocia bien. La cuestion era cuanto tiempo tenian por delante, para cuantos detalles.
Kannick esperaba con la paciencia de un cura, mientras miraba de reojo los beneficios reunidos sobre la colcha. Decidio empezar por los bombones.
– El cuerpo ya habia empezado a pudrirse -prosiguio, recalcando la palabra
–
Karsten resoplo por la nariz.
– ?No digas chorradas! Un cadaver tarda varios dias en empezar a pudrirse, ?sabes? Si Errki aun no habia tenido tiempo de alejarse, no vengas a decirme que…
– ?Sabes el calor que hacia en el bosque?
Kannick se echo hacia delante en la cama con la voz temblorosa de indignacion.
– Se pudre en minutos con este calor.
– No tienes ni idea. Se lo preguntare a los polis, si es que vienen. Pero no debes de ser muy importante para el caso, Kannick, porque si lo fueras, ya estarian aqui.