– El agente dijo que vendrian seguro.
– Ya lo veremos. Pero deja ya lo de la putrefaccion, porque no nos lo creemos. Ademas, he pagado para que me cuentes la verdad.
– ?Vale! Puedo saltarme las cosas peores. Al fin y al cabo, hay ninos presentes. Pero volvamos a la azada…
– ?Que clase de azada era?
Era Philip quien habia preguntado de nuevo.
– Una de esas que se usan para cavar la tierra, para sacar patatas y las malas hierbas. Parecia un hacha, con el mango mas largo. En realidad podria haber sido un hacha, porque faltaba muy poco para que la cabeza estuviera partida en dos. Y el ojo se habia desprendido y le colgaba por la mejilla, hecho una piltrafa, y…
Karsten puso los ojos en blanco.
– Has visto demasiadas peliculas. Hablanos de Errki -dijo.
– ?Quien es Errki? -pregunto Simon. Venia de otra ciudad y no llevaba mucho tiempo en la casa.
– El terror del bosque -se mofo Karsten, explotandose un grano.
– Escapara de esta tambien. Siempre se libra. Ademas, esta completamente chiflado y a los chiflados nunca se les condena. Estan encerrados en manicomios tomando pastillas, y luego vuelven a salir y vuelven a matar. Si a ese tio le pusieran una camisa de fuerza, mataria con los dientes.
– ?Volvera a salir? -pregunto Simon preocupado.
–
– ?Donde, fuera?
– Justo aqui arriba, en el bosque.
Simon lanzo una mirada asustada por la ventana a las copas de los arboles.
– Errki esta loco. Pero estar loco no es lo mismo que ser tonto -explico Kannick meditabundo-. Se dio cuenta de que lo vi. Tal vez venga a por mi. En realidad, deberian haberme puesto proteccion policial.
Les lanzo una mirada preocupada para ver si este ultimo dato realmente les habia llegado, si sabian lo que significaba tener una amenaza de ese tipo sobre la cabeza. Un loco vengativo pegado a tus talones. No podia ser peor.
– Bah. Estara ya muy lejos de aqui. Como has dicho, tonto no es. ?Que pinta tenia? -quiso saber Karsten-. ?Estaba manchado de sangre?
– Estaba detras de un arbol -dijo Kannick en voz baja-. De pie y con una postura muy rara, con las manos caidas y la mirada clavada en algo. Tiene unos ojos muy raros. Se parecen a los de los perros groenlandeses de mi tio. Son como blancos, igual que los de un pez muerto.
Recordo el terrible momento en que se encontraba delante de la casa de Halldis, con el corazon palpitante, mirando asustado hacia el bosque, a los arboles oscuros, y de repente divisaba esa extrana figura entre los troncos. Primero estaba inmovil, pero luego se movio, y algo negro se inclino hacia delante. Entonces vio que era una cara. Una cara blanca de mirada intensa. El mismo diablo no podria haber asustado mas a Kannick. Corrio como una liebre camino abajo, quiso tirar la maleta con el arco, pero no pudo, y siguio corriendo sin mirar hacia atras.
– ?Ha matado a alguien antes? -quiso saber Jaffa, mientras libraba su cuerpo de la postura del loto para estirar sus piernas entumecidas.
– Empezo con su propia madre. Y luego siguio con ese viejo, cerca de la iglesia -afirmo Kannick muy seguro de si mismo-. Y sin embargo, el tio anda suelto. Es terrible colocar un lugar como este -prosiguio, abarcando con la mirada la habitacion y el patio-, una casa llena de menores en un pueblo en el que vive un asesino en serie.
– Estupido -dijo Karsten con enfasis-. Este hogar estaba aqui primero, y luego Errki se volvio loco.
– Pero entonces, ?por que no lo encerraron?
– Lo encerraron. Pero se ha fugado. Seguro que golpeo al vigilante nocturno y robo las llaves.
Simon tenia ya demasiadas cosas en que pensar. Se acerco a Karsten y se inclino hacia el.
– Relajate, Simon. Tenemos cerrojos en la puerta -lo tranquilizo el mayor de los chicos.
– Ademas, Errki es de los que nunca se quedan en ninguna parte. Anda sin parar. En este momento estara camino de la ciudad para matar a alguien alli.
– ?A quien? -gimoteo Simon.
– A cualquiera. Ese tipo no necesita odiar a nadie para matarlo.
– Entonces
– Porque tiene que hacerlo. Es una necesidad interior.
Simon queria preguntar por lo de «necesidad interior», pero no se atrevio. Kannick cogio la caja de bombones y la abrio. Quito el carton ondulado y la hizo pasar generosamente. Su nueva posicion le abrumaba. Nunca nadie habia estado sentado tanto tiempo escuchandolo solo a el. Los chicos se sirvieron lo que pudieron y, por un momento, todos callaron mientras masticaban ruidosamente el chocolate. Karsten estaba de morros. No superaba no haber descubierto el el cadaver ni que fuera ese tonto de Kannick, que era dos anos menor que el y ademas obeso, el que hubiera visto a una persona muerta. Ninguno de los demas chicos habia visto un cadaver.
– ?Tenia los ojos abiertos? -pregunto circunspecto.
Kannick medito un instante antes de contestar, mientras continuaba masticando.
– De par en par. El que le quedaba.
De repente, Philip irrumpio en la conversacion.
– Oi una vez una historia de una chica que tenia una muneca que cobraba vida durante la noche. Empezaron a crecerle las unas. Por la manana, al despertarse la chica, estaba ciega. La muneca le habia sacado los ojos.
– ?No estamos hablando aqui de una pelicula de video! -grito Kannick irritado-. Da la casualidad de que esto es la realidad. Lo que te pasa es que no sabes distinguir entre realidad y fantasia. Por eso estas aqui, aunque no lo sepas.
Cerro los ojos para recordar mejor.
– El ojo tenia una expresion de horror, como si hubiera visto al mismisimo diablo.
– Que era mas o menos lo que habia visto -comento Karsten-. Me pregunto si el le diria algo antes de hacerlo o si simplemente fue hacia ella y le clavo la azada en la cabeza, sin mas. ?Estaba tumbada en la puerta?
– Si.
– ?Con la cabeza donde, fuera o dentro de la entrada?
– Fuera, sobre la losa.
– Entonces el estaria dentro de la casa buscando chocolate -razono Karsten.
– Si se lo hubiera pedido, seguro que ella se lo habria dado.
– Errki no pide, solo coge. Eso lo sabe todo el mundo.
De repente, todos se sobrecogieron. Se abrio la puerta y alli estaba Margunn.
– ?Que bien estais!
Margunn clavo la vista en el pequeno grupo de chicos sentados y en respetuoso silencio, masticando chocolate. Nadie podria decir que no se habia logrado crear un ambiente de bienestar, incluso en ese lugar desalmado. Entendio lo que estaban haciendo y, sin embargo, se sintio orgullosa de ellos.
– ?Quien esta contando cuentos?
Guino el ojo inocentemente. Todos los chicos miraron al suelo. Parecian angeles. Karsten hasta hizo aletear las pestanas.
– Os invito a una Coca-Cola.
Y desaparecio por la puerta.
Tambien Kannick penso en lo de la «necesidad interior», mientras su nivel de azucar subia y notaba esa maravillosa somnolencia que solo podian proporcionarle los dulces, un agradable cansancio e indolencia, como una suave embriaguez. En esa embriaguez, Kannick encontraba descanso. Nunca se hartaba de ella.
– Solo nos dara Coca-Cola