sacar el dinero cuando iba a pagarme. No solia haber mas que unos cuantos billetes de cien.

Skarre anoto.

– Y Errki Johrma, ?sabe usted quien es?

– Claro. Venia a menudo a la tienda.

– ?Que solia comprar?

– Nada. Cogia lo que necesitaba y luego se marchaba. Si le gritaba, se volvia en la puerta, como sorprendido, y levantaba la mano para ensenarme lo que habia cogido, como para decirme que solo se llevaba una tableta de chocolate. Y como es asi, yo nunca lo perseguia. No es la clase de tio a quien te apetece tocar el hombro. Y claro, nunca se trataba de sumas importantes, no eran mas que pequenas cosas. Pero de vez en cuando me cabreaba de verdad. Le importan un bledo las leyes y las reglas.

– Entiendo -dijo Skarre-. En su opinion, ?quien, ademas de usted, podia saber que Halldis guardaba su cartera en la panera?

– Nadie, que yo sepa.

– Pero Tommy Rein pudo saberlo, ?no?

– Eh, bueno, no se.

– ?Y los vendedores ambulantes y predicadores? Tambien llegaran hasta aqui, ?no? ?La visitaban de vez en cuando? ?Menciono ella algo al respecto?

– Nunca llegan hasta casa de Halldis. Se cansan antes. Esta demasiado apartada, y la carretera es mala. Olvidese de esa posibilidad. Centrese en Errki. Al fin y al cabo, fue visto en la granja.

– ?Asi que usted lo sabia?

– Lo sabe todo el mundo.

– Esa cartera -prosiguio Skarre- era roja, ?no?

– De un color rojo vivo, con una cerradura de laton. Llevaba en ella una foto de Thorvald, una vieja, de antes de que perdiera el pelo. ?Sabe usted? -anadio el hombre-, me senti aliviado cuando por fin Errki ingreso en el hospital. Y ahora espero que lo encuentren, y que sea el culpable.

– ?Por que?

Briggen cruzo los brazos. Apenas le alcanzaban para rodear su tripa.

– Asi lo tendremos colocado de una vez por todas. Es un hombre peligroso. Y si por fin se le puede inculpar, mediante pruebas fisicas, quiero decir, tal vez nunca vuelva a salir. Asi estaremos en paz algun tiempo. Y digo yo, ?quien puede haber sido, sino el?

– ?Halldis nunca recibia visitas?

– Casi nunca.

– ?Cual es la excepcion?

– Su hermana Helga tiene un nieto que vive en Oslo. Se que estuvo alguna vez alli arriba, pero no muchas, desde luego.

– ?Sabe usted su nombre?

– Su apellido es Mai. Kristian o Kristoffer.

Kristoffer, penso Skarre. El que envio la carta.

– Creo recordar que trabajaba en la cocina de algun restaurante. Y no quiero ser malvado, pero no era precisamente de cuatro estrellas.

– ?Por que no?

– Alguna vez vi al chico. Lo digo por la pinta que tenia.

Skarre se puso a pensar en la pinta que tenian los pinches de cocina de los restaurantes de cuatro estrellas en comparacion con otros pinches de cocina de Oslo.

– De modo que Mai. Y Tommy Rein. ?Han estado aqui ya los de la prensa?

– De los periodicos y de la emisora local de radio. Y la gente ha llamado.

– ?Y usted ha hablado con ellos?

– Nadie me dijo que no lo hiciera.

No, por desgracia, penso Skarre con tristeza.

– Necesitamos que venga a la Comisaria en el transcurso de hoy, si puede ser.

– ?Que me necesitan? ?Para que?

– Tenemos que estudiar las huellas dactilares de la casa de Halldis.

Briggen dio la impresion de tener problemas para respirar.

– ?Van a tomarme las huellas?

– Eso pensamos -sonrio Skarre.

– ?Y por que iban a estar en casa de Halldis?

– Porque usted ha ido alli una vez por semana durante ocho anos -contesto Skarre con calma.

– ?Yo solo iba a entregarle la compra! -exclamo con cara de panico.

– Lo sabemos.

– ?Y entonces para que las necesitan?

– Para aislarlas.

– ?Que?

Skarre intento mantener la calma.

– En ese caos de huellas dactilares tenemos que averiguar cuales son de cada cual. Algunas son de Halldis. Otras podrian pertenecer a ese tal Kristoffer, y otras a usted. Y otras pueden ser del autor del crimen. ?Entiende?

Briggen recupero su color habitual de piel.

– Espero que lo mantengan en secreto. La gente podria pensar que tengo algo que ver.

– No los que tienen la mas minima nocion de lo que es el trabajo policial -lo consolo Skarre.

Dio las gracias al tendero y salio a la tienda. Johnna estaba pensando en depilarse las cejas cuando de repente el policia aparecio junto a la caja. Una cosa era la belleza de sus ojos, pero, ?y la boca!, penso, pues la boca era lo primero que solia mirar cuando se encontraba con un hombre. Le abrumo la sensibilidad de esa boca. La boca de Skarre era perfecta, una boca ancha, con labios carnosos, no demasiado arqueada, pues en ese caso habria resultado demasiado femenina. Era recta y simetrica, y los dientes, perfectos. Ese suave arco que constituia el labio superior se repetia en sus cejas.

– Jacob Skarre -dijo el sonriente.

Ya lo sabia, tenia que ser algo biblico, penso ella.

– ?Puedo preguntarte algo rapidamente? ?Has estado alguna vez en la granja de Halldis?

– Una vez, con Odd -asintio con un gesto de la cabeza. No se le movio ni un rizo-. Un sabado por la tarde - anadio- que se me habia estropeado el coche, y se ofrecio a llevarme a casa si antes iba con el a llevar el cafe a Halldis. Se le habia acabado. Hace mucho tiempo de eso.

La joven se habia quitado las gafas y las habia dejado sobre las rodillas.

– ?Sabes si otras personas pueden haber subido a la granja?

Ella se quedo pensando un instante.

– Un tipo que trabajo aqui una temporada. Llamaron de la CDL preguntando si teniamos un puesto para el.

– ?CDL? -pregunto Skarre sorprendido.

– Cuidados de Delincuentes en Libertad -explico la joven-. Se pusieron en contacto con Odd para ver si el chico podia trabajar un tiempo aqui, de prueba. En realidad es una especie de ayuda para ex presidiarios, y…

– Lo se -dijo Skarre-. ?Tommy Rein?

– Si, asi se llamaba.

– ?Subio el alguna vez con tu jefe?

– Una vez o dos. Se fue enseguida, esto le parecia muy aburrido. Ni siquiera un miserable pub. Bueno, no se donde esta ahora, no lo he visto desde entonces.

– ?A ti te gustaba?

Ella reflexiono un instante intentando recordar la cara del joven, pero solo se acordo de los oscuros tatuajes azules que llevaba en los brazos y de la intranquilidad que sentia cuando el estaba cerca, aunque, en realidad, nunca la miraba, al menos no como un hombre mira a una mujer. Pensandolo bien, se habia sentido un poco herida en su orgullo por eso. Ni siquiera un simple delincuente se dignaba a mirar a Johnna.

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