– Me imagino que si.

Kannick miro de reojo la bolsa de chocolatinas. Era bastante grande. Se puso a hacer calculos mentalmente. Sabia que contenia cincuenta y dos chocolatinas, lo cual significaba cinco para cada uno y dos para Margunn. Eso si es que las compartia con todos, como le habia pedido el madero.

– ?Entonces elegiste uno de los senderos?

– Hay cuatro. Uno cruza al otro lado de la colina. Otro baja al mirador. Uno va a los viejos asentamientos y el cuarto va a la granja de Halldis.

– ?Y cogiste este ultimo?

– Si. No queria perderme el desayuno.

– Y desde donde estabas, ?podias ver la granja? ?Esta lejos?

– No. Pero mate a una corneja en el camino, perdi dos flechas y estuve un rato buscandolas, aunque no las encontre. Son bastante caras -explico-. Flechas de carbono. Ciento veinte coronas cada una.

Sejer asintio con la cabeza y miro su reloj.

– De modo que estas un rato buscando y luego lo dejas. Y despues te diriges a la granja. ?Tardaste mas en eso que en subir?

– Un poco menos, creo.

– Digamos que eran las ocho y cuarto cuando llegaste a la granja.

– No esta mal calculado.

– Cuentame lo que viste.

Kannick parpadeo asustado.

– Vi a Halldis.

– ?En que momento la descubriste?

– ?En que momento?

– ?Donde te encontrabas cuando viste su cuerpo?

– Junto al pozo.

– Es decir, ?te paraste junto al pozo y en este momento la descubriste?

– Si.

La voz del chico era ya mas docil. No tenia ganas de recordar, pero no le quedaba mas remedio.

– ?Podrias decirme la distancia que hay entre el pozo y los escalones que hay delante de la puerta de la casa? Tu que eres tirador, sabras de distancias…

– Me imagino que unos treinta metros.

– Suena probable. ?Te acercaste a ella?

– No.

– ?Pero estabas seguro de que Halldis estaba muerta?

– No era dificil saberlo.

– No -admitio Sejer-. Detengamonos ahi, en el momento en que estas junto al pozo, mirando a Halldis, te asustarias, ?no?

– Pues si.

– ?Y como descubriste a Errki?

– Eche un vistazo por los alrededores -contesto en voz baja-. Me asuste, por eso lo hice. Empece a mirar en todas direcciones.

– Yo tambien lo habria hecho. ?Estaba el lejos?

– Un poco mas arriba en el bosque.

– ?Lo viste con toda claridad?

– Bastante. Lo reconoci por el pelo. Lleva la raya en medio. Tiene el pelo negro y largo, como una cortina. Se me quedo mirando.

– ?Que hizo al descubrirte?

– Nada. Parecia una estatua. Eche a correr.

– ?Por la carretera?

– Si, corri todo lo que pude con la maleta.

– ?De modo que ya habias plegado y guardado el arco en la maleta?

– Si, y no pare de correr hasta que llegue abajo.

– ?Conoces bien a Errki?

– No lo conozco. Pero siempre anda por las carreteras, durante todo el ano. Hace algun tiempo lo metieron en el hospital. Y lleva la misma ropa en invierno que en verano, siempre negra. Lo unico que no era negro era la hebilla de su cinturon. Era grande y brillante.

Sejer asintio con la cabeza.

– ?Errki te conoce?

– Supongo que me habra visto alguna vez.

– ?Parecia asustado?

– Nunca parece asustado.

– ?Y no dijo nada?

– No. Se volvio a meter entre los arboles. Oi crujir las ramas y las hojas.

– ?Que querias de Halldis para acercarte a su granja?

– Algo de beber, como otras veces. Tenia mucha sed. Nos conoce.

– ?Te gustaba ella?

– Era bastante estricta.

– ?Mas estricta que Margunn? -pregunto Sejer sonriente.

– Margunn no es nada estricta.

– Pero contabas con que te daria algo de beber. Entonces era buena, ?no?

– Buena y estricta. Siempre nos daba lo que queriamos, pero nos reganaba todo el tiempo.

– ?Que raros son los adultos! ?Verdad? -sonrio Sejer-. ?Todos los chicos la conocian?

– Todos, excepto Simon. El lleva poco tiempo aqui.

– ?Y subiais hasta alli de vez en cuando para hablar con ella?

– A veces ibamos a pedirle zumo y bocadillos.

– ?Entrabais en su cocina?

En ese momento, Sejer clavo la mirada en el chico.

– No. Teniamos que quedarnos en la entrada. Siempre acababa de fregar el suelo. Lo decia cada vez: Acabo de fregar el suelo.

– Bien. ?Y luego te fuiste corriendo hasta la Oficina de la Policia Rural para comunicar lo que habias visto?

– Si. Gurvin penso que estaba de broma.

– ?Ah, si?

– ?Sabes? -dijo el chico resignado-, tuve que dar las senas de aqui.

– Ya. Entiendo -dijo Sejer-. Eres un buen tirador, me han dicho.

– Bastante bueno -contesto el chico con orgullo.

– ?Quien te ha regalado ese arco? Es muy caro, ?no?

– Lo ha pagado Asuntos Sociales para que tenga un tiempo de ocio constructivo. Cuesta dos mil coronas, pero no es nada caro. Cuando sea… cuando este mejor de dinero me comprare un Super Meteor con palas de carbono azul celeste metalizado.

Sejer parpadeo impresionado.

– ?Quien te ensena a tirar?

– Christian. Viene dos veces por semana. Pronto participare en el Campeonato de Noruega. Christian dice que tengo talento.

– ?Sabes que un arco es un arma mortal?

– Si que lo se -contesto con rebeldia.

Sabia lo que iba a escuchar. Agacho la cabeza y cerro los ojos mientras recibia la amonestacion. Bloqueando los conductos auditivos, conseguia reducirla al zumbido de una mosca.

– Cuando vas andando por ahi sigilosamente, la gente no puede oirte. Si de repente se acerca alguien que

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