colaboradores e informarse de todos los detalles de la oferta. Hasta aqui, nada raro. Pero en lo referente a la venta de la galeria aqui en Visby, resulta que Egon Wallin se la vendio a un tal Per Eriksson, de Estocolmo.

– Eso va lo sabiamos.

– Ya; pero lo que no sabiamos es que ese Per Eriksson es un hombre de paja. El verdadero comprador es Sixten Dahl. -Se echo hacia atras con una sonrisa de triunfo y anadio-: Eso es la leche, ?no te parece?

Knutas hubo de echar mano de la pipa.

– Tenemos que seguir investigando ese asunto. ?Volveran por aqui esos dos lituanos?

– Ya estan en el hotel. Pero manana por la tarde salen para Lituania. Me he tomado la libertad de decirles que tienen que presentarse aqui manana a las doce.

– Bien. ?Y Sixten Dahl?

– A el lo interrogara la policia de Estocolmo manana por la manana.

– Buen trabajo,Thomas.

Sono el telefono. Era el forense, que ya le podia comunicar a Knutas el resultado preliminar de la autopsia. Cubrio el auricular con la mano y pregunto a Wittberg:

– ?Alguna cosa mas?

– De eso puedes estar seguro.

– Bien, lo trataremos luego, en la reunion. Tengo al forense al telefono.

Wittberg desaparecio.

– Empezaremos por la causa de la muerte -comenzo el forense-. Wallin fue estrangulado unas horas antes de que lo colgaran de la soga. A juzgar por las lesiones, probablemente fue agredido por la espalda y estrangulado con una cuerda cortante, de las de piano. Presenta contusiones en los brazos, restos de piel debajo de las unas y aranazos en el cuello que indican que trato de defenderse. Al mismo tiempo, la cuerda ha penetrado profundamente en la carne de manera que…

– Gracias, ya basta; no necesito un informe tan detallado por ahora.

Se habia vuelto mas sensible con los anos. Ya no soportaba descripciones minuciosas de las lesiones de las victimas.

– Ah, vale. -El forense carraspeo y prosiguio con un tono de voz que parecia algo contrariado-. Por lo que se refiere al resto de las lesiones, tiene algunas heridas en la cara, un chichon en una ceja y un rasguno en la mejilla. Probablemente todo eso se lo produjo en el momento de la agresion y cuando lo arrastraron por el suelo.

– ?Puedes concretar un poco mas cuanto tiempo llevaba muerto?

– Solo que probablemente lo asesinaron entre las doce de la noche y las cinco o las seis de la madrugada. Es todo lo que puedo decirte de momento. Ahora mismo te envio por fax el resultado.

Knutas le dio las gracias y colgo. Luego, llamo a la centralita de la Policia Nacional y pidio que le pasaran con el comisario Martin Kihlgard. La relacion entre ellos no estaba exenta de fricciones, pero necesitaba ayuda de la Policia Nacional. Dado que Kihlgard era enormemente popular entre sus colegas, seria una estupidez pedirselo a otro. Sonaron varias senales antes de que Kihlgard descolgara el telefono. Se notaba que estaba comiendo algo.

– Si, ?digame? -respondio con voz pastosa.

– Hola, soy Anders Knutas, ?que tal?

– ?Knutte! -exclamo encantado su colega-. Me estaba preguntando cuando llamarias. Perdona, solo voy a terminar de masticar lo que tengo en la boca.

Oyo a traves del auricular el frenetico ruido que hacia al masticar, seguido de dos buenos tragos de alguna bebida. Termino con un ligero eructo. Knutas hizo una mueca de desagrado. El apetito desmedido de Kihlgard era algo que le ponia muy nervioso, eso y el hecho de que su colega de Estocolmo insistiera en llamarlo Knutte, pese a que le habia pedido en repetidas ocasiones que no lo hiciera.

– Bueno, donde hay vida hay esperanza, aunque te agradezco que me llames porque ya empezaba a aburrirme; aqui pasan muy pocas cosas.

– Hombre, eso es bueno -afirmo Knutas con sequedad-. Vamos a necesitar ayuda.

Le explico el caso de la forma mas resumida que pudo y Kihlgard escucho con atencion; de vez en cuando asentia.

Knutas se lo podia imaginar perfectamente, sentado en su amplio despacho de la Policia Nacional en Estocolmo, balanceando su enorme corpachon en la silla y con sus largas piernas apoyadas en otra. Kihlgard media descalzo un metro noventa y pesaba con toda seguridad bastante mas de cien kilos.

– Es asombroso, cuantas cosas pasan ahi, parece el salvaje Oeste.

– Si, me pregunto hacia donde vamos -suspiro Knutas.

– Voy a reunir ahora mismo a algunos companeros y lo mas probable es que salgamos manana temprano en el vuelo que mejor nos encaje.

– Bien. Nos vemos.

Capitulo 27

Habia pasado por delante de aquel lugar varios dias. Al principio sintio muchos deseos de entrar, pero decidio esperar. Cada vez que se desplazaba hasta alli se disfrazaba un poco. Por seguridad. Siempre cabia la posibilidad de que se encontrase con algun conocido. Habia decidido hacer cada cosa en su momento y tomarse el tiempo necesario. Se iria acercando poco a poco, para pasar inexorablemente al ataque cuando llegara la ocasion. Primero queria conocer bien a su victima. Luego seria demasiado tarde.

Ahora estaba observando al hombre a traves de los cristales. Trato de hacer acopio de valor antes de entrar. No porque tuviera miedo del otro, sino de si mismo. De que no pudiera contenerse y se echara sobre el. Inspiro profundamente unas cuantas veces. El autocontrol era siempre su fuerza, y ahora se sentia inseguro.

Noto que respiraba hondo, se dio cuenta de que no funcionaria, y dio una vuelta por el barrio para calmar los nervios. Cuando regreso, el hombre salia con una bolsa negra grande en la mano; se dirigio a pie hasta el metro.

Lo siguio. En la tercera estacion, el tipo se apeo y subio por la escalera mecanica que conducia a la calle. Cruzo la calzada y entro en uno de los gimnasios mas grandes y exclusivos de la ciudad. Lo siguio y pago en caja la entrada, carisima: ciento cincuenta coronas.

El gimnasio estaba casi vacio a esas horas del dia. Se oia el ruido de algun aparato, el ritmo de la musica. Una chica con mallas ajustadas y la camiseta pegada al cuerpo pedaleaba en una bicicleta estatica y leia al mismo tiempo. Al poco rato salio del vestuario la persona a quien el iba siguiendo y empezo a correr en una cinta mecanica; aquello le parecio patetico.

Como no llevaba ropa de gimnasia, no podia participar, lo cual era ana pena. Habria sido divertido correr cerca de el, provocarlo de alguna manera.

Aunque habia decidido avanzar despacio para alargar el sufrimiento todo lo posible, sintio el imperioso deseo de hacer algo en aquel preciso momento, solo para intimidarlo. Entro en el lavabo y comprobo que el disfraz estaba como debia.

Cuando salio, el hombre se habia pasado a la barra con las pesas. Estaba tumbado en un banco levantandolas. Observo a distancia como iba anadiendo mas pesas. Al final estaba alli tumbado jadeando a causa del esfuerzo, con cuarenta kilos a cada extremo de la barra.

Miro con cautela a uno y otro lado antes de acercarse. El otro, tumbado boca arriba, no advirtio su presencia. No habia nadie cerca, la chica de la bicicleta pedaleaba en otra sala y estaba de espaldas, y el unico chico que habia en la sala de musculacion ya se habia ido. Debia aprovechar la ocasion.

Se detuvo en el ultimo segundo. Algo hizo que se detuviese y retrocediera unos pasos. Nada de acalorarse demasiado ahora. Ello podria dar al traste con todo. Debia contenerse, nada de improvisar algun disparate que pudiera estropearlo todo. ?Que pasaria si lo detenia la policia antes de que estuviera preparado? Eso seria un desastre.

Subio la breve escalera que conducia a la cafeteria del gimnasio. Se dejo caer en una silla y trato de concentrarse en respirar despacio.

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