– Llamame cuando salgas.

– Besos y abrazos.

– Besos. Adios.

– Adios…

Colgo el auricular con cuidado, sin atreverse a creer del todo lo que acababa de oir. ?Habia dicho realmente si, despues de tanto titubeo y tanta vacilacion? Apenas podia creerlo. Miro fijamente a Pia, que tenia lagrimas en los ojos.

– ?Lo dice en serio? -pregunto.

– Pues claro que si -afirmo Pia sonriente-. Lo dice muy en serio, Johan.

Capitulo 30

Erik Mattson salia habitualmente de su trabajo en la famosa compania de subastas Bukowskis a las cinco y de camino hacia casa solia detenerse a tomar una copa en el restaurante Grodan, en la calle Grev Turegatan. El local acababa de abrir cuando hacia su entrada, pero no tardaba en llenarse de profesionales acomodados que residian en Ostermalm y acudian a tomarse algo despues del trabajo. Gente como el. Al menos, en apariencia.

Alli solia encontrarse con sus amigos mas intimos en cuanto se presentaba la ocasion. Aquella tarde, cuando llego ya estaban Per Reuterskold, Otto Diesen y Kalle Celling, cada uno de ellos con una cerveza en la mano. Se conocian desde hacia muchos anos, desde sus tiempos de bachillerato en el instituto Ostra Real.

Ya habian superado los cuarenta, circunstancia que a unos se les notaba mas que a otros. La diferencia era que la mayoria de sus amigos se conformaba con tomar una cerveza o dos y despues se iban a casa con su familia, mientras que Erik un par de tardes a la semana iba a su apartamento solo para darse una ducha rapida y estaba de regreso en la zona proxima a la plaza de Stureplan una hora despues.

El tambien tenia hijos, tres, pero estaba separado y los ninos habian crecido junto a su madre. El motivo fue la adiccion de Erik al alcohol y las drogas blandas. Adiccion que logro mantener mas o menos a raya, aunque no del todo. Tras varias recaidas cuando los ninos estaban bajo su responsabilidad, perdio la custodia compartida. Lo paso muy mal despues del divorcio y cayo en una profunda depresion. Los ninos eran entonces pequenos, y probablemente no advirtieron gran cosa del caos en que estaba sumido ni de la acritud que habia entre sus padres.

Con el tiempo, su relacion mejoro. Erik consiguio controlar su adiccion lo suficiente como para que no afectara a sus hijos, y pasado un tiempo pudo pasar con ellos los fines de semana cada quince dias. Esos dias eran impagables. Erik queria a los pequenos y hacia todo por ellos. Casi. No fue capaz de dejar por completo la bebida. Eso era pedir demasiado. Lo mantenia, como el mismo decia, en un nivel aceptable.

Su trabajo lo desempenaba a la perfeccion, salvo los periodos en que bebia demasiado, lo cual ocurria a intervalos regulares; su jefe acabo por aceptar que si queria conservar a Erik debia soportar que de vez en cuando, sencillamente, no apareciera. Su pericia como tasador era proverbial y contribuia aun mas al buen nombre de Bukowskis, aparte de que les ahorraba dinero gracias a lo rapido que era.

Sin embargo, debido a su adiccion al alcohol, nunca ascenderia a conservador de arte. Un hecho que Erik habia asimilado hacia ya mucho tiempo.

Era ademas un hombre de mundo, agradable y simpatico, siempre impecablemente vestido, de verbo facil y sonrisa picarona. Gastaba muchas bromas, pero nunca a costa de otros.

Visto desde fuera podia parecer una persona accesible, pero era un hombre de absoluta integridad y eso hacia que fuera mas cerrado. Aparentaba menos anos de los cuarenta y tres que contaba. Era alto, atletico y elegante. Con el cabello negro peinado hacia atras, los ojos grandes de color gris verdoso y su rostro de rasgos finos, resultaba realmente atractivo.

A veces parecia ausente, y quienes lo conocian bien lo interpretaban como un sintoma de su aficion a la bebida. Parecia un tanto indiferente a cuanto acontecia a su alrededor. Como si viviera en su propio mundo, aislado de todo lo demas.

En los circulos en que se movia, la mayoria lo sabia todo de la familia de los demas, pero Erik era la excepcion. Hablaba con gusto de sus hijos, pero nunca mencionaba a sus padres ni se referia a ellos en ninguna ocasion.

No obstante, todos sabian que era hijo de un pez gordo de la industria. Algunos se preguntaban como podia permitirse la vida de excesos que llevaba con su sueldo de ayudante en Bukowskis, que desde luego no podia ser muy alto. Esas dudas se las aclaraban los amigos de Erik, quienes les explicaban que aunque las relaciones con sus padres eran malas, recibia una pension mensual, lo cual le permitia gastar mucho dinero; mas aun: probablemente, ya tenia la vida resuelta.

En aquel momento estaba apoyado indolentemente en la barra del bar con su traje de raya diplomatica y una cerveza en la mano. Observaba distraido el local, mientras Otto Diesen hablaba de la suerte que habia tenido al chocar en la pista de esqui con una preciosa morenita en el curso de un viaje de negocios a Davos. El incidente termino en la suite de un hotel, ambos desnudos y dandose masajes en sus doloridos cuerpos. El hecho de que Otto fuera un hombre casado no tenia la menor importancia, ni para el ni para ninguno del grupo. A Erik le sorprendia a veces como se comportaban todos ellos cuando se veian; era como si no hubieran madurado.

Contaban las mismas viejas historias increibles, tal como habian hecho siempre. Mientras la vida cambiaba en otros aspectos con diferentes trabajos, nueva familia y demas, cuando se veian todo seguia absolutamente igual. Era consciente de que a el aquello le venia bien. Habia una especie de seguridad en eso; entre ellos no iba a cambiar nada, pasara lo que pasase. Para Erik era un consuelo, y cuando se despidieron al cabo de un rato con las habituales palmadas en el hombro y golpes en la espalda, se sentia de buen humor. Se detuvo en el bar japones de la esquina y se llevo la cena a casa.

Vivia en el ultimo piso de un bello edificio de la calle Karlavagen, con vistas al parque Humlegarden y a la Biblioteca Real. Entro en casa y se encontro con un monton de correo sobre la alfombra de la entrada. Recogio con un suspiro la mezcla de propaganda y sobres con ventanilla, un sinfin de cuentas. Lo que sus amigos ignoraban era que sus padres le habian retirado la pension mensual, que vivia muy por encima de sus posibilidades y que la angustia se apoderaba de el a finales de mes cuando habia que pagar las cuentas.

Sin abrir una sola carta, aparto el correo a un lado y puso un disco de Maria Callas. A sus amigos les hacia mucha gracia que le gustara tanto. Despues se ducho, se afeito y se cambio de ropa. Estuvo un buen rato delante del espejo y se fijo el pelo con gomina.

Se sentia relajado y con el cuerpo algo dolorido; habia visitado el gimnasio a mediodia y realizado una sesion mas larga de lo habitual. La gimnasia suponia el contrapeso a su enorme consumo de alcohol. Era consciente de que bebia demasiado, pero no lo queria dejar. En alguna ocasion mezclaba el alcohol con pastillas, pero eso solo ocurria cuando caia en alguna de sus profundas depresiones, lo cual sucedia unas pocas veces al ano. En ocasiones se le pasaba en unos dias y otras se prolongaba durante semanas. Se habia acostumbrado a ellas y las manejaba a su manera. Lo unico que realmente le molestaba cuando sufria uno de esos largos estados depresivos era que entonces preferia no ver a sus hijos. Facilitaba las cosas el hecho de que ellos ahora comprendian el problema, pues los tres eran ya mayores de edad. Emelie tenia diecinueve anos; Karl, veinte y David, veintitres. Con todo, Erik trataba de evitar a toda costa tener que reconocer delante de ellos que sufria una depresion. No queria ser una carga para sus hijos ni que se sintieran preocupados. La mayoria de las veces simulaba que no pasaba nada, solo les decia que iba a estar de viaje o que estaba muy ocupado en el trabajo. Ellos tambien tenian su vida, con novios y novias, estudios, actividades y amigos. A veces pasaban semanas sin que supiera nada de sus hijos, salvo David que era con quien mantenia una relacion mas cercana. Quiza porque era el mayor.

Erik Mattson tenia dos existencias. Una como apreciado y reconocido colaborador de la casa de subastas Bukowskis, que incluia una vida social con amigos, fiestas elegantes y viajes, amen de su papel como padre, aunque solo fuera esporadicamente. Su otra vida era muy distinta; secreta, oscura y destructiva. No obstante, era necesaria.

Abandono el apartamento unas horas mas tarde. Sabia de antemano que la noche iba a ser larga.

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