El anden estaba lleno de resignados viajeros que llevaban anos sufriendo el retraso de los trenes de cercanias ocasionado por cambiadores de vias helados, rieles cubiertos de nieve, vagones bloqueados por el frio, puertas que no se podian abrir… Siempre sucedia algo. Los ciudadanos de Estocolmo se habian visto obligados a vivir con el caos de los trenes de cercanias desde que el tenia uso de razon.

Observo desdenoso a las personas que tenia a su alrededor. Estaban alli como pordioseros desvalidos y helados con sus abrigos de lana y sus cazadoras acolchadas. Vaqueros, guantes y botas forradas, narices enrojecidas y ojos llorosos por el frio. La temperatura era de diecisiete grados bajo cero. Sin esperanza, miraban indiferentes los tableros de informacion donde aparecian los trenes anulados y los retrasos. Impaciente, dio una patada en el suelo para mantener el calor. Maldito frio, como lo odiaba. Y como odiaba a aquellos desdichados que tenia alrededor. Que existencia tan miserable la suya…

Se levantaban de madrugada antes del amanecer, muchos soportaban el azote del viento en las gelidas paradas de autobus, para luego sentarse e ir dando tumbos en los vehiculos publicos de camino hacia el tren de cercanias entre el olor a lana mojada, los gases de los tubos de escape y la humedad. Alli les esperaba la siguiente parada antes de que el tren apareciera por fin. Cuando llegaba, los viajeros tenian que apinarse e ir apretados unos contra otros estacion tras estacion hasta la llegada a la Estacion Central de Estocolmo media hora mas tarde.

Despues de una espera que le parecio una eternidad, el convoy acabo por hacer su entrada. Subio abriendose paso a codazos para encontrar un asiento junto a la ventanilla. Le dolia la cabeza y, aunque habia poca luz en el vagon, entrecerro los ojos para evitarla en lo posible.

El viaje hasta la ciudad fue un suplicio. Consiguio a duras penas sentarse al lado de una gorda que iba sentada en el asiento del pasillo. Apoyo la cabeza contra el cristal y dejo que su mirada se perdiera en el exterior para evitar ver a las personas que tenia a su alrededor. El tren avanzaba traqueteando suburbio tras suburbio, todos a cual mas triste. Habria podido librarse de ir en aquel tren, habria podido vivir una vida muy distinta. Como de costumbre, al pensarlo experimento una arcada. El cuerpo reaccionaba instintiva, fisicamente. Sintio malestar solo de pensar como podia haber sido su vida. De no ser por…

La impaciencia habia empezado a apoderarse de el y sentia que debia ocurrir algo pronto. No podia esperar mucho mas. Cada vez se le hacia mas dificil seguir manteniendo el tipo. En ocasiones le parecia que se habia metido en camisas de once varas.

Se apeo en la Estacion Central y se incorporo al intenso movimiento. Se deslizo con la riada de personas por los pasillos de salida de la estacion, cruzo los tornos, en direccion al metro, que ya estaba en la estacion, de modo que hubo de correr los ultimos metros. La estacion de Gamla Stan era la siguiente.

Capitulo 33

Monika Wallin se anticipo a Knutas. Cuando este se dirigia a la comisaria, lo llamo al movil. Parecia alterada.

– He encontrado algo. Quiero que vengas aqui.

– ?De que se trata?

– No te lo puedo decir por telefono. Pero revise ayer por la tarde el trastero y descubri una cosa. Estoy segura de que querras verla.

Ei comisario echo una ojeada a su reloj de pulsera. Llegaria tarde a la reunion de la manana, pero no quedaba mas remedio. Por suerte, esa manana habia decidido ir en coche. Aunque la calle Snackgardsvagen no quedaba lejos (estaba al otro lado del hospital), se iba bastante mas rapido con el coche. En lugar de detenerse en la comisaria, paso de largo, siguio por la calle Kung Magnus y giro en la rotonda que habia al lado de la tradicional pasteleria Norrgatt antes de tomar la cuesta que bajaba hasta el hospital. Giro para entrar en el pequeno aparcamiento, y observo que Monika Wallin ya lo estaba esperando. Vestia una cazadora rosa y Knutas advirtio con sorpresa que se habia pintado los labios de color rosa.

– Hola -lo saludo algo forzada tendiendole la mano, cubierta con unos guantes tambien de color rosa.

Lo precedio hasta la casa. El trastero, pegado a la pared del inmueble, tenia la puerta abierta. La mujer entro delante de el en aquel cuarto mal iluminado, mas grande por dentro de lo que parecia desde fuera. Estaba repleto de cosas y si bien el matrimonio Wallin tenia la casa limpia y ordenada, aquello era harina de otro costal. Alli habia jardineras, esquis viejos, palas, pantallas de lamparas, ruedas de bicicleta, cajas de carton y herramientas para el jardin, todo en completo desorden.

– Mira, el trastero era cosa de Egon -se disculpo Monika Wallin-. Yo no entro nunca aqui, me niego porque es un caos. No podria ni siquiera cambiar una bombilla, porque no sabria ni por donde empezar a buscar.

Suspiro y alli de pie, muy juntos en el unico hueco libre que quedaba en el suelo, miro resignada a su alrededor. Las paredes estaban cubiertas de estanterias llenas de trastos, y en el rincon del fondo habia una mesa con cajones repleta de cosas.

– Alli -susurro.

Se abrio paso por el angosto pasillo que desde luego habia abierto ella para poder llegar hasta la parte interior del trastero, donde habia una puerta, que abrio.

– Conduce al trastero con calefaccion. Esta al lado del lavadero y habia tambien una puerta desde dentro, pero se coloco una secadora delante, asi que ahora solo se puede entrar por este lado.

Knutas la siguio y llegaron a un cuarto mas pequeno. Alli imperaba un orden muy distinto. Las cajas de carton estaban bien dispuestas a lo largo de las paredes. A un lado se veia una bonita mesa de cocina ya pasada de moda. La mujer retiro un tablero de masonita que ocultaba un lado de la pared y levanto una lona. La curiosidad de Knutas aumento. Se inclino impaciente hacia delante para ver lo que habia alli.

Monika saco una caja pequena de carton, la dejo sobre la mesa y retiro el papel de seda que habia en su interior.

– Mira -dijo-. No tengo ni idea de donde ha salido esto.

Knutas miro con curiosidad hacia abajo para ver el contenido de la caja.

Dentro habia una pintura que no era mayor que un folio. La escena mostraba un fragmento del palacio real de Estocolmo, al fondo se vislumbraba la iglesia de Riddarholmen, pero, por lo demas, el agua de la bocana de Estocolmo dominaba el cuadro. Lo que el artista habia pintado, a juzgar por el color dorado que se reflejaba en las ventanas del palacio, debia de ser una puesta de sol. El policia no era un entendido en pintura, pero hasta el podia ver que aquella pintura tenia categoria. No vio ninguna firma.

– ?Quien ha pintado esto?

– No estoy segura. No soy precisamente una experta. Me ocupaba mas de la parte administrativa, pero puesta a opinar, apostaria a que es un Zorn.

– ?Anders Zorn? -solto Knutas estupefacto-. Entonces valdra mucho dinero…

– Si, si es que en realidad es un Zorn. Pero hay mas.

El siguiente cuadro tenia un tamano mayor y un marco dorado precioso. Por la escena que representaba, Knutas podia decir sin vacilar quien era el pintor. Dos mujeres entradas en carnes, desnudas, de piel blanca y mejillas encendidas, en una playa, seguramente a orillas del lago Siljan.

– Este si es realmente un Zorn, ?no? -pregunto excitado mientras buscaba la firma, que encontro en la esquina inferior derecha del cuadro.

No podia creer lo que estaba viendo. Alli estaba, en un trastero diminuto de un chale de Visby contemplando obras de uno de los pintores mas conocidos de Suecia. Aquello era una locura.

Monika Wallin tenia varios cuadros mas que ensenarle: uno de un caballo de Nils Kreuger; otro con unos gorriones en la nieve de Bruno Liljefors, y un tercero que representaba a dos ninos que miraban un manzano con una casa al fondo. La firma rezaba C. L., Carl Larsson.

Tuvo que sentarse en un taburete en el reducido cuarto.

– ?Tu no sabias que estos cuadros estaban aqui?

– Por supuesto que no. Nunca los hemos expuesto en la galeria, tampoco los hemos comprado, ni aparecen registrados en ningun sitio.

– Son pintores muy conocidos. ?Cuanto crees que pueden valer?

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