digna de mencion al final del dia. Sin embargo, habia algo en el hecho de seccionar el cadaver de un nino que apelaba a un instinto primitivo, algo que se sobreponia a cualquier procedimiento rutinario, a toda la experiencia que los anos de forense le habian permitido acumular. La indefension de los ninos derribaba todas las defensas que su psique habia ido concitando con los anos, de ahi que la mano le temblase ligeramente al dirigirla al pecho de la pequena.

Muerte por ahogamiento, esa era la primera informacion que le proporcionaron cuando la trajeron, y era su cometido confirmar o desechar tal suposicion. Sin embargo, hasta ahora, nada que el pudiese apreciar a simple vista invalidaba el ahogamiento como causa de la muerte.

La implacable luz de la sala de autopsias ponia de relieve su lividez y parecia que la pequena tuviese frio. El helado mostrador de aluminio sobre el que estaba tendida la nina actuaba como un espejo que reflejaba el frio y Pedersen tirito de pronto bajo su uniforme de color verde. La pequena estaba desnuda y se sintio como si estuviese cometiendo un abuso al girar y cortar su cuerpo indefenso. Pero se obligo a sofocar esa sensacion. Sabia que su tarea era importante, tanto para la nina como para sus padres, aunque ellos no siempre lo comprendieran. Para que pudiesen procesar su dolor, era necesario que tuviesen un dictamen definitivo de la causa de la muerte. Por mas que aparentemente no habia nada extrano en este caso, el protocolo tenia una clara razon de ser. Era consciente de ello en el plano profesional, pero, como ser humano normal y corriente, tambien era padre de dos hijos y, en momentos como aquel, se preguntaba cuanto habia de humanidad en la funcion que desempenaba.

3.

Stromstad, 1923.

– Agnes, hoy solo tengo un monton de aburridas reuniones. No tiene ningun sentido que vengas conmigo.

– Pero yo quiero ir contigo hoy. ?Me aburro tanto! No tengo nada que hacer.

– Ya, pero tus amigas…

– Todas estan ocupadas -lo interrumpio Agnes enfurrunada-. Britta esta preparando la boda. Laila se iba a Halden con sus padres a visitar a su hermano, y Sonja tenia que ayudar a su madre. Y anadio, con voz tristona: - ?Quien tuviera una madre a la que ayudar!

Clavo una mirada implorante en su padre. Y si, aquello funciono, como de costumbre. El hombre dejo escapar un suspiro.

– Bueno, anda, vente conmigo. Pero me tienes que prometer que estaras callada y quieta, y no andaras por todas partes como un torbellino hablando con los empleados. La ultima vez volviste locos a esos pobres hombres y les llevo varios dias recobrar la normalidad.

No pudo evitar dedicarle una sonrisa a su hija. Cierto que era dificil controlarla, pero no habia muchacha mas hermosa a este lado de la frontera.

Agnes rio satisfecha, pues una vez mas habia salido vencedora de la discusion, y premio a su padre con un abrazo y una palmadita en la prominente barriga.

– Nadie tiene un padre como el mio -le dijo mimosa, provocando la carcajada complacida del hombre.

– ?Que haria yo sin ti? -pregunto August, medio en serio, medio en broma, atrayendola hacia si para abrazarla.

– ?Oh, no te preocupes por eso! No pienso irme a ningun sitio.

– No, al menos no por ahora -respondio el apenado, acariciandole la oscura cabellera-. Pero no falta mucho para que se presente un hombre que te aleje de mi lado. Si es que encuentras a alguno que valga la pena -anadio riendo-. He de decir que hasta ahora has sido muy exigente.

– Bueno, no puedo aceptar a cualquiera -respondio Agnes tambien entre risas-. Y menos con el modelo que tengo. Asi, cualquier joven se vuelve exigente.

– Bueno, bueno, bonita mia, basta de adularme -atajo August orgulloso-. Date prisa, si es que vas a venirte conmigo a la oficina. El director no puede llegar tarde.

Pese a sus palabras de apremio, Agnes tardo casi una hora en estar lista para salir, pues el cabello y la vestimenta exigian mucho trabajo. Sin embargo, cuando Agnes por fin hubo terminado, August solo pudo admitir que el resultado era excelente. Con media hora de retraso, llegaron por fin a la oficina.

– Disculpen mi tardanza -dijo August recorriendo la sala con la mirada, que fue posando en los tres hombres que lo aguardaban-. Pero espero que me perdonen en cuanto conozcan la razon de mi demora -anadio senalando con la mano a Agnes, que entraba justo detras de el.

Llevaba un vestido rojo cenido que resaltaba su estrecha cintura. Pese a que muchas jovenes se habian dejado llevar por la moda de los anos veinte sacrificando su cabello bajo la hoja de las tijeras, Agnes habia sido lo bastante sensata como para conservar su generosa y negra melena, que ahora llevaba recogida en un mono en la nuca. Sabia bien como sacarle partido a su porte. El espejo de su casa se lo confirmaba siempre y ella lo utilizo al maximo en aquel momento cuando, al detenerse ante los tres senores, se quito los guantes y les estrecho la mano uno tras otro.

Con gran satisfaccion, constato que aquello surtia efecto. Alli estaban sentados uno junto a otro, con una expresion bobalicona de pez boquiabierto, y los dos primeros le retuvieron la mano un poco, solo un poco mas de lo normal. Con el tercero… fue otra cosa. Llena de asombro, Agnes comprobo que le saltaba el corazon en el pecho. Aquel hombre grande y tosco apenas la miro y le estrecho la mano solo un instante. Las manos de los otros dos le resultaron blandas, casi femeninas; las del otro, en cambio, eran distintas. Sintio las callosidades que le rasparon la palma de la mano y sus dedos eran largos y fuertes. Por un segundo, considero la posibilidad de no soltarlo, pero se controlo y le hizo un gesto comedido con la cabeza. Sus ojos, que no se cruzaron con los de ella mas que un instante, eran castanos, de lo que dedujo que por sus venas corria sangre valona.

Despues de saludar, se apresuro a sentarse en un rincon con las manos en las rodillas. Vio que su padre dudaba, pues habria preferido que se quedara fuera, pero ella adopto la expresion mas dulce de la que fue capaz y lo miro suplicante. Como de costumbre, su padre la complacio. Asintio sin decir nada, indicandole que podia quedarse, y ella decidio, para variar, guardar silencio cual raton de iglesia para no correr el riesgo de que la mandasen salir como a una mocosa. No querria sufrir tal agravio ante aquel hombre.

En condiciones normales, despues de una hora de silenciosa participacion habria estado moribunda de aburrimiento, pero no fue asi en esta ocasion. Aquella hora paso sin sentir y cuando termino la reunion, Agnes estaba segura: queria a aquel hombre mas que ninguna otra cosa en el mundo. Y ella solia conseguir lo que queria.

* * *

– ?No deberiamos visitar a Niclas? -pregunto Asta con voz suplicante, aunque sin advertir el menor indicio de compasion en el rostro petreo de su marido.

– ?Ya te he dicho que su nombre no debe volver a mencionarse en esta casa! -mascullo Arne con la mirada fria, como de granito, fija en lo que habia al otro lado de la ventana de la cocina.

– Pero despues de lo que le ha pasado a la nina…

– Castigo de Dios. ?No te dije que ya lo recibiria algun dia? Nada, el es el unico culpable. Si me hubiera hecho caso, esto no habria sucedido jamas. A la gente temerosa de Dios no le ocurren estas desgracias. ?Y ya esta bien de hablar de el! -dijo aporreando la mesa con el puno.

Asta suspiro para sus adentros. Claro que ella respetaba a su marido y cierto que el sabia lo que se hacia, pero en este caso se preguntaba si no estaria equivocado. El corazon le decia que no podia ser compatible con la voluntad de Dios que no acudiesen al lado de su hijo ahora que habia recibido un golpe tan duro. Claro que ella no habia conocido a la pequena, pero aun asi era su carne y su sangre, y los ninos pertenecian al reino de Dios, segun la Biblia. Naturalmente, aquello no eran mas que cosas de una pobre mujer. Arne, que era hombre, era el que sabia. Asi habia sido siempre, y como en tantas otras ocasiones, se guardo sus ideas y se levanto a quitar la mesa.

Habian pasado demasiados anos desde la ultima vez que vio a su hijo. Si, a veces se encontraban por ahi, era

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