restos de jabon y champu, lo que indica que se trata del agua de una banera.
– O sea que la ahogaron en una banera -concluyo Martin en tono incredulo. Estaban tan convencidos de que se trataba de un caso de ahogamiento, tragico pero accidental, que le costaba cambiar de idea.
– Si, eso parece. Y, ademas, concuerda con los moratones que habia en el cadaver.
– ?Decias que no habia ninguna marca en el cuerpo?
– No, a primera vista no las habia. Pero cuando le retiraron el cabello de la nuca y miraron con mas detenimiento, vieron claramente unos moratones que bien podrian coincidir con las marcas de una mano. La mano de alguien que le mantuvo la cabeza bajo el agua de forma violenta.
– ?Joder!
Martin parecia a punto de vomitar. Patrik experimento la misma sensacion cuando oyo la noticia del forense.
– Es decir, nos enfrentamos a un caso de asesinato -dedujo Martin como para convencerse a si mismo del hecho.
– Si, y ya hemos perdido dos dias. Tenemos que empezar a hacer una ronda de interrogatorios por el barrio, preguntarle a la familia y a los parientes, y averiguar cuanto podamos de la pequena y sus mas allegados.
Martin hizo un mohin de repulsa y Patrik comprendio su reaccion. Las tareas que tenian ante si no eran nada agradables. La familia estaba ya destrozada y ahora ellos se verian obligados a remover en sus despojos. Con demasiada frecuencia, los asesinatos de ninos resultaban cometidos por aquellos que mas deberian lamentarlos, de ahi que en esos casos no pudiesen mostrar la compasion que podia esperarse en el trato con una familia que acaba de perder a un hijo.
– ?Has hablado ya con Mellberg?
– No -confeso Patrik con un suspiro-. Ahora voy. Puesto que fuimos nosotros los que acudimos a la llamada el otro dia, pense que podriamos llevar el caso juntos. ?Te importa?
Sabia que se trataba de una pregunta retorica, pues ninguno de los dos deseaba ver a los colegas Ernst Lundgren o Gosta Flygare como los responsables de nada mas complejo que el robo de una bicicleta.
Martin asintio sin mas.
– Vale -dijo Patrik-. Mejor sera que termine cuanto antes.
El comisario Mellberg observaba la carta que tenia ante si como si fuese una serpiente venenosa.
Era de lo peor que podia ocurrirle. Incluso el indignante incidente de Irina del verano anterior palidecia a su lado.
Pequenas gotas de sudor perlaban su frente, pese a que la temperatura en su despacho era mas bien baja. Mellberg se limpio el sudor con la mano y, sin querer, se desbarato el mechon que con tanto cuidado se habia enroscado sobre la calva. Justo cuando, irritado, intentaba restituirlo a su lugar, llamaron a la puerta. Le dio a toda prisa el ultimo toque a su obra antes de gritar un enojado:
– ?Entre!
Hedstrom se mostro imperterrito ante el tono de Mellberg, pero este advirtio que su semblante delataba una gravedad inusual. Por lo general y a juicio del comisario, Patrik era mas bien demasiado graciosillo para su gusto. El preferia trabajar con hombres como Ernst Lundgren, que siempre trataba a sus superiores con el respeto que merecian. Con Hedstrom siempre tenia la sensacion de que era capaz de sacarle la lengua en cuanto se diese media vuelta. Pero el tiempo separaba la paja del grano, se decia Mellberg con amargura. Gracias a su dilatada experiencia en la policia, sabia que los endebles y los bromistas solian ser los primeros en caer.
Por un segundo logro olvidar el contenido de la carta, pero cuando Hedstrom se sento al otro lado del escritorio, se dio cuenta de que quedaba claramente visible para el, por lo que se apresuro a guardar la misiva en el primer cajon. Llegado el momento, se encargaria de aquel asunto.
– Bien, ?cual es el problema?
Mellberg oyo el temblor de su propia voz, pues aun estaba afectado por la conmocion, y se esforzo por estabilizarla. No dar nunca muestras de debilidad, ese era su lema. Si les ofrecias el cuello a tus subordinados, te clavaban los dientes sin pensarlo.
– Un asesinato -dijo Patrik sucintamente.
– ?Que ha pasado ahora? -suspiro Mellberg-. ?Alguno de los bestias de nuestros viejos amigos le ha arreado a la parienta en la cabeza con mas impetu que el de costumbre?
El semblante de Hedstrom no se altero.
– No -respondio-. Se trata del ahogamiento accidental del otro dia. Resulta que, despues de todo, no fue un accidente. A la nina la ahogaron.
Mellberg solto un leve silbido.
– No me diga, no me diga -contesto impreciso mientras las ideas se cruzaban por su mente con notable confusion.
Por un lado, siempre le indignaban los crimenes cometidos contra ninos; por otro, intentaba dilucidar en que medida tan inesperado suceso podia afectarle en calidad de jefe de la policia de Tanumshede. Habia dos maneras de considerarlo: o bien como un monton de exceso de trabajo y de papeleo, o bien como un ascenso en el curso de su carrera y la vuelta a Gotemburgo y a verse en el ojo del huracan. Claro que no tenia otro remedio que admitir que las dos exitosas investigaciones de asesinato en las que habia participado hasta aquel momento no habian surtido el efecto deseado, pero, tarde o temprano, algo convenceria a sus jefes de que su lugar estaba en la oficina de la capital. Y quien sabia si no seria este el caso que lo restituiria a su puesto.
Comprendio que Hedstrom esperaba algun otro tipo de reaccion por su parte y se apresuro a anadir:
– ?Quiere decir que alguien ha matado a una nina? Bueno, ese miserable no escapara -dijo cerrando el puno como para marcar el peso de sus palabras, aunque solo consiguio provocar un destello de preocupacion en los ojos de Patrik.
– ?Tiene alguna pregunta sobre la causa de la muerte? -pregunto Hedstrom para guiarlo un poco.
Su tono de voz le parecio a Mellberg de lo mas irritante.
– Por supuesto, justo a eso iba ahora mismo. A ver, que dijo el forense al respecto?
– Que se ahogo, pero no en el mar. Solo encontraron agua dulce en sus pulmones y, puesto que estaba mezclada con restos de jabon y cosas asi, Pedersen dedujo que probablemente fuese agua de la banera. Es decir, la nina, Sara, fue ahogada en el interior de una casa, en una banera, y luego trasladada al mar, donde la arrojaron para que pareciese un accidente.
El panorama que el relato de Hedstrom suscito en su imaginacion lo llevo a olvidar sus posibilidades de ascenso por un segundo. Consideraba que, en sus anos de servicio, habia visto de todo, pero los asesinatos de ninos no dejaban impasible a nadie. Lo de emprenderla con una nina pequena era algo que sobrepasaba los limites de toda decencia y la indignacion que en el suscitaba un caso como aquel no era, por inusual, menos desagradable.
– ?Algun sospechoso claro? -pregunto. Hedstrom nego con la cabeza.
– No, no sabemos de ningun problema con la familia y tampoco tenemos otros casos de agresion a ninos en Fjallbacka. Nada como esto. De modo que supongo que tendremos que empezar hablando con la familia, ?no? - inquirio Patrik tanteando el asunto.
Mellberg comprendio enseguida lo que pretendia. Y por el, no habia objecion. En otras ocasiones habia funcionado bien dejar que Hedstrom hiciese todo el trabajo preliminar y despues, cuando todo estuviese aclarado, colocarse el en medio de los focos. Tampoco era nada de que avergonzarse. No en vano, la clave de un liderazgo de exito precisamente consistia en saber delegar.
– ?Se diria que quiere dirigir esta investigacion?
– Bueno, la verdad es que ya he empezado, puesto que fuimos Martin y yo quienes acudimos a la llamada de emergencia cuando dieron la alarma y ya hemos hablado con la familia y eso.
– Bien, me parece una buena idea -dijo Mellberg con un gesto de aprobacion-. Pero procure mantenerme informado.
– De acuerdo -respondio Hedstrom tambien satisfecho-. Entonces, Martin y yo nos pondremos manos a la obra.
– ?Martin? -pregunto Mellberg con insidia.
Seguia irritandolo el tono irrespetuoso de Patrik y en ese momento vio la oportunidad de ponerlo en su sitio. A veces Hedstrom se comportaba como si fuese el jefe de la comisaria y aquella era una ocasion ideal para