demostrarle quien mandaba alli.

– No, no creo que pueda prescindir de Martin por ahora. Ayer lo puse a investigar una serie de robos de vehiculos, seguramente una liga de los paises balticos que opera en la zona, asi que creo que tiene mas que de sobra. En cambio, Ernst -dijo retardando las palabras y disfrutando de la expresion torturada de Patrik-, no tiene mucho que hacer en estos momentos, asi que lo ideal es que los dos trabajen con este caso.

El policia se retorcia ante el como si lo estuviesen torturando y Mellberg sabia que habia puesto el dedo en el lugar adecuado, justo en la llaga. No obstante, resolvio paliar ligeramente el padecimiento de Hedstrom.

– Pero lo nombro a usted responsable de la investigacion, de modo que Lundgren tendra que informarlo directamente.

Aunque Ernst Lundgren era un colega mucho mas agradable, Mellberg no era tan imbecil como para ignorar que el hombre tenia sus limitaciones. Seria una insensatez tirar piedras contra el propio tejado… En cuanto Hedstrom se marcho y cerro la puerta, Mellberg volvio a sacar la carta y a leerla, seguramente por decima vez.

Morgan estiro los dedos y los hombros antes de sentarse delante de la pantalla del ordenador. Sabia que a veces se perdia por completo en aquel mundo y que podia permanecer en la misma postura durante horas y horas. Comprobo exhaustivo que tenia cuanto necesitaba para no tener que levantarse hasta que no fuese del todo necesario. Si, alli estaba todo, una botella de Coca-Cola grande, una chocolatina Dajm grande y una chocolatina Snickers grande. Con ello se mantendria un buen rato.

El archivador que le habia dado Fredrik y que ahora tenia sobre las rodillas era pesado. Todo aquel mundo fantastico que el era incapaz de crear estaba reunido entre las pastas duras del archivador, a la espera de convertirse en unos y ceros. Eso si era algo que el dominaba. Por algun misterio de la naturaleza, los sentimientos, la imaginacion, los suenos y los cuentos no tenian cabida en su cerebro; en cambio, dominaba lo logico, lo facilmente predecible de los unos y los ceros, los pequenos impulsos electricos del ordenador que se hacian visibles en la pantalla.

A veces se preguntaba que se sentiria cuando, como Fredrik, uno era capaz de sacarse de la cabeza otros mundos, crear y vivir los sentimientos de otras personas. Por lo general, aquellas cavilaciones no lo llevaban mas que a encogerse de hombros y a desecharlas como algo carente de importancia, pero en los periodos de depresion profunda que a veces sufria, podia sentir todo el peso de su limitacion y desesperar al saberse tan distinto del resto de la gente.

Al mismo tiempo, era un consuelo saber que no estaba solo. Solia entrar en paginas web para gente como el y habia intercambiado correos electronicos con algunos de ellos. En una ocasion incluso llego a aceptar una cita en Gotemburgo, pero se trataba de una experiencia que no deseaba repetir. El hecho de que fueran tan esencialmente distintos de las demas personas les dificultaba la relacion entre si y el encuentro constituyo un fracaso de principio a fin.

Sin embargo, fue un alivio saber que habia mas como el. Esa certeza le bastaba. En realidad, no sentia la menor nostalgia de participar en esa comunidad social que tan importante parecia para las personas normales. Como mas a gusto estaba era solo, en su pequena cabana, con la unica compania de los ordenadores. De vez en cuando toleraba la presencia de sus padres, pero eran los unicos. Le infundia seguridad verse con ellos. Habia tenido muchos anos para aprender e interpretar el complejo lenguaje gestual, en forma de expresiones faciales y corporales, y otras miles de pequenas senales para cuyo manejo su cerebro simplemente no parecia estar construido. Tambien ellos aprendieron a adaptarse a el, a hablar de un modo tal que el comprendiese, al menos relativamente.

La pantalla vacia parpadeaba ante el. Le gustaba aquel instante. La gente normal tal vez diria que amaban un instante asi, pero el no sabia exactamente que significaba amar. Aunque quiza fuese justo lo que el sentia en aquel momento: aquella honda sensacion de satisfaccion, de estar en casa, de ser normal.

Morgan empezo a escribir deslizando sus agiles dedos por el teclado. De vez en cuando bajaba la vista hacia el archivador que reposaba sobre sus rodillas, pero por lo general tenia la mirada fija en la pantalla. Nunca dejaba de sorprenderlo que los problemas que tenia para coordinar su cuerpo y sus dedos desapareciesen como por milagro cuando se ponia a trabajar. Entonces, de repente, era tan agil y se sentia tan seguro con la mano como siempre deberia estarlo.

Dificultades del aparato motor, llamaban a los problemas que tenia para hacer obedecer a sus dedos cuando queria atarse los zapatos o abotonarse una camisa. Era parte del diagnostico, lo sabia. Y sabia perfectamente que lo distinguia de los demas, pero no podia hacer nada por cambiarlo. Ademas, consideraba erroneo calificar a los otros de normales y a los de su clase de anormales. En realidad, eran solo las normas sociales las que hacian que el fallo fuese suyo. El era, sencillamente, distinto. El hilo de su pensamiento se movia en otras direcciones, eso era todo. No necesariamente peores, solo diferentes.

Hizo una pausa para dar un trago a la Coca-Cola, directo de la botella, antes de volver a deslizar sus dedos con rapidez por el teclado.

Morgan estaba satisfecho.

4.

Stromstad, 1923.

Alli estaba, tendido en la cama con los brazos bajo la cabeza y mirando el techo. Ya era tarde y, como siempre, sentia en las articulaciones el peso de un largo dia de trabajo. Pero aquella noche no lograba calmarse del todo. Tantos pensamientos surcaban su mente que era como intentar dormir en medio de un enjambre de moscas.

La reunion sobre el bloque de piedra se habia desarrollado bien y constituia una de las razones de su cavilar. Sabia que aquel trabajo seria un reto y le daba vueltas a las distintas alternativas, intentado decidirse por el mejor modo de proceder.

Ya sabia por donde empezar a extraer de la montana el gran bloque que precisaba. En la parte sudoeste de la cantera habia una ingente roca aun intacta de la que creia poder liberar un buen cubo de hermoso granito; con un poco de suerte, no presentaria los fallos y debilidades que harian que la roca se deshiciese.

La segunda razon de sus reflexiones era la muchacha de oscuros cabellos y ojos azules. Sabia que aquello eran pensamientos prohibidos. Los hombres como el no podian ni siquiera pensar en ese tipo de jovenes. Pero no podia evitarlo.

Cuando estrecho aquella mano delicada entre las suyas, tuvo que obligarse a soltarla de inmediato. Cada segundo que pasaba sintiendo su piel, mas le costaba abandonarla; y a el nunca le gusto jugar con fuego. La reunion fue una tortura. Las manecillas del reloj se arrastraban con exasperante lentitud y paso todo el tiempo conteniendose para no girarse a mirar al rincon donde ella estaba sentada.

Jamas habia visto nada tan hermoso. Ninguna de las muchachas ni de las mujeres que habian pasado por su vida podia compararsele. Ella pertenecia a un mundo totalmente distinto. Lanzo un suspiro y se tumbo de lado, en un nuevo intento por conciliar el sueno. A la manana siguiente empezaria a las cinco, como todos los dias, que no tenian la menor consideracion con el hecho de que sus meditaciones lo hubiesen mantenido despierto.

Oyo un estallido. Sono como una piedra contra el cristal, pero el ruido ceso tan rapido que se pregunto si habrian sido figuraciones suyas. De todos modos, ya no se oia nada, asi que volvio a cerrar los ojos. Pero entonces lo oyo de nuevo. No cabia la menor duda. Alguien estaba arrojando piedras contra su ventana. Anders se incorporo en la cama. Debia de ser alguno de los companeros con los que salia de vez en cuando a tomarse un trago y penso enojado que, si despertaban a la viuda a la que le alquilaba la habitacion, tendrian que verselas con el. El alojamiento habia funcionado bien los tres ultimos anos y no queria ser motivo de queja.

Con mucho cuidado, solto los postigos y abrio la ventana. Vivia en la planta baja, pero unas frondosas lilas le tapaban la vista levemente y entrecerro los ojos para distinguir quien lo reclamaba a la debil luz de la luna.

Un segundo despues, no podia dar credito.

* * *
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