Estuvo dudando un buen rato. Incluso se habia puesto la cazadora y se la habia vuelto a quitar varias veces. Pero Erica al fin termino por decidirse. No podia haber nada malo en ofrecer su ayuda; ya veria despues si Charlotte tenia fuerzas para aguantar su visita o no. En cualquier caso, le resultaba imposible quedarse en casa sin mas cuando sabia que su amiga estaba pasando por un calvario.
Aun se apreciaban en el camino las huellas de la tormenta de hacia dos dias. Arboles derribados por el viento, basura y porciones de objetos esparcidos aqui y alla formando pequenos montones, todo mezclado con hojas bermejas y amarillas. Pero tambien parecia que la tormenta se hubiese llevado la pelicula de suciedad otonal que cubria el pueblo; en efecto, ahora el aire era puro y limpio como una hoja de cristal recien lustrada.
Maja iba llorando a voz en grito y Erica apremio el paso. Por alguna razon, la pequena penso que estar en el carrito en estado de vigilia era una actividad absurda, y asi lo indicaba protestando a todo volumen. Su llanto acelero el pulso de Erica, que empezo a sudar de panico. Un instinto primario le decia que debia detener el carrito, tomar a Maja en sus brazos y salvarla de los lobos, pero supo refrenarse. El camino hasta la casa de la madre de Charlotte no era muy largo y ya le faltaba muy poco.
Era extrano que un solo suceso pudiese cambiar de forma tan radical el modo de ver el mundo.
Erica siempre habia pensado que las casas de la bahia, las que habia al pie del camping de Salvik, se alineaban placidamente como un hermoso collar de perlas a lo largo del camino, vigilantes del mar y de las islas. Ahora, en cambio, era como si una atmosfera sombria se hubiese aduenado de sus tejados y, ante todo, del de la casa de los Florin. Dudo una vez mas, pero ya estaba tan cerca que se le antojo ridiculo darse la vuelta. Tendrian que echarla, si consideraban inoportuna la visita. La amistad se demostraba en los malos momentos y ella no queria pertenecer al tipo de personas que, por exceso de celo y quiza tambien de cobardia, se apartaban de los amigos cuando estaban en dificultades.
Empujo el carro pendiente arriba resoplando a cada impulso. La casa de los Florin estaba a un buen tramo y se paro un segundo ante la entrada de su garaje para recobrar el aliento. El llanto de Maja habia alcanzado una potencia en decibelios de las no permitidas en un lugar de trabajo, asi que aparco el carrito y se apresuro a tomarla en brazos.
Durante unos segundos que se le hicieron eternos, permanecio con la mano en alto ante la puerta, hasta que decidio golpearla con los nudillos. Tenian un timbre, pero le habria resultado impertinente utilizar un sonido tan chillon. Tras un buen rato de silencio, cuando Erica estaba a punto de darse media vuelta, oyo unos pasos en el interior y Niclas le abrio la puerta.
– Hola -dijo Erica en voz baja.
– Hola -respondio Niclas con los ojos enrojecidos de dolor brillandole en contraste con la palidez de su rostro.
Erica penso que parecia un muerto que aun seguia deambulando entre los vivos.
– Siento molestar, no era mi intencion en absoluto… Solo queria…
Erica buscaba las palabras adecuadas, pero no las hallo. Un compacto silencio se interpuso entre ambos. Niclas tenia la mirada clavada en el suelo y, por segunda vez desde que llamo a la puerta, Erica estuvo a punto de volver corriendo a su casa.
– ?Quieres entrar? -le pregunto Niclas.
– ?Crees que es oportuno? -pregunto Erica-. Quiero decir, ?crees que puede ser de alguna… -se detuvo buscando el termino-…utilidad?
– Ha tomado un fuerte calmante y no esta del todo… -Niclas no termino la frase-. Pero ha dicho en varias ocasiones que deberia haberte llamado, de modo que estaria bien que la tranquilizaras al respecto.
El que, despues de lo ocurrido, Charlotte se preocupase por no haberle avisado de que no iria a su casa le indicaba lo confundida que debia de estar. Pero cuando siguio a Niclas a la sala de estar, no pudo evitar lanzar un gemido de perplejidad. Si Niclas parecia un muerto viviente, Charlotte tenia el aspecto de alguien que ya llevase tiempo enterrado. Nada quedaba de la energica, calida y animada Charlotte. Era como una cascara vacia arrojada en el sofa. Su oscuro cabello, cuyos rizos solian balancearse en torno a su rostro, colgaba en sudorosos mechones.
Los kilos de mas que su madre siempre le recriminaba resultaban elegantes a ojos de Erica, que la veia como una de las exuberantes modelos de Zorn. Ahora, en cambio, al contemplarla alli acurrucada bajo la manta, observo que su piel y su cuerpo habian adquirido un aspecto mantecoso y malsano.
No estaba dormida, pero sus ojos miraban sin vida al vacio y temblaba bajo la manta como si tuviese escalofrios. Aun con la ropa de abrigo, Erica se abalanzo instintivamente hacia Charlotte y se puso de rodillas junto al sofa. Habia dejado en el suelo a Maja, que parecio percibir el ambiente y, para variar, se quedo quieta y callada.
– Oh, Charlotte, ?lo siento tanto!
Erica estaba llorando y tomo en sus manos el rostro de Charlotte, cuya mirada vacia no se conmovio.
– ?Lleva asi todo el tiempo? -pregunto Erica dirigiendose a Niclas.
El seguia de pie en medio de la habitacion, con un leve balanceo. Al final asintio, frotandose los ojos con gesto cansado:
– Son las pastillas. Pero en cuanto dejo de darselas, se pone a gritar y a llorar. Como un animal herido. Sencillamente, no soporto ese sonido.
Erica se volvio de nuevo hacia Charlotte y empezo a acariciarle el cabello con ternura. No parecia haberse duchado ni cambiado de ropa en varios dias y de su cuerpo emanaba un ligero olor a sudor mezclado con angustia. Movia la boca como si quisiera decir algo, pero al principio Erica no pudo entender nada de lo que murmuraba. Despues de varios intentos, Charlotte logro decir quedamente y con voz bronca:
– No pude ir. Debi llamar.
Erica meneo la cabeza con vehemencia sin dejar de acariciarle el cabello.
– No importa. No pienses en eso.
– Sara no esta -continuo Charlotte mirando por primera vez a Erica, que sintio que sus ojos le quemaban la retina, tal era el dolor que reflejaban.
– Lo se, Charlotte, Sara no esta. Pero estan Albin y Niclas. Ahora teneis que apoyaros mutuamente.
La propia Erica oyo que lo que salia de sus labios sonaba a obviedad manida, pero tal vez la sencillez de un topico fuese capaz de alcanzar la conciencia de Charlotte. Sin embargo, el unico resultado fue que su amiga estiro levemente la boca y repitio con voz sorda y amarga:
– Apoyarnos mutuamente.
Su sonrisa parecia una mueca y Erica creyo interpretar un mensaje oculto en el tono amargo de Charlotte al repetir sus palabras. Pero tal vez fuesen figuraciones suyas. Los tranquilizantes fuertes podian tener efectos secundarios muy extranos.
Un ruido a su espalda la hizo volverse a mirar. Lilian estaba en el umbral y se diria que a punto de ahogarse de ira. Dirigio su centelleante mirada hacia Niclas.
– ?No dijimos que Charlotte no podia recibir visitas?
Aquella situacion le resultaba a Erica de lo mas desagradable, pero Niclas no parecio afectado por el tono de su suegra. Al no obtener respuesta, la mujer le hablo directamente a Erica, que seguia sentada en el suelo.
– Charlotte se encuentra demasiado debil para tener aqui a gente entrando y saliendo. ?Yo creo que eso lo entiende cualquiera!
Hizo un amago, como si Erica fuera una mosca y quisiera acercarse y espantarla del lado de su hija, pero en ese momento afloro un destello de vida a los ojos de Charlotte. Levanto la cabeza del cojin y miro a su madre cara a cara:
– Quiero que Erica se quede aqui.
La rebeldia de la hija encolerizo a Lilian mas aun, pero, con un evidente esfuerzo, se trago su respuesta y se fue airada a la cocina. El alboroto saco a Maja de su estado de inusual silencio y la voz chillona de la pequena corto el aire de la habitacion. Haciendo un esfuerzo, Charlotte empezo a incorporarse. Niclas parecio despertar tambien de su letargo y dio un paso solicito para ayudarla, pero ella rechazo su brazo con brusquedad y le tendio el suyo a Erica.
– ?Estas segura de que tienes fuerzas para estar sentada? ?No deberias seguir tumbada y descansar un poco mas? -sugirio Erica angustiada.
Charlotte nego sin decir nada. Aun balbuciente, logro reunir fuerzas para decir:
– Llevo demasiado tiempo tumbada. -Despues, con los ojos llenos de lagrimas, susurro-: ?No es un sueno?