inevitable ahora que se habia mudado a Fjallbacka, pero se cuidaba mucho de pararse a hablar con el. Su hijo si lo habia intentado alguna vez, pero ella apartaba la mirada y se apresuraba a seguir su camino, tal y como le habian dicho que hiciera. Aunque nunca habia bajado la vista con la suficiente rapidez como para evitar ver el dolor en sus ojos.
Por otro lado, la Biblia decia «honraras a tu padre y a tu madre», y lo que sucedio aquel dia ya muy lejano era, a su entender, un incumplimiento del mandato de Dios. Y por esa razon no podia abrirle su corazon.
Observo a Arne sentado a la mesa. Pese a que ambos pasaban ya de los setenta, el se mantenia erguido como un pino y con el cabello oscuro tan espeso como siempre, aunque algo encanecido.
Vaya, desde luego las muchachas lo perseguian cuando eran jovenes, pero Arne nunca habia tenido ese tipo de inclinaciones, por asi decirlo. Ella no tenia mas de dieciocho anos cuando se casaron y, por lo que sabia, jamas habia mirado a otra mujer. Cierto que tampoco en casa habia mostrado mucho interes por lo carnal, pero su madre siempre le dijo que ese aspecto del matrimonio formaba parte del deber de una mujer y no era una fuente de alegria, de modo que Asta se considero afortunada de no abrigar mayores esperanzas en ese terreno.
En cualquier caso, tuvieron un hijo. Un nino hermoso, fuerte, rubio, el vivo retrato de su madre, pero muy poco parecido a su padre. Tal vez por eso resulto tan mal. Si hubiera sido mas como su padre, tal vez Arne habria cultivado una relacion mas estrecha con el pequeno. Pero no sucedio asi. El nino fue de su madre desde el primer momento y ella lo amo tanto como pudo. Pero no fue suficiente, pues, cuando llego la hora de la verdad, el dia en que se vio obligada a elegir entre el hijo y su padre, ella lo traiciono. Pero ?que otra cosa habria podido hacer? Una esposa debe apoyar siempre a su marido, era algo que habia aprendido de nina. Aunque a veces, en momentos de flaqueza, cuando apagaba la luz y se quedaba tumbada en la cama pensando, la asaltaban las cavilaciones y se preguntaba como podia parecer tan erroneo algo que le habian ensenado como bueno desde siempre. Por eso la tranquilizaba tanto que Arne supiese siempre como debian ser las cosas. El le habia explicado muchas veces que el sentido comun de las mujeres no era de fiar y que por eso se habia asignado al hombre el cometido de guiarla. Y eso le infundia seguridad. Su padre se parecia mucho a Arne, de modo que el unico mundo que ella conocia era aquel en el que los hombres decidian. Y es que su Arne era muy sensato. Eso decian todos. Incluso el nuevo pastor habia hablado de el en terminos laudatorios no hacia tanto. Dijo que Arne era el sacristan mas cumplidor con el que habia tenido la suerte de trabajar y que Dios podia estar satisfecho de tener siervos como el. El propio Arne se lo habia contado, henchido de orgullo, en cuanto volvio a casa. Claro que por algo llevaba veinte anos siendo sacristan de Fjallbacka. Bueno, sin contar los anos nefastos en que les asignaron como pastor a aquella mujer. Por nada del mundo querria Asta volver a vivir aquello. Gracias a Dios que la pastora termino por comprender que nadie alli deseaba su presencia y se marcho cediendo el puesto a un pastor de verdad. ?Lo que el pobre Arne paso durante aquella epoca! Por primera vez en sus cincuenta anos de casados, lo vio llorar. La idea de ver a una mujer en el pulpito de su amada iglesia casi lo destrozo. Aunque tambien decia que confiaba en que Dios expulsara de su templo a los mercaderes. Y tambien en aquella ocasion lo asistio la razon.
Asta solo deseaba que hallase espacio en su corazon para perdonar a su hijo por lo ocurrido.
Hasta entonces, ella no podria vivir un solo dia de felicidad. Sin embargo, era consciente de que si no era capaz de perdonar a su hijo ahora, despues de aquella desgracia, no habia la menor esperanza de reconciliacion.
Si al menos hubiera podido conocer a la pequena… Ahora ya era demasiado tarde.
Habian transcurrido dos dias desde que encontraron a Sara y el ambiente que habia reinado aquel primer dia remitio inexorablemente, pues se vieron obligados a resolver las tareas cotidianas que no dejaban de existir solo porque hubiese muerto una nina.
Patrik estaba escribiendo las ultimas lineas de un informe sobre un caso de agresion cuando sono el telefono. Vio en la pantalla de quien era la llamada y descolgo suspirando. Mejor seria acabar con ello lo antes posible. Oyo la familiar voz del forense Tord Pedersen y se saludaron como de costumbre antes de entrar en materia. La primera senal de que el mensaje no contenia la informacion que esperaba fue la arruga que se formo en su frente. Unos minutos mas tarde, su ceno se acentuo mas aun y, una vez que supo cuanto el forense tenia que transmitirle, colgo el auricular con tal impetu que reboto en la base del telefono. Se tomo unos segundos para calmarse mientras las ideas campaban veloces por su mente. Al cabo de un rato tomo el bloc donde habia ido escribiendo mientras hablaba por telefono y se dirigio al despacho de Martin. En realidad, antes que al de ningun companero, deberia haber ido al de Bertil Mellberg, el jefe de la comisaria, pero necesitaba discutir la informacion que acababa de recibir con alguien que le inspirase confianza. Por desgracia, su jefe no pertenecia a esa categoria y, de entre sus colegas, solo Martin encajaba en aquel exclusivo grupo.
– ?Martin?
El companero estaba al telefono cuando Patrik llego, pero le indico que tomase asiento. La conversacion parecia estar tocando a su fin y Martin la termino con un criptico y susurrante «mmm…, si, yo tambien, mmm…, igualmente», al tiempo que se ruborizaba hasta las cejas.
Pese al tema que lo llevaba al despacho del colega, Patrik no pudo evitar meterse un poco con su joven colega.
– Vaya, ?con quien hablabas, si puede saberse?
A modo de respuesta solo obtuvo el ininteligible murmullo de Martin, cuyo rubor se acentuo aun mas.
– ?Alguien que llamaba para denunciar un delito? ?Alguno de los colegas de Stromstad? ?O de Uddevalla? O tal vez Leif G. W., el que estaba interesado en escribir tu biografia…
Martin se retorcia en la silla, pero volvio a murmurar algo mas audible:
– Pia.
– Ah, bueno, Pia… Fijate, jamas me lo habria imaginado. Veamos, ?cuanto llevais? Tres meses, ?no? Eso debe de ser un record para ti, ?verdad? -le chincho Patrik.
Hasta el verano pasado, Martin habia sido famoso por ser algo asi como un especialista en historias de amor breves y desgraciadas, principalmente por su capacidad infalible de caer enamorado de objetivos ya ocupados que por lo general no perseguian mas que una aventura transitoria. Pero Pia no solo estaba libre, sino que ademas era una joven encantadora y muy formal.
– Celebraremos los tres meses el sabado -confirmo Martin con un destello en los ojos-. Y vamos a mudarnos a vivir juntos. Justo me llamaba para decirme que ha encontrado un apartamento perfecto en Grebbestad. Iremos a verlo esta tarde.
El rubor iba palideciendo, pero el joven no podia ocultar que estaba enamorado hasta los huesos.
Patrik recordo como era entre el y Erica al principio de su relacion. PB, prebebe. La amaba con locura, pero aquel enamoramiento arrebatador se le antojaba ahora como un sueno lejano y desdibujado. Al parecer, los panales llenos de caca y las noches en vela surtian ese efecto.
– ?Y tu que? ?Cuando vas a convertir a Erica en una mujer decente? No puedes consentir que se pasee por ahi con un hijo ilegitimo…
– Pues si, mira, eso es para pensarselo -dijo Patrik con una sonrisa socarrona.
De repente su semblante adopto una expresion mas seria, pues recordo que se enfrentaban a algo muy distinto de una broma.
– Acaba de llamar Pedersen. El informe sobre la autopsia de Sara nos llegara por fax, pero me hizo una sintesis de lo que contiene; y esa sintesis implica que su ahogamiento no fue un accidente. La asesinaron.
– ?Que demonios estas diciendo? -Martin volco el lapicero al gesticular presa de la mayor estupefaccion, pero no se molesto en recogerlo y centro toda su atencion en Patrik.
– Al principio, el tambien estaba en nuestra onda y pensaba que habia sido un accidente. No habia lesiones visibles en el cadaver; iba totalmente vestida con ropa adecuada a la estacion en que estamos, salvo que no llevaba cazadora, pero se le pudo salir y desaparecer flotando. Lo mas importante: cuando examino los pulmones, encontro agua -dijo antes de guardar silencio unos segundos.
Martin se encogio de hombros y arqueo las cejas inquisitivo:
– Pero, dime, ?que encontro en el cadaver que no encajara con el accidente?
– Agua de la banera.
– ?Agua de la banera?
– Si, sus pulmones no contenian agua del mar, como cabria esperar en una persona que se ha ahogado en el mar, sino agua de la banera. Quiza deba anadir «probablemente». En cualquier caso, Pedersen hallo en el agua