A veces apenas daba credito. Que un angel como ella hubiese descendido a la tierra para acurrucarse en su lecho. Cada minuto que habian pasado juntos era un preciado recuerdo que el conservaba en un lugar especial de su corazon. Cierto que las perspectivas de futuro podian enturbiar esa alegria de vez en cuando. Habia intentado traer a colacion el tema en varias ocasiones, pero ella lo callaba siempre con un beso. No debian hablar de esos temas, le decia Agnes, y anadia que seguramente todo se arreglaria. Anders Interpretaba que ella, igual que el, abrigaba la esperanza de que vivirian el futuro juntos y de hecho, de vez en cuando, se permitia creer en sus palabras: todo se arreglaria, sin duda. En lo mas hondo de su ser era un verdadero romantico y la idea de que el amor podia superar todos los obstaculos estaba profundamente arraigada en su corazon. Claro que no pertenecian a la misma clase social, pero el era un trabajador nato y podria ofrecerle una buena vida si le daban la oportunidad. Y si ella lo queria como el a ella, lo material no seria tan importante para Agnes y la vida con el mereceria los sacrificios necesarios. Un dia como aquel, cuando el sol primaveral lucia y le calentaba los dedos, crecia su esperanza de que todo saldria, en verdad, como el deseaba. Ahora solo esperaba que ella aprobase su idea de ir a hablar con su padre. Despues se pondria a preparar el discurso mas importante de su vida.
Sintiendo el corazon alegre, empezo a golpear el bloque de la estatua con el martillo. En su cabeza revoloteaban las palabras que pensaba utilizar junto con imagenes de Agnes.
Arne estudio con atencion la necrologica del periodico y arrugo la nariz. Tal como barruntaba.
Habian elegido un osito como ilustracion, una falta de respeto que lo disgustaba de verdad. Una necrologica debia contener los simbolos de la Iglesia cristiana y nada mas. Un osito era, sencillamente, ajeno a Dios. Pero no esperaba otra cosa. Su hijo habia sido una decepcion de principio a fin y nada de lo que hiciera podia sorprenderlo ya. Era una lastima y una verguenza que una persona tan piadosa como el tuviese un hijo capaz de apartarse tanto del camino recto.
Alguna gente que no entendia nada habia intentado conducirlos a la reconciliacion. Le decian que, por lo que sabian, su hijo era un hombre bueno e inteligente y tenia una profesion honorable, medico y todo lo demas. La mayoria de las que acudian a su puerta con aquel cuento eran mujeres, claro. Los hombres si que sabian no pronunciarse sobre otro hombre al que no conocian de nada. Claro que estaba de acuerdo en que su hijo se habia buscado una buena profesion y parecia hacerlo bien, pero si no llevaba a Dios en su corazon, eso no tenia la menor importancia.
El mayor sueno de Arne era tener un hijo que siguiese los pasos de su abuelo y se convirtiese en pastor. Por su parte, el tuvo que abandonar tal aspiracion, puesto que su padre se bebio todo el dinero de su educacion de sacerdote. A cambio, tuvo que conformarse con trabajar como sacristan en la iglesia. Al menos asi podia frecuentar la casa de Dios.
Pero la iglesia habia dejado de ser lo que fue. Antes era diferente. Entonces la gente sabia cual era su sitio y le mostraba al pastor el debido respeto. Ademas, seguian la palabra de Schartau como mejor sabian y no se entregaban a aquello en que los sacerdotes de hoy parecian encontrar tanto placer: bailes, musica y vivir en pareja antes de casarse, por mencionar solo algunas barbaridades. Pero lo que mas le costaba aceptar era que las faldas tuviesen ahora derecho a representar a Dios en la tierra. Sencillamente, no alcanzaba a entenderlo. En la Biblia no podia decirlo mas claro: «La mujer debe guardar silencio en la misa». ?Hay algo que discutir al respecto? Las mujeres no tenian nada que hacer en el sacerdocio. Podian resultar un gran apoyo como esposas de sacerdotes o incluso como diaconos, pero, por lo demas, su obligacion era guardar silencio. Fue una epoca tristisima cuando la mujer aquella se hizo con la iglesia de Fjallbacka. Se veia obligado a ir a misa en Kville los domingos y se nego a acudir al trabajo. Le costo caro, pero vaLIo la pena. Ahora aquel espanto ya habia pasado y, aunque el nuevo pastor resultaba demasiado moderno para su gusto, al menos era un hombre. Ya solo faltaba procurar que la directora del coro se convirtiese tambien en un
:::ERROR:::???
transitorio en la historia de la iglesia de Fjallbacka. En fin, una directora de coro no era tan grave como una pastora, pero aun asi.
Mellberg no sentia la habitual satisfaccion al verse centro del interes de la prensa. Ni siquiera convoco una conferencia, sino que, con la mayor discrecion, reunio en su despacho a varios representantes de los medios locales. El recuerdo de la carta que habia recibido ensombrecia, por ahora, todo lo demas y le costaba concentrarse en ningun otro asunto.
– ?Tienen alguna pista concreta que seguir?
Uno de los jovenes columnistas aguardaba ansioso su respuesta.
– Ninguna que podamos comentar en el estadio actual -respondio Mellberg sucintamente.
– ?Hay algun miembro de la familia que sea sospechoso? -rezaba la pregunta del representante del otro periodico.
– En estos momentos consideramos probable cualquier opcion. Sin embargo, no tenemos ninguna pista concreta que senale en una direccion determinada.
– ?Se trata de un delito sexual? -pregunto el mismo periodista.
– No puedo entrar en detalles al respecto -respondio Mellberg.
– ?Como constataron que se trataba de un asesinato? -intervino un tercer periodista-. ?Presentaba el cadaver alguna lesion externa que indicase que la pequena habia sido asesinada?
– A esa pregunta no puedo responder por razones tecnicas de la investigacion -atajo Mellberg, viendo como afloraba la frustracion a los rostros de los periodistas.
Hablar con la prensa era siempre como andar por la cuerda floja. Darles lo suficiente para que tuvieran la impresion de que la policia queria colaborar, pero no tanto como para perjudicar la investigacion. Por lo general, el se consideraba un maestro equilibrista, pero hoy le costaba concentrarse. No sabia que actitud adoptar ante la informacion que le habian transmitido en aquella carta. ?Era posible que fuese cierto…?
Uno de los periodistas lo miraba con insistencia y Mellberg comprendio que no habia oido su pregunta.
– Perdon, ?podria repetir? -le dijo desconcertado mientras el periodista no daba credito a sus ojos.
Se habian visto en bastantes ocasiones y el comisario solia comportarse siempre mas soberbio y fanfarron que discreto y distraido como hoy.
– Preguntaba si hay motivos para que los padres de la comarca esten preocupados por la seguridad de sus hijos.
– Siempre les recomendamos a los padres que esten bien al tanto de sus hijos, pero he de subrayar que este suceso no debe provocar la histeria colectiva. Estoy convencido de que se trata de un hecho aislado y de que no tardaremos en tener al asesino a buen recaudo.
Dicho esto, se puso de pie, indicando asi que terminaba la audiencia, y los periodistas empezaron a guardar sus blocs y sus boligrafos mientras le daban las gracias. Todos tenian la sensacion de que podrian haber presionado mas al comisario, pero al mismo tiempo era importante para la prensa local mantener buenas relaciones con el cuerpo de policia de la zona. Del periodismo de tiburones que se encargasen los colegas de la gran ciudad. Alli uno tenia de vecinos a las victimas de las entrevistas y sus hijos eran miembros de la misma asociacion deportiva, de modo que habia que renunciar al deseo de hacer grandes revelaciones en pro de la convivencia.
Mellberg se retrepo satisfecho. La prensa no habia obtenido mas informacion de la que el pensaba darle, pese a su falta de perspectiva, y la noticia ocuparia al dia siguiente la primera pagina de todos los diarios de la region. Esperaba que, con ello, la gente saliese de su letargo y empezase a proporcionarles informacion. Con un poco de suerte, entre todas las habladurias que les llegasen, habria algo que les fuera de utilidad.
Saco la carta y se puso a leerla otra vez. Seguia sin dar credito a su contenido.
10.
Stromstad, 1924.
Fue a tumbarse en la cama con un pano humedo en la frente. El medico la habia examinado a conciencia