– No, claro, en eso tienes razon -respondio Patrik-. Pero no me parece que de el tipo de hombre que recurre a la violencia, no se si me explico. Mas bien lo veo como a alguien que va poniendo zancadillas, si tiene ocasion.
– Yo tambien me inclino por pensar eso. En fin, veamos que nos dice.
– Si, vamos a ver -convino Patrik al tiempo que llamaba a la puerta.
11.
Stromstad, 1924.
En el preciso momento en que su padre entro por la puerta, a Agnes se le helo el corazon. Algo no iba bien. Algo no iba nada bien. August parecia haber envejecido veinte anos desde que lo vio la ultima vez, hacia un rato, y comprendio enseguida que el doctor le habria dicho que estaba moribunda. Solo una noticia de esa naturaleza podria haber alterado el semblante de su padre hasta aquel punto en un espacio tan breve de tiempo.
Se llevo la mano al corazon y se preparo para lo que creia que iba a oir.
Sin embargo, habia algo que no encajaba del todo. El dolor que esperaba ver en los ojos de su padre brillaba por su ausencia y, en cambio, si parecian ensombrecidos por la ira. Era muy extrano, como poco, que se encolerizase cuando ella estaba moribunda.
Pese a su escasa estatura, August se alzo amenazador junto a la cama y Agnes reacciono instintivamente haciendo lo posible por parecer tan desvalida como pudo. Era lo que mas efecto habia surtido las pocas ocasiones en que su padre se habia enfadado con ella.
Sin embargo, no parecio funcionar esta vez y la inquietud inundo su pecho al comprobarlo.
Entonces una idea cruzo su mente, pero era tan inverosimil y tan horrenda que la desecho en el acto.
No obstante, aquella idea la acosaba implacable. Y al ver que los labios de su padre temblaban cuando intentaba hablar, pero que estaba demasiado furioso y que sus cuerdas vocales no eran capaces de emitir ningun sonido, comprendio con horror que no solo no era imposible, sino incluso probable.
Poco a poco, fue hundiendose mas y mas bajo la manta y, cuando la mano de su padre se estrello de pronto contra su mejilla con tal fuerza que sintio enseguida el escozor de un dolor inesperado, su temor se convirtio en certeza.
– Tu, tu… -tartamudeo August buscando desesperado las palabras que querian salir de su boca-. Tu, so zorra… ?Quien? ?Que…? -continuo balbuciendo.
Ella, desde su posicion de rana, lo miraba tragando saliva una y otra vez para poder articular. Jamas antes habia visto asi al bonachon de su padre, en aquel estado, y en verdad que era una vision terrorifica.
Por otro lado, Agnes sintio que el desconcierto la embargaba mezclandose con el miedo. ?Como pudo ser? Habian tomado todas las precauciones a su alcance, siempre habian parado a tiempo y jamas, ni en suenos, se habia imaginado que podia caer en semejante desgracia. Claro que habia oido hablar de otras muchachas que se quedaron embarazadas por accidente, pero siempre desdeno esas historias pensando que no habian tenido cuidado y habian permitido que el hombre fuese mas lejos de lo que debia.
Y alli estaba ella ahora. Sus pensamientos vagaban febrilmente en busca de una solucion. Las cosas siempre le habian ido bien. Y tambien logRaria resolver aquello.
Tenia que conseguir que su padre la comprendiera, como siempre que se metia en un lio. Claro que nunca se habian complicado las cosas de un modo tan terminante, pero a lo largo de toda su vida, el siempre la habia librado de las consecuencias facilitandole el camino. Y asi seria tambien en esta ocasion. Una vez superada la primera impresion, sintio que recobraba la tranquilidad. Por supuesto que aquello se arreglaria. Su padre estaria enojado un tiempo y tendria que aguantarlo, pero le ayudaria a salir de aquella. Habia lugares a los que acudir para resolver esas cosas, era cuestion de dinero y, en ese sentido, ella era muy afortunada.
Satisfecha de haber pergenado un plan, abrio la boca dispuesta a trabajarse a su padre, pero sus palabras no llegaron a ver la luz, pues la mano de August volvio a aterrizar en su mejilla con un estallido. Agnes lo miro incredula. Jamas imagino que seria capaz de ponerle la mano encima, y ya era la segunda vez en pocos minutos.
Lo injusto de aquel trato encendio su ira, de modo que se incorporo rauda y volvio a abrir la boca para intentar explicarse. ?Zas! La tercera bofetada fue a dar en su ya maltrecha mejilla, haciendo aflorar a sus ojos lagrimas de ira. ?Que pretendia tratandola asi? Con resignacion, Agnes volvio a acomodarse sobre los almohadones, mirando desconcertada y colerica a su padre, al que creia conocer tan bien. Sin embargo, el hombre que tenia ante si resultaba un extrano para ella.
Poco a poco, empezo a barruntar que era posible que su vida empezase a cambiar en un sentido bastante desagradable.
Unos discretos golpecitos en la puerta le hicieron levantar la vista. No esperaba a ningun paciente y estaba concentrado en ordenar los papeles que se le habian amontonado en la mesa, asi que fruncio el ceno un tanto irritado.
– ?Si? -pregunto secamente, por lo que la persona que llamaba parecio dudar.
Al cabo de un segundo, no obstante, acciono el picaporte y abrio despacio la puerta.
– ?Molesto?
Su voz era tan fragil como el la recordaba, y todo indicio de irritacion desaparecio de su semblante en el acto.
– ?Mama?
Niclas se levanto de un salto y se quedo mirando intrigado la rendija de la puerta por la que asomaba indecisa aquella mujer menuda. Su madre siempre habia despertado en el instintos de proteccion y, en aquel momento, lo unico que deseaba era acercarse a ella y abrazarla. Sin embargo, sabia que, con los anos, ella habia perdido la practica de la expresion de los sentimientos y que solo conseguiria incomodarla, de modo que se contuvo a la espera de que ella tomase la iniciativa.
– ?Puedo pasar? Aunque estaras ocupado, claro -dijo mirando de reojo las pilas de papeles y haciendo amago de darse media vuelta.
– No, no, en absoluto, entra, entra.
Niclas se sentia como un colegial y bordeo la mesa precipitadamente para ofrecerle una silla. Ella se sento despacio, en el borde, y miro nerviosa a su alrededor. Nunca lo habia visto trabajando y Niclas comprendio que debia de resultarle extrano encontrarse con el en ese entorno. Por lo demas, apenas si lo habia visto en ningun sitio desde hacia muchos, muchos anos, asi que seguro que se sentia rara. De los diecisiete anos a la edad adulta en un instante. Aquella idea hizo nacer en el la indignacion. ?Cuanto habian tenido que sacrificar su madre y el a causa de aquel maldito cascarrabias! Por suerte, Niclas se habia librado, pero, al escrutar a su madre, se dio cuenta de que los anos no la habian tratado bien. La misma expresion cansada, reprimida, que cuando el se marcho, pero multiplicada en cada arruga que surcaba su rostro.
Niclas puso una silla a su lado, a cierta distancia, y aguardo a que ella rompiese el silencio. La mujer no parecia saber que habia ido a decirle, pero, tras unos minutos, hablo por fin:
– Siento tanto lo de la pequena, Niclas.
Su madre volvio a callar y el no fue capaz mas que de asentir.
– Yo no la conocia…, pero desearia haber tenido la oportunidad.
Le temblaba la voz y Niclas adivino todos los sentimientos que luchaban bajo la superficie. Tuvo que costarle mucho tomar la decision y presentarse alli. Que el supiera, jamas habia actuado en contra de la voluntad de su padre.
– Era una nina maravillosa -aseguro y, pese a que el llanto resono en sus palabras, no hubo lagrimas. Habia llorado tanto los ultimos dias, que dudaba de que le quedara ninguna-. Tenia tus ojos, aunque el cabello rojizo no se de quien lo heredo.
– Mi abuela paterna tenia el cabello pelirrojo, el mas hermoso que hayas visto jamas. Seguro que Sara lo heredo de ella -dijo tras vacilar brevemente antes de pronunciar el nombre de la pequena.