Por un segundo creyo atisbar un destello de sorpresa en el semblante de August. Era evidente que no esperaba aquella reaccion.
– Vaya, bueno.
August se aclaro la garganta para ganar tiempo y decidir que postura adoptar ante tal declaracion. Pero enseguida volvio a invadirlo la rabia.
– ?Y como habias pensado llevar a la practica esas pretensiones? Una muchacha rica y un pobre picapedrero. ?Eres tan ingenuo que crees que habria sido posible?
Anders vacilo al oir el tono burlon del caballero. ?De verdad habia sido ingenuo? Su anterior resolucion empezo a ceder ante el desprecio con que lo recibian y, al oirlo en voz alta, el mismo se dio cuenta de lo absurdo que sonaba. Por supuesto que no hubo nunca la menor posibilidad. Sintio que, muy despacio, se le rompia el corazon en mil pedazos y busco desesperado los ojos de Agnes. ?Seria aquel el fin? ?No podria verla nunca mas? Ella seguia sin levantar la vista.
– Agnes y yo nos queremos -declaro en voz baja, como el reo a muerte que pronuncia su ultima defensa.
– Yo conozco a mi hija mucho mejor que tu, muchacho. Y la conozco mejor de lo que ella misma se conoce. Claro que la he mimado demasiado y le he permitido tomarse mayores libertades de las que habria sido conveniente, pero tambien se que es una joven ambiciosa y que jamas lo habria sacrificado todo por compartir el futuro con un asalariado.
Aquellas palabras lo hirieron como lanzas de fuego y Anders sintio deseos de gritarle lo equivocado que estaba. Su padre no describia en absoluto a la Agnes que el habia conocido. Agnes era buena y dulce, y, ante todo, lo amaba con la misma pasion que el le profesaba a ella. Anders sabia que estaria dispuesta a hacer los sacrificios necesarios para emprender una vida juntos. Queria hacerle alzar los ojos con su sola voluntad para que le dijese a su padre la verdad, pero Agnes persistia en su actitud muda y reticente. Poco a poco, el suelo empezo a tambalearse bajo sus pies. No solo estaba a punto de perder a Agnes, sino que ademas comprendia que, en aquellas circunstancias, tampoco podria conservar su trabajo.
August volvio a tomar la palabra y, en esta ocasion, Anders creyo percibir un eco de dolor detras de la indignacion.
– En fin, las cosas han cobrado un rumbo inesperado. En condiciones normales, yo habria hecho cualquier cosa por impedirle a mi hija que uniese su vida a la de un picapedrero, pero ahora me obligais a enfrentarme a un hecho incontestable.
Presa del mayor desconcierto, Anders se preguntaba a que se referia.
August se percato y decidio proseguir:
– Agnes espera un hijo. Desde luego, si no habeis pensado en esa posibilidad, debeis de ser dos autenticos idiotas.
Anders perdio el resuello. Y estaba por darle la razon al padre de Agnes. Habian sido dos necios al no pensar en ese riesgo. Estaba tan convencido como Agnes de que las medidas de seguridad que habian adoptado serian mas que suficientes. Ahora todo era distinto. Ahogado en un mar de sentimientos, estaba mas desconcertado que antes. Por un lado, no podia dejar de alegrarse, pues su amada Agnes llevaba a su hijo en su seno; por otro, se avergonzaba ante su padre y comprendia su furia. El tambien se habria puesto furioso si alguien se hubiese comportado asi con su hija. Anders aguardaba tenso a que August continuase.
Con gran tristeza, y evitando mirar a su hija, August declaro:
– Naturalmente, solo hay una manera de resolver esto. Teneis que casaros. Y para ello he hecho venir al juez Flemming. Os casara ahora mismo, ya resolveremos las formalidades mas tarde.
Por primera vez, Agnes levanto la vista desde su rincon. Para su sorpresa, Anders no vio en sus ojos ni rastro de la alegria que el sentia, sino solo desesperacion. La joven se dirigio a su padre con voz suplicante:
– Te lo ruego, papa, no me obligues a casarme con el. No es mas que… un simple trabajador.
Aquellas palabras fueron como un latigazo en la cara. Era como si estuviese viendola por primera vez, como si ella se hubiese convertido en otra persona ante su vista.
– ?Pero, Agnes! -dijo rogandole con su exclamacion que siguiese siendo la muchacha a la que el amaba, pese a que ya sabia que todos sus suenos acababan de arruinarse.
Ella no le presto atencion y continuo suplicandole a su padre, desesperada, pero August no se digno mirarla siquiera, sino que se dirigio al juez y le dijo brevemente:
– Haga lo que tiene que hacer.
– ?Por favor, papa! -grito Agnes arrojandose con dramatismo a los pies de su padre.
– ?Calla! -le grito el padre mirandola friamente-. ?No te pongas en evidencia! No pienso tolerarte esos accesos de histeria. Tu misma has preparado la cama y ahora tendras que dormir en ella -rugio poniendo asi un brusco final a los lamentos de su hija.
Con una expresion de dolor, Agnes se levanto muy a su pesar para que el juez cumpliera su mision. Fue una ceremonia extrana, con la novia visiblemente disgustada a un par de metros del novio. Pero la respuesta a la pregunta del juez fue «si» en ambos casos, aunque con no poca reticencia por una de las partes y bastante desconcierto por la otra.
– Bien, pues ya esta hecho -constato August una vez que el acto hubo concluido desde el punto de vista administrativo-. Comprenderas que no puedo mantenerte trabajando aqui anadio.
Anders bajo la cabeza confirmandole que ya esperaba la noticia. El que ahora era su suegro continuo:
– Pero, por mal que hayas actuado, no puedo permitir que mi hija quede totalmente desprotegida; se lo debo a su madre.
Agnes lo miro expectante, con un resto de esperanza de que no lo perderia todo.
– Te he buscado un trabajo en la cantera de Fjallbacka. La estatua la terminara otro. Tambien he pagado el primer mes de alquiler por una habitacion con cocina en uno de los barracones. A partir de ahi, os las arreglareis solos.
Agnes dejo escapar un grito. Se llevo la mano a la garganta como si se estuviese asfixiando, y Anders se sintio a bordo de un barco a punto de hundirse. Si aun conservaba alguna esperanza sobre su futuro con Agnes, se disipo definitivamente al ver el desprecio con el que la joven lo miraba.
– Por favor, padre querido -volvio a rogar la muchacha-. No puedes hacerme esto. Prefiero quitarme la vida antes que irme a vivir a una barraca maloliente con ese hombre.
Anders hizo un gesto de repulsion al oirla. De no haber sido por el nino, se habria dado media vuelta y se habria marchado. Pero un hombre de verdad asumia su responsabilidad, por dificiles que fuesen las circunstancias; era algo que le habian inculcado desde pequeno. Por ese motivo permanecio en la sala, que ahora se le antojaba angosta y asfixiante, e intento imaginarse el futuro con una mujer que, a todas luces, lo consideraba repugnante como esposo.
– Lo hecho, hecho esta -le dijo August a su hija-. Tienes el resto de la manana para recoger las pertenencias que podras llevarte. Despues, saldra el coche para Fjallbacka.
– Elige con sensatez. No creo que los vestidos de fiesta te sean de gran utilidad -anadio en un tono duro para demostrarle que lo habia herido profundamente y que la herida era irreparable.
Cuando cerraron la puerta al salir, se hizo un silencio atronador. Agnes lo miraba con tanto odio que Anders tuvo que hacer un esfuerzo para no darle la espalda. Una voz interior le susurraba que huyese mientras estaba a tiempo, pero sus pies no se movieron, como si estuviesen clavados al suelo.
Con un escalofrio, presintio que se avecinaban malos tiempos.
Morgan veia ir y venir a los policias. Pero no perdio el tiempo pensando que habrian ido a hacer a la casa de sus padres. El no era de los que se ponian a cavilar.
Se estiro. Empezaba a hacerse tarde y, como de costumbre, se habia pasado todo el dia al ordenador. Su madre se preocupaba por su espalda, pero el no veia razon para inquietarse hasta que no llegase el momento. Cierto que empezaba a notar cierta rigidez, pero no sentia ningun dolor y mientras el problema fuese de apariencia, su cerebro no lo registraba. Para alguien que, como el, no era normal, no importaba si tenia la espalda ligeramente encorvada.
Sentirse tranquilo era un placer. Y ahora que la nina no estaba, esos momentos de desasosiego habian