– ?Como te encuentras? -pregunto Lilian mientras tomaba uno de los bocadillos de queso y mantequilla y se lo llevaba a la boca para que el diese un mordisco.

Stig trago antes de responder con una sonrisa forzada:

– La verdad, creo que un poco mejor. Esta noche he dormido muy bien.

– ?Estupendo! -exclamo Lilian dandole una palmadita en la mano-. No hay que jugar con la salud y has de prometerme que, si te sientes peor, me lo diras. Lennart era como tu, terco como una mula, y se nego a que lo examinasen hasta que fue demasiado tarde. A veces me pregunto si, de haber sido mayor mi insistencia, no seguiria con vida…

Se quedo con la cuchara en el aire, a medio camino de la boca de Stig, y con la mirada perdida.

El le acaricio la mano y le dijo con dulzura:

– No tienes nada que reprocharte, Lilian. Se que hiciste todo lo posible por Lennart mientras estuvo enfermo, porque tu eres asi. No has de culparte lo mas minimo por su muerte. Y estoy mejor, te lo aseguro. Ya me he recuperado por mi mismo en otras ocasiones, y si puedo descansar, me recuperare tambien esta vez. Seguro que solo es el agotamiento ese del que tanto hablan a todas horas. No te preocupes, tienes otras cosas mas importantes en las que ocupar tu pensamiento.

Lilian asintio con un suspiro.

– Si, supongo que tienes razon. En estos momentos, tengo demasiadas cosas que soportar.

– Si, pobrecilla. No sabes como me gustaria estar sano ahora mismo; podria servirte de mas apoyo en tu dolor. Bueno, yo tambien lamento terriblemente la perdida de la pequena, asi que no puedo ni imaginar como te sentiras tu. Por cierto, ?como esta Charlotte? Hace un par de dias que no viene a verme.

– ?Charlotte? -pregunto Lilian y, por un instante, Stig creyo atisbar un destello de malhumor en sus ojos.

Pero desaparecio tan pronto como se convencio de que debian de ser figuraciones suyas. Charlotte era todo para Lilian; ella siempre insistia en hasta que punto vivia por su hija y su familia.

– Bueno, esta mejor que los primeros dias. Aunque yo creo que deberia haber seguido tomando tranquilizantes. No comprendo por que uno ha de superarlo todo solo cuando existen medicamentos tan eficaces. Y mira, Niclas si que estaba dispuesto a recetarle tranquilizantes a ella, mientras que en mi caso, se nego. ?Has oido nada mas absurdo? Yo tambien estoy tan triste y conmovida como Charlotte. Sara era mi nieta, ?no?

La voz de Lilian resono dura y enojada, pero, justo cuando Stig noto que su frente se fruncia en un gesto de irritacion, ella cambio el tono y volvio a ser la esposa amorosa y solicita que, desde su enfermedad, el tanto apreciaba. Claro, no cabia esperar que se comportase como siempre, despues de todo lo que habia ocurrido. El estres y el dolor tambien afectaban a su caracter, por supuesto.

– En fin, ahora tienes que descansar despues de haber desayunado tan bien -dispuso Lilian mientras se ponia de pie.

Stig la detuvo con un gesto de la mano.

– ?Se sabe algo mas de por que la policia se llevo a Kaj? ?Sabes si guarda relacion con Sara?

– No, no sabemos nada. Seguramente, seremos los ultimos en enterarnos -respondio airada-. Pero espero que lo empapelen de verdad.

Se dio la vuelta enseguida y salio por la puerta, pero a Stig le dio tiempo de ver la sonrisa que se dibujaba en su rostro.

25.

Nueva York, 1946.

La vida over there no resulto como ella esperaba. La amargura de la decepcion habia marcado profundas arrugas alrededor de su boca y de sus ojos, pero Agnes seguia siendo, a sus cuarenta y dos anos de edad, una mujer hermosa.

Los primeros tiempos fueron fantasticos. El dinero de su padre le garantizo un estilo de vida soberbio que mejoraron las aportaciones de sus admiradores. El apartamento de Nueva York era un hervidero de fiestas a las que la gente elegante acudia de buena gana. Las ofertas de matrimonio fueron muchas, pero ella siempre aplazaba el momento a la espera de alguien mas rico, mejor parecido, mas hombre de mundo. Y, entre tanto, no se negaba el placer bajo ninguna de sus formas. Era como si se viese obligada a compensarse por los anos perdidos y a vivir el doble de rapido que los demas. En su modo de amar, de festejar y gastar dinero en ropa, joyas y decoracion para el apartamento habia siempre un regusto a ansia compulsiva. No obstante, aquellos anos le resultaban ya muy lejanos.

Cuando se produjo la bancarrota de Kreuger, su padre lo perdio todo. Unas inversiones aventuradas hicieron desaparecer toda la fortuna que habia amasado. Al leer el telegrama y comprender que August se habia comportado de forma tan insensata, experimento tal ira incontenible que lo rompio en mil pedazos ?Como se permitia perder todo aquello que un dia habia de pertenecerle a ella? Todo cuanto constituiria su seguridad, su vida.

Agnes respondio con un largo telegrama en el que, con todo lujo de detalles, daba cuenta de lo que pensaba de el y le explicaba hasta que punto la habia destrozado.

Cuando, una semana despues, recibio otro telegrama en que se la informaba de que su padre se habia pegado un tiro en la sien, Agnes lo arrugo sin mas y lo arrojo a la papelera. No se sintio ni sorprendida ni indignada. Por lo que a ella se referia, su padre no merecia otro final.

Siguieron anos dificiles. No tanto como con Anders, pero igualmente una lucha por la supervivencia. Ahora se veia obligada a vivir exclusivamente de la buena voluntad de los hombres y, cuando dejo de disponer de medios propios, sus adinerados y animados pretendientes se vieron sustituidos por versiones cada vez peores. Las propuestas de matrimonio cesaron por completo. Ahora las propuestas eran de otro tipo muy distinto y, mientras los hombres pagasen, ella no tenia nada en contra. Por otro lado, debio de sufrir una lesion en el parto y nunca caia en desgracia, lo que incrementaba su valor entre los pretendientes accidentales. Ninguno de ellos deseaba verse ligado a ella por un nino y Agnes preferia arrojarse desde el tejado del edificio antes que volver a vivir aquella terrible experiencia.

Se vio obligada a abandonar su hermoso apartamento y el nuevo era mucho mas pequeno, mas oscuro y bastante apartado del centro de la ciudad. Ninguna fiesta animaba sus habitaciones y tuvo que empenar o vender la mayoria de sus pertenencias.

Cuando estallo la guerra, la situacion, que ya era mala, empeoro mas aun. Y por primera vez desde que subio a bordo del barco en Gotemburgo, sintio nostalgia de su hogar. Su anoranza fue creciendo paulatinamente hasta convertirse en resolucion y, al terminar la guerra, decidio volver a su pais. No le quedaba nada de valor en Nueva York, mientras que en Fjallbacka aun habia algo que podia llamar suyo. Despues del gran incendio, su padre compro el solar en el que se habia erguido el edificio donde ellos habian vivido y mando construir uno nuevo en el mismo lugar, tal vez con la esperanza de que Agnes regresara algun dia. Aquel nuevo edificio estaba a su nombre, de ahi que aun fuese suyo, pues todos los bienes registrados a nombre de August se habian esfumado. El edificio estuvo alquilado todos aquellos anos y los ingresos iban a parar a una cuenta a su nombre que ella podia utilizar en caso de volver. En alguna que otra ocasion intento tener acceso a ese dinero, pero el administrador le daba siempre la misma respuesta su: padre habia estipulado en las condiciones que solo lo recibiria si regresaba a su patria. Entonces maldijo lo que consideraba una injusticia. Ahora, en cambio, tuvo que admitir, aun a disgusto, que tal vez no hubiese sido tan mala idea. Agnes calculo que podria vivir de aquel dinero durante un ano como minimo; y entre tanto, se proponia encontrar a alguien que la mantuviese.

Para lograrlo, no le quedaba mas remedio que atenerse a la historia que habia inventado sobre su vida en America. Vendio cuanto poseia e invirtio hasta el ultimo centavo en un traje de excelente calidad y unas maletas muy vistosas. Claro que estaban vacias, no le llego el dinero para llenarlas, pero cuando bajase a tierra, nadie lo notaria. Parecia una mujer adinerada y, ademas, se elevo a si misma a la categoria de viuda de un hombre rico de actividad empresarial difusa. «Algo relacionado con las finanzas», decia ella encogiendose de hombros con elegante despreocupacion. Estaba convencida de que funcionaria. Los suecos eran tan ingenuos y quedaban tan impresionados con quienes habian estado en la tierra prometida… A nadie le extranaria que volviese a casa triunfante. Nadie sospecharia lo mas minimo.

El muelle estaba lleno de gente. Agnes avanzaba entre ellos a empellones con una maleta en cada mano. El

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