Todos contuvieron la respiracion.

– ?Donde? -quiso saber Martin, algo resentido porque Patrik no se lo habia comunicado antes.

– Exactamente no fue en la casa, sino en la cabana, donde vive su hijo Morgan.

– ?Demonios! -exclamo Gosta-. Habria apostado el cuello. Sabia que ese locatis estaba involucrado. Ese tipo de gente…

Patrik lo interrumpio.

– Admito que es una circunstancia agravante, pero no quisiera que nos obcecaramos con ella en este momento. Por un lado, no sabemos si fue el padre o el hijo quien la dejo alli. Kaj podria haberla escondido en la cabana de Morgan. Por otro, quedan demasiados puntos por aclarar y de los que no podemos prescindir. Por ejemplo, la tentativa de Niclas de hacerse con una coartada. O sea que debemos seguir trabajando sobre todos -y subrayo la palabra «todos»- los aspectos que he expuesto en la pizarra. ?Alguna pregunta?

Mellberg hizo oir su voz.

– Tiene muy buena pinta, Hedstrom. Buen trabajo. Y, por supuesto, compruebe todo lo que ha ido anotando en la pizarra -advirtio senalando con desgana su bosquejo-, pero yo me inclino a pensar como Gosta. Ese Morgan no parece de fiar, asi que, si yo fuera usted -observo histrionico, con una mano en el pecho-, haria todo lo posible por pillarlo. Aunque, claro, usted es el responsable de la investigacion, asi que es quien decide -concluyo.

A nadie le cupo la menor duda de que, en el fondo, lo que pensaba era que Patrik deberia seguir su consejo.

Este no respondio y Mellberg interpreto su silencio como indicio claro de que su mensaje habia sido transmitido con exito. El comisario jefe asintio satisfecho. La resolucion del caso era solo cuestion de tiempo.

Patrik entro resuelto en su despacho dispuesto a encargarse de las tareas del dia. El pesado del comisario podia pensar lo que quisiera, pero el no iba a bailar a su son. Cierto que el hallazgo de la cazadora de Sara en la cabana de Morgan tambien lo habia movido a sacar conclusiones; pero algo, el instinto, la experiencia o simplemente la desconfianza, lo hacian pensar que las cosas no eran lo que parecian.

24.

Fjallbacka, 1928.

De espaldas a la costa sueca, cerro los ojos y sintio el viento en los parpados. Asi era, pues, el sentimiento de libertad.

El barco zarpo hacia America desde Gotemburgo a la hora prevista y el muelle estaba lleno de gente que, con tanta esperanza como tristeza, habia acudido a despedir a sus familiares. No sabian si volverian a verse. America estaba tan lejos, era un continente tan remoto, que la mayoria de los que viajaban hasta alli no regresaban jamas y solo mandaban noticias por carta.

Pero nadie fue a despedirse de Agnes. Exactamente lo que ella queria. Abandono tras de si todo lo anterior y partio hacia una nueva vida. Ademas, con el cheque de su padre en el bolsillo y un buen camarote en primera clase, sintio que por primera vez en mucho tiempo estaba en el buen camino.

Por un instante, su mente la llevo a pensar en Anders y los ninos. La iglesia estaba a rebosar durante el funeral y los sollozos llenaron el templo como un coro lastimero. Ella, en cambio, no lloro. Protegida por el velo del sombrero, contemplo los tres ataudes expuestos en el coro. Uno grande, dos pequenos blancos, con montones de flores y coronas alrededor. La mas grande era de su padre. Ella le habia prohibido asistir.

No hubo mucho que depositar en los ataudes. El fuego lo habia aniquilado todo, de modo que los feretros solo contenian un exiguo vestigio de los cuerpos. Dado el estado de los restos mortales, el sacerdote habia propuesto que se los enterrase en urnas, pero Agnes prefirio ataudes. Tres ataudes que ocultar bajo tierra.

Varios de los companeros de trabajo de Anders tallaron la lapida. Una para los tres, con sus nombres bellamente grabados.

Fueron las unicas victimas del incendio. Por lo demas, solo hubo danos materiales, aunque muy graves. Toda la parte inferior de Fjallbacka, la mas proxima al mar, habia quedado carbonizada. No quedaba una casa en pie y, donde antes hubo muelles, no se veian ya mas que maderos ennegrecidos flotando en el agua. Sin embargo, casi nadie se lamento de la perdida de su hogar. Cada vez que sentian deseos de llorar por lo que habian perdido, pensaban en Agnes y lo que el incendio le habia arrebatado. Como un solo hombre, todos acudieron al entierro y, al evocar la imagen de los dos pequenos de cabellera rubia caminando de la mano de su padre, se les partia el corazon.

Su madre, en cambio, no derramo una lagrima. Una vez terminado el entierro, ella se retiro a su morada provisional a embalar lo poco que le habian dado. Beneficencia. El hecho de verse obligada a aceptar limosna le provocaba tal repulsion que le escocia la piel, pero jamas volveria a verse en esa necesidad.

En efecto, nadie que la viese ahora en la cubierta superior del barco pensaria que, hasta hacia unas horas, habia vivido en la pobreza. Se apresuro a hacerse con nuevas ropas y el equipaje era el mas elegante que se podia comprar. Acaricio con fruicion la sedosa tela de su vestido ?Que diferencia en comparacion con las ropas desgastadas y descoloridas que le habia tocado llevar durante cuatro anos!

Lo unico que le quedaba de su vida anterior iba en una caja de madera pintada de azul que habia colocado con sumo cuidado en el fondo del baul. Lo mas importante no era la caja en si, sino su contenido. La noche anterior a su partida salio a hurtadillas para llenarla. El contenido tenia que recordarle algo: jamas debia permitir que nadie se interpusiese en su camino para alcanzar la existencia que merecia. Habia cometido el error de confiar en un hombre y le habia costado cuatro anos de su vida. Ninguno volveria a traicionarla como su padre. Y ella se encargaria de que lo pagase caro. La soledad era el precio mas alto, pero tambien pensaba lograr que el dinero de August fuese a parar a su bolsillo. Se lo habia ganado a pulso. Ademas, sabia perfectamente que hilos manipular para mantener vivos sus remordimientos. Los hombres eran tan faciles de manejar.

Un carraspeo la arranco de su cavilar de forma tan abrupta que dio un respingo

– ?Oh, lo siento! Espero no haberla asustado, senora.

Un hombre elegantemente vestido le sonreia complaciente al tiempo que le tendia la mano con la intencion de presentarse.

Agnes lo estudio con pericia y rapidez antes de corresponder a su sonrisa y posar su mano enguantada en la de el. Un costoso traje hecho a medida y unas manos que jamas habian conocido el trabajo pesado. De unos treinta anos de edad y de aspecto agradable e incluso atractivo. Sin anillos. Aquel viaje podia resultar mucho mas grato de lo que ella esperaba.

– Agnes, Agnes Sjernkvist. Y el titulo es senorita, no senora.

* * *

Dan vino de visita. Pese a que habian hablado por telefono un par de veces, aun no habia ido a conocer a Maja. Por fin, su enorme figura invadio el vestibulo de casa y, con mano experta, tomo al bebe de los brazos de Erica.

– Hola, chiquitina. ?Que preciosidad de nina tenemos aqui! -le decia levantandola hacia el techo.

Erica tuvo que controlar el impulso de arrebatarle a su hija, pero Maja no parecia estar a disgusto con la situacion. Y habida cuenta de que Dan tenia tres hijas, cabia esperar que supiese lo que hacia.

– ?Y como esta la mama, eh? -le pregunto a Erica al tiempo que le daba uno de sus temibles abrazos.

Hubo un tiempo, hacia ya muchos anos, en que fueron pareja; ahora eran solo buenos amigos. Cierto que su amistad sufrio un duro golpe dos inviernos atras cuando, en circunstancias bastante desagradables, ambos se vieron involucrados en un asesinato. Sin embargo, el paso del tiempo era capaz de reparar casi cualquier cosa. Desde que se separo de su mujer, Pernilla, apenas habian tenido contacto; Dan se zambullo en la vida de soltero con todas sus consecuencias, mientras que Erica se encaminaba en el sentido contrario. El habia ido pasando por una serie de novias, a cual mas extrana, pero ahora estaba libre y suelto como un pajaro y hacia tiempo que Erica no lo veia tan satisfecho. La separacion le afecto muchisimo y le dolia no poder estar con sus hijas mas que cada dos semanas, pero despues empezo a acostumbrarse, claro, y pudo seguir adelante.

– Pensaba proponerte un paseo -le dijo Erica-. Maja empieza a estar cansada y, si caminamos un poco, se dormira en el cochecito.

Вы читаете Las Hijas del Frio
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату