Todo era tan complicado… Porque habia una parte de Sebastian a la que le gustaba Kaj. Se porto bien con el y, al principio, le inspiro ese sentimiento de relacion paterno filial que nunca tuvo con Rune. Con Kaj podia hablar de los estudios, de las chicas, de su madre y de Rune, y Kaj lo escuchaba con el brazo sobre su hombro. Pero al cabo de un tiempo, la cosa empezo a degenerar.
No habia ruido en casa. Rune se habia marchado al trabajo, satisfecho de ver confirmada su suposicion de que todas las acusaciones contra Kaj eran totalmente infundadas. Se lo imaginaba en la cafeteria lamentandose de que la policia difundiese tales calumnias sin fundamento.
Sebastian se levanto de la cama y salio de su habitacion. Se detuvo en el umbral y se dio la vuelta. Los observo a todos y cada uno de ellos, asintiendo como si los saludase. Clint, Sylvester, Arnold, Jean-Claude y Dolph. Ellos representaban todo lo que el no poseia.
Por un instante creyo que los cinco le devolvian el saludo.
La adrenalina aun le bombeaba en las venas despues del encuentro con su padre y estaba tan encendido que fue a ver a la siguiente persona que figuraba en la lista de aquellos con los que tenia alguna cuenta que ajustar.
Bajo por Galarbacken y freno en seco al ver que Jeanette estaba en su tienda, atareadisima con los preparativos de la proxima fiesta de Todos los Santos. Aparco el coche y entro en el establecimiento. Por primera vez desde que la conocio, no sintio ningun cosquilleo alli debajo al verla, sino una repugnancia amarga y metalica, tanto por ella como por si mismo.
– ?Que cono crees que estas haciendo?
Niclas cerro de un portazo tal que el cartel de «Abierto» se quedo aleteando contra el cristal. Jeanette se dio media vuelta y lo miro con frialdad.
– No se de que hablas -le respondio antes de darle de nuevo la espalda.
Y siguio vaciando una caja con objetos decorativos que debia marcar y colocar en los estantes.
– Por supuesto que lo sabes. Sabes exactamente de que hablo. Fuiste a la policia y les contaste no se que cuento de que yo te obligue a mentir para darme una coartada ?Como puede alguien caer tan bajo? ?Es por venganza o solo porque disfrutas creando problemas? ?Pero tu que te has creido? Perdi a mi hija hace solo una semana, ?y no entiendes que no quiera seguir contigo a espaldas de mi mujer?
– Me prometiste cosas -respondio Jeanette mirandolo con encono-. Me prometiste que estariamos juntos, que te separarias de Charlotte y que tu y yo tendriamos hijos. Me prometiste un monton de cosas, Niclas.
– Ya, ?y por que crees que lo hice? Porque a ti te encantaba oirlo. Porque te abrias de piernas con sumo gusto cuando oias mis promesas de matrimonio y de futuro. Porque queria pasar un rato contigo en la cama de vez en cuando. No puedes haber sido tan tonta como para habertelo creido. Tu conoces este juego tan bien como yo. Quiero decir que ya llevas un buen repertorio de hombres casados.
Se lo dijo con toda la crueldad de que fue capaz y, aunque se dio cuenta de que cada palabra era una bofetada para ella, no se inmuto. Ya habia sobrepasado el limite y no tenia la menor intencion de ser considerado ni de tener en cuenta sus sentimientos. Ahora solo valia la verdad pura y simple, y despues de lo que Jeanette habia hecho, se merecia oirla a las claras.
– ?Eres un cerdo asqueroso! -exclamo ella al tiempo que cogia uno de los objetos que estaba desembalando.
Un segundo despues, una figura de porcelana pasaba silbando junto a la cabeza de Niclas, pero fue a estrellarse contra la luna del escaparate, que se hizo anicos con estruendo ensordecedor. Siguio un silencio tan profundo que casi resonaba. Niclas y Jeanette se miraban como dos combatientes embargados de odio mutuo respirando con esfuerzo. Despues, Niclas se dio media vuelta y salio de la tienda tranquilamente, solo se oyo el crujido del vidrio bajo sus pies.
El la miraba indefenso mientras ella hacia la maleta. De no haber estado tan decidida, aquella vision la habria sorprendido tanto que habria dejado lo que estaba haciendo. Jamas habia visto a Arne indefenso. Pero la ira le ayudaba a conseguir que sus manos continuasen doblando ropa y poniendola en la maleta mas grande que tenian. Aunque aun no sabia como la sacaria de la casa ni adonde iria con ella. Tampoco importaba. No pensaba quedarse ni un minuto mas bajo el mismo techo que el. Por fin se le habia caido la venda de los ojos. Esa sensacion de disonancia que siempre habia experimentado, la sensacion de que quiza las cosas no fuesen como Arne decia, habia desaparecido por completo. Arne no era todopoderoso, no era perfecto. Solo era un hombre debil y patetico que disfrutaba imponiendose a los demas. Y su fe en Dios… no debia de ser muy profunda. Ahora comprendia que solia utilizar la palabra de Dios de un modo que, curiosamente, siempre se adaptaba a lo que el pensaba. Si Dios era como el dios de Arne, ella no queria saber nada de El.
– Pero, Asta, no lo entiendo ?Por que tienes que hacer una cosa asi?
Le hablaba con voz lastimera, como un nino, y ella ni se molesto en responderle. Arne se quedo en el umbral retorciendose las manos y viendo como la ropa de Asta iba desapareciendo de los cajones y los armarios. Y es que no pensaba volver, asi que mas le valia llevarselo todo.
– ?Y adonde piensas ir? ?No tienes adonde ir!
Su tono era ya suplicante, pero lo insolito de la situacion le produjo escalofrios. Intentaba no pensar en todos los anos que habia malgastado y, por suerte, lo consiguio, porque era una mujer practica. A lo hecho, pecho. Pero a partir de ahora no estaba dispuesta a perder un solo dia mas de su vida.
Claramente consciente de que la situacion se le iba de las manos, Arne probo un metodo mas eficaz: tomar el control alzando la voz.
– ?Asta, ya esta bien! ?Vuelve a guardar tus cosas!
Ella paro un instante y le lanzo una mirada que reflejaba cuarenta anos de represion. Hizo acopio de toda su ira, de todo su odio, y se lo arrojo a la cara. Para su satisfaccion, comprobo que Arne retrocedia y se encogia ante su mirada, y cuando volvio a hablar, lo hizo en un tono mas silencioso, mas apocado. Era la voz de un hombre consciente de que habia perdido el control para siempre.
– Yo no queria… Quiero decir que claro que no deberia haberle hablado asi a la nina, ahora lo comprendo. Pero no tenia el menor respeto y cuando fue tan maleducada conmigo, pude oir la voz de Dios diciendome que tenia que actuar y…
Asta lo interrumpio bruscamente.
– Arne Antonsson, Dios no te ha hablado ni te hablara nunca. Tu eres demasiado tonto y demasiado sordo. Y en cuanto a esa historia que llevo cuarenta anos escuchando, ese cuento de que no pudiste hacerte sacerdote porque tu padre se gasto el dinero en borracheras, has de saber que no era dinero lo que faltaba. Tu madre sabia ahorrar y no dejaba que tu padre gastase mas de lo necesario. Ahora bien, antes de morir, me conto que no pensaba tirar a la basura su dinero enviandote a un seminario. Puede que fuese una mujer malvada, pero era perspicaz y sabia que tu no tenias vocacion de sacerdote.
A Arne le faltaba el aire y la miraba atonito, cada vez mas palido. Por un instante, Asta penso que iba a darle un infarto y sintio, aunque a disgusto, que se ablandaba por dentro. Pero el se dio la vuelta y salio de la casa. Despacio, muy despacio, ella respiro. No habia gozado destrozandolo, pero el no le habia dejado otra eleccion.
26.
Gotemburgo, 1954.
No comprendia como podia equivocarse tanto y a todas horas. Alli estaba, en el sotano, por enesima vez. Y asi, a oscuras, las heridas que tenia en el trasero le dolian mucho mas. Era la hebilla lo que se las provocaba, pero su madre solo usaba el extremo de la hebilla cuando se habia portado realmente mal. Si lograse comprender por que era tan terrible haber cogido una galletita… Tenia una pinta tan buena y la cocinera habia hecho tantas que no creia que se notase que faltaba una. Pero a veces se preguntaba si su madre presentia cuando estaba a punto de llevarse a la boca algo rico. Era capaz de aparecer por detras a hurtadillas, sin hacer el menor ruido, justo cuando la mano estaba a punto de cerrarse sobre la golosina, y entonces solo quedaba aguantar y desear que su madre tuviese un buen dia para que no la castigase demasiado.