– ?Cortes? Si, ya, me figuro lo que estas pensando. Hay una persona que, de pronto, despierta mas interes.

– …

– ?Interrogarla de nuevo? Si, por supuesto. Avisare a Hanna e iremos a buscarla. Cuenta con ello.

Martin se despidio con un simple «adios», colgo y se quedo pensando un rato, hasta que fue a buscar a Hanna.

Media hora mas tarde, exactamente, se hallaban de nuevo en la sala de interrogatorios, con Jonna sentada al otro lado de la mesa. No tuvieron que ir muy lejos para dar con ella, pues se encontraba en su puesto de trabajo, en Hedemyrs, justo enfrente de la comisaria.

– Veras, Jonna, ya estuvimos hablando contigo de la noche del viernes, pero ?hay algo que quisieras anadir al respecto?

Martin vio con el rabillo del ojo que Hanna clavaba la mirada en Jonna. Tenia la capacidad de adoptar una expresion tan severa que incluso el sentia deseos de confesarle todos sus posibles pecados. Martin esperaba que surtiese el mismo efecto sobre la muchacha que ahora tenian delante. Pero Jonna aparto la vista, se concentro en la mesa y emitio un murmullo apenas audible por toda respuesta.

– ?Que has dicho, Jonna? Tendras que hablar mas claro, ?no hemos oido lo que has dicho! -exclamo Hanna apremiante. Martin se percato de que Jonna se sintio obligada a levantar la vista ante la crudeza de su colega. Resultaba imposible no obedecer las ordenes de Hanna.

En voz baja, aunque ya con mas claridad, Jonna se avino a responder.

– Ya he dicho todo lo que se sobre la noche del viernes.

– No lo creo -replico Hanna con una voz tan cortante como las cuchillas que Jonna usaba para herirse-. No creo que hayas contado ni una minima parte de lo que sabes.

– No se que insinua -insistio Jonna tironeandose de las bocamangas de forma compulsiva y nerviosa. Martin se estremecio al atisbar las cicatrices bajo el jersey. Sencillamente, no lo entendia. Se le escapaba por completo que alguien fuese capaz de autolesionarse de aquel modo.

– ?No nos mientas! -Hanna elevo el tono de voz y el propio Martin dio un respingo en la silla. Joder, que dura era Hanna.

Su colega continuo, aunque en un tono mas bajo e insidioso.

– Jonna, sabemos que mientes. Tenemos pruebas que indican que mientes. Date una oportunidad y cuentanos lo que ocurrio.

Una sombra de duda recorrio el semblante de Jonna, que no cesaba de tirarse del gran jersey de lana. Tras unos segundos de vacilacion, la joven declaro:

– No tengo ni idea de lo que dicen.

La mano de Hanna aporreo contundente la superficie de la mesa.

– ?Deja de mentir! Sabemos que le cortaste las munecas.

Los ojos de Jonna buscaron inquietos los de Martin, que, con un tono de voz mas apacible, la animo a que hablase.

– Jonna, si sabes algo mas, deberiamos tener conocimiento de ello. La verdad suele salir a la luz tarde o temprano de todos modos y, si nos das una explicacion de lo ocurrido, lo tendras mucho mas facil.

– Pero es que… -Jonna miraba a Martin angustiada, pero finalmente, se vino abajo-. Si, le corte las munecas con una cuchilla -dijo en voz muy baja-. Cuando discutimos, antes de que echara a correr.

– ?Y por que lo hiciste? -pregunto Martin sereno, alentandola a continuar.

– Pues… pues… En realidad, no lo se. Estaba tan cabreada. Ella habia ido diciendo un monton de cosas sobre mi, porque me cortaba y eso, y queria que supiera lo que se sentia.

La joven miraba alternativamente a Martin y a Hanna.

– No comprendo por que… Bueno, es que yo no me enfado nunca de ese modo, pero habia bebido bastante y… -guardo silencio y bajo la vista.

Todo su ser parecia hundido y deprimido hasta el punto de que Martin tuvo que reprimirse para no acercarse a la joven y darle un abrazo. Pero se recordo a si mismo que estaban interrogandola por un caso de asesinato y que si empezaban a repartir abrazos espontaneos entre los sospechosos, daria lugar a algun que otro malentendido. Miro a Hanna de soslayo. Tenia una expresion rigida e inaccesible, como si no sintiese la menor compasion por la muchacha.

– ?Que ocurrio despues? -pregunto con acritud.

Jonna respondio sin levantar la vista de la mesa.

Entonces fue cuando llegaron ustedes. Usted se puso a discutir con los otros y usted a hablar con Barbie -dijo Jonna mirando a Hanna.

Martin se dirigio a la colega.

– ?Tu la viste sangrar?

Hanna hizo memoria, pero al cabo de un rato, meneo la cabeza.

– No, admito que se me escapo ese detalle. Estaba oscuro y la chica se rodeaba el cuerpo con los brazos, asi que no resultaba facil de ver. Y luego salio corriendo y desaparecio.

– ?Hay algo mas que no nos hayas contado? -pregunto Martin en tono amable, al que Jonna respondio con una mirada sumisa y llena de gratitud.

– No, nada. Lo prometo. -Subrayo sus palabras negando vehementemente con la cabeza y un mechon de su larga melena le cayo en la cara. Cuando fue a retirarselo, vieron el mapa de cicatrices que era su brazo. Martin quedo sobrecogido sin remedio. ?Dios santo! ?Cuanto dolor le habrian causado aquellas heridas! El apenas era capaz de quitarse una tirita siquiera y la idea de cortar su propia piel… no, jamas se atreveria.

Tras lanzar una mirada inquisitiva a Hanna, que respondio negando en silencio, recogio los documentos que tenia sobre la mesa.

– Creo que volveremos a hablar contigo, Jonna -repuso al fin-. No creo que haga falta decir que haber ocultado informacion en una investigacion de asesinato no te favorece lo mas minimo. Confio en que si recuerdas u oyes algo mas, vengas a comunicarnoslo voluntariamente.

La joven asintio despacio.

– ?Puedo irme ya?

– Si, ya puedes marcharte -respondio Martin-. Yo te acompano.

Cuando salia, Martin se volvio a mirar a Hanna, que estaba trajinando con la grabadora. Su colega parecia serena.

Tuvo que dar algunas vueltas hasta encontrar la direccion en Boras. Le habian explicado como llegar a la comisaria, pero, una vez en la ciudad, nada parecia encajar con las instrucciones. Gracias a la ayuda de varios viandantes oriundos de la ciudad, logro por fin encontrar lo que buscaba. Aparco fuera y, tras una breve espera en recepcion, salio a recibirlo el comisario Jan Gradenius, quien lo condujo a su despacho. Patrik acepto agradecido una taza de cafe y se sento en una de las sillas para las visitas, mientras que Gradenius ocupaba su lugar detras del escritorio. El comisario lo miraba lleno de curiosidad.

– Si -comenzo Patrik dando un sorbo del cafe, que estaba realmente bueno-. Veras, es que se nos ha presentado un caso un tanto extrano en Tanumshede.

– ?Aparte del asesinato de la chica del programa televisivo?

– Exacto -respondio Patrik-. Resulta que nos avisaron de un accidente de trafico justo la semana anterior al asesinato de Lillemor Persson. Una mujer se habia salido de la carretera, cayo por una pendiente y choco contra un arbol. En un principio, se trataba de un accidente con un solo vehiculo implicado y con resultado de muerte, hipotesis que se veia reforzada por el hecho de que la mujer parecia haber bebido una barbaridad.

– Aja, ?pero no era asi? -pregunto Gradenius, inclinandose lleno de curiosidad. A juzgar por su aspecto, el comisario rondaba los sesenta anos, era alto y musculoso y lucia una frondosa cabellera gris que, seguramente, habria sido rubia en su juventud. Patrik no pudo por menos de comparar su incipiente barriga con el vientre plano que exhibia su colega, y penso que, si la cosa no evolucionaba en otro sentido, cuando alcanzase la edad de Gradenius se pareceria mas bien a Mellberg. Suspiro para sus adentros y tomo otro trago de cafe, antes de responder a la pregunta del colega.

– No, la primera senal de que algo no encajaba fue que todas las personas del entorno de la victima aseguraban que jamas probaba el alcohol. -Patrik vio que, por alguna razon, Gradenius enarcaba una ceja, pero continuo con su explicacion sin mas, pensando que luego le tocaria el turno al comisario-. Esa declaracion

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