Colina eran las alternativas que Lennart encontro. Robaba para vivir, para poder jugar al billar y al pinball, para comprar cigarrillos y refrescos. Robaba para impresionar y pegaba para asustar. Parecia razonar que si no era querido seria odiado.

No acusaba a nadie, no le echaba la culpa a nada ni a nadie, pero en lo mas profundo de su ser anidaba un odio contra los profesores y el resto de adultos. En casa, Albin tartamudeaba sus reprimendas. Aina se ponia «nerviosa», muchas veces no podia cuidar de si misma, aun menos del cabezon de su hijo. Aina encontraba consuelo en el pequeno, John, al que, sin embargo, vio seguir los pasos cada vez mas salvajes del hermano mayor.

– John era travieso -dijo Micke. Oyo lo ridicula que sono la palabra al pronunciarla.

– Oye -replico Lennart, y se sento de nuevo a la mesa-, hay una cosa en la que he estado pensando. ?Tenia mi hermano otra tia?

Micke lo miro incredulo.

– ?Que quieres decir? ?Que si tenia una amante?

– Yo que se, quiza te dijo algo a ti.

– No, nunca lo oi hablar de otra chica. ?No lo entiendes? Adoraba a Berit.

– Si, claro. Unicamente le era infiel con los ciclidos.

– ?Que pasara con sus peces?

– Justus continuara -expuso Lennart.

Micke penso en el hijo de John, el nino de papa. Podia ver en Justus al John parco en palabras y con una mirada dificil de atrapar. Era como si el chico descubriera las intenciones de la persona con la que hablaba. Muchas veces Micke se habia sentido inferior, como si Justus no se dignara a cargar su cerebro con su charla, menos aun a responder.

Aunque conocia a John desde que eran ninos, al recapacitar veia que el tambien habia tenido esa actitud. Tambien se podia considerar a John arrogante y testarudo, reacio a comprometerse. Seguramente, esa fue la razon de que Sagge y John nunca se llevaran bien del todo, a pesar de que John era un diestro artesano.

Era solo en la convivencia con los mas allegados, y en especial con Berit, cuando John mostraba algo de si mismo, alzaba la visera y mostraba un lado repleto de consideracion y un humor acido que se tardaba un rato en comprender.

– Si hay alguien que debe ocuparse de ellos tiene que ser el chaval -coincidio Micke.

Tenia ganas de tomarse una cerveza, pero sabia que si abria una lata Lennart haria lo mismo. Y no solo una. Corria el riesgo de que vaciara la nevera.

El reloj casi marcaba la medianoche y Lennart no mostraba indicios de querer irse a casa. Micke se puso fatigosamente en pie. El dia siguiente tambien seria ajetreado.

– Joder, mira que nevar antes de Navidad -dijo, y fue a buscar un par de cervezas.

17

Berglund llevaba una hora apostado en la parada de la plaza Vaksala del autobus numero 9. Sostenia el carne de policia en una mano y una fotografia de John Jonsson en la otra. Tenia la sensacion de haber preguntado a un centenar de pasajeros si conocian al hombre de la foto.

– ?Este es al que asesinaron? -pregunto una mujer con curiosidad.

– ?Lo reconoce?

– No me relaciono con esa gente -repuso ella.

Iba cargada con bolsas y paquetes, al igual que el resto. El ambiente era tenso. «La gente no parece contenta», penso Berglund.

Era policia en Uppsala desde hacia muchos anos. Esta era una mision rutinaria, una de muchas, pero nunca dejaba de sorprenderle la reaccion de los ciudadanos. Ahora, mientras intentaba resolver un asesinato, congelado en la parada del autobus, haciendo horas extras cuando debia estar preparando la fiesta de Navidad con su mujer, encontraba, si no desgana, si una actitud muy reservada.

Se acerco a un hombre mayor que se acababa de detener, dejaba en el suelo un punado de bolsas y encendia un cigarrillo.

– Hola, soy Berglund, de la policia -dijo, y enseno su placa-, ?reconoce a esta persona?

El hombre dio una profunda calada y luego estudio la fotografia.

– Si, claro, lo conozco desde hace mucho tiempo. Es el chaval del chapista.

Alzo la vista y lanzo una mirada inquisitiva a Berglund.

– ?Tiene problemas con la justicia?

A Berglund le gusto la voz del hombre. «Un poco ronca, seguro que fuma mucho», penso el policia. Y coincidia con su apariencia: un rostro sincero, curtido, de ojos claros.

– No, al contrario. Esta muerto.

El hombre dejo caer el cigarrillo al suelo y lo piso.

– Conocia a sus padres -conto-, Albin y Aina.

Berglund de pronto vislumbro un contexto. Se trataba de una sensacion difusa que en realidad no tenia nada que ver con la resolucion del asesinato. Tenia que ver mas bien con la agradable voz del hombre y su carisma. Se ajustaba al contexto. A veces Berglund se fiaba de esas sensaciones. Si intentaba explicarlo solo encontraba palabras extravagantes, en desuso.

Supuso que el hombre habia sido un obrero, quiza de la construccion. Su piel curtida delataba que habia estado expuesto al sol, al frio y al viento durante muchos anos. El dialecto lo delataba, asi como su manera de vestir, el chaqueton y el elegante sombrero algo comido por las polillas, las manos de recias unas. Parecia un hombre alto, bien aseado, aunque andaba un poco encorvado.

Si hablaran un rato el contexto se aclararia. A pesar de la diferencia de casi quince anos, tendrian seguramente una serie de conocidos comunes, de experiencias y referencias compartidas.

Berglund sabia que resolver crimenes era una cuestion de patrones, asi que en cierto modo el hombre y su contexto, su barrio, sus recuerdos, sus gestos y su lenguaje eran parte de la solucion. Era como si nada fuera imposible; bastaba con tener la habilidad de encajar las piezas del puzzle de la ciudad.

– ?Vive cerca de aqui?

El hombre hizo un movimiento con la cabeza.

– En la calle Marielundsgatan -dijo-, pero voy a ver al chaval. Vive en Salabackar.

– Yo estare por aqui una hora mas -indico Berglund-, pero quiza podriamos vernos despues y tomar un cafe.

El hombre dijo si con la cabeza, como si fuera lo mas normal del mundo que un policia te parara en la calle y luego te fueras a tomar cafe con el.

– Necesito aclarar unas cosas -explico Berglund.

– Comprendo -asintio el hombre-. Me llamo Oskar Pettersson. Me encontrara en la guia, llameme si necesita algo. Estare en casa a las ocho. Solo voy a llevarle unos arenques y unas cuantas cosas al chaval.

Cogio las bolsas y subio al autobus que acababa de detenerse. Berglund lo contemplo mientras tomaba asiento. No miro por la ventanilla, ?por que habria de hacerlo?

*****

Berglund aguanto hasta las siete. Algunos pasajeros creyeron reconocer a John, pero nadie podia dar informacion alguna, nadie lo habia visto en la parada.

Regreso a la comisaria. Hacia frio y Berglund estaba congelado. Habia telefoneado a casa para avisar de que trabajaria hasta tarde. Su mujer no se sorprendio.

Berglund no deseaba entrar en su despacho, asi que se sirvio un cafe de la maquina automatica y se dejo caer en un sillon desvencijado. Entraron algunos colegas uniformados. Hablaban de la Navidad. Berglund cogio su cafe y fue a ver al oficial de guardia. Hasta entonces no habia ocurrido nada especial, pero tras beberse el cafe, cuando estaba a punto de irse, recibieron una llamada de emergencia. Se quedo un rato, escucho como dirigian

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