– ?Puedes describir al hombre que pensabas que era un militar?

Vincent Hahn suspiro. Karolina Wittaker estaba sentada a un lado, con las piernas tan abiertas como le permitia la apretada falda. Haver no podia evitar mirar hacia su lado. Ella miraba a Hahn.

– Estaba enfadado -solto Hahn de pronto.

– ?Grito?

– Si, gritaba y vociferaba. Era desagradable.

Beatrice y Lundin habian bajado a la plaza Vaksala y habian hablado con los vendedores de abetos. Ninguno pudo recordar a John Jonsson ni a un hombre mayor que pareciera un militar.

– ?Por que crees que era un militar?

– Lo parecia.

– ?Lo dices por la ropa?

Hahn no respondio de inmediato, sino que se volvio hacia la psicologa. Su mirada se poso en sus piernas. Ella lo miro con tranquilidad.

– ?Tu quien eres? -pregunto, a pesar de que ella se habia presentado unos minutos antes.

– Karolina -dijo, y sonrio-. Te escucho e intento hacerme una idea de como era la plaza Vaksala, como gritaba ese hombre y como te asustaste.

Hahn bajo la mirada. Un silencio esperanzador descanso sobre la habitacion.

– Se parecia a Hitler -afirmo Hahn.

Las palabras salieron como escupidas de su boca.

– ?Tenia bigote? -pregunto Beatrice.

Asintio con la cabeza. Haver sintio como aumentaba la excitacion.

– Cuentanos mas cosas -pidio, y se inclino hacia delante intentando establecer contacto visual con Vincent.

– Corri hasta alcanzarlos.

– ?Cuantos anos tenia el otro? -pregunto Haver.

– Sesenta y tres -respondio Vincent raudo.

– Cuentanos algo de su ropa.

Hahn no respondio. Pasaron treinta segundos, un minuto. Haver sintio que la impaciencia iba en aumento. Intercambio una mirada con Beatrice.

– ?Como te sentias al correr tras ellos? -pregunto la psicologa-. ?Te quedaste sin aliento?

Hahn alzo la cabeza, la miro y cabeceo negativamente.

– ?Sabias que tenias que seguirlos?

Ella recibio un cabeceo afirmativo como respuesta.

– ?Crees que John tenia miedo?

– El nunca tenia miedo. Ni siquiera cuando el camion choco en la calle y la profesora grito. El simplemente se rio.

– Quiza tenia miedo aunque se riera -le propuso Karolina Wittaker.

Haver comprendio que el interrogatorio llevaria tiempo. Dudaba de como tomarse la intervencion de la psicologa. Habia presupuesto que ella desempenaria el papel de oyente, pero ahora habia tomado parte activa y dirigia la conversacion. Pero lo cierto era que Hahn habia comenzado a hablar. Miro de reojo a Beatrice y asintio con la cabeza.

– Era un camion de pimientos. Se cayeron muchas latas. De esas pequenas con pimientos rojos. Todos cogieron latas. Yo tambien. Dos. Papa creyo que las habia robado, pero yo dije que todos cogieron. Estaban tiradas en la calle.

– ?Se enfado?

– Si.

– Como el hombre de la plaza.

Hahn asintio con la cabeza.

– ?Que hacia tu padre?

– Era un nazi.

– ?En que trabajaba?

– No era nada. Gritaba al oido.

– ?Tu no querias ser un nazi?

– Yo soy taliban -sostuvo Vincent Hahn.

Haver se rio y recibio una mirada gelida de Karolina Wittaker. De pronto, Vincent se puso en pie y Haver dio un salto, pero se sento en la silla al ver que Hahn comenzaba a hablar.

– Andaba rapido. No era un abeto bonito. ?Por que hay que tener uno? Unicamente cuesta dinero. Piensa en todo ese espumillon, todas las bolas. Eso le dije a John. Solo se rio. Siempre se reia. El otro tambien se rio, aunque estaba enfadado.

– ?Fue en el patio de la escuela? -pregunto Beatrice.

– No hay que tener abetos dentro de casa.

– ?Hablo contigo el que estaba enfadado?

– Hablo conmigo. Dije que a los pinos no les gustaba que los talaran. Luego se fueron en coche y yo grite, aunque no se pueda gritar.

– ?Que gritaste?

– Que los pinos querian estar en paz. ?No os parece?

– Si, me lo parece -respondio Haver.

El aun no habia comprado ningun abeto. Solia hacerlo el dia antes de Nochebuena.

– Tenemos que encontrar al hombre que estaba enfadado -indico Beatrice-, ?entiendes? Quiza le haya hecho dano a alguien. Si estaba enfadado. Tenemos que hablar con el.

Resultaba absurdo hablar de forma tan infantil, pero comprendio que Vincent, en parte, aun era un nino. Seguro que la psicologa podria dar una larga charla sobre esto, pero Beatrice sintio instintivamente que era correcto dirigirse a el con ese tono infantil.

– ?Como iba vestido? -prosiguio ella-. ?Tenia ropa de vestir?

– No, nada de ropa de vestir. Como esas que salen en la tele, con bolsillos.

– ?Ropa militar?

– Disparan.

– ?Cazador?

Haver noto en la voz de Karolina que estaba tan excitada como el.

– Cazador -repitio Hahn-. Cazan.

Se hundio en la silla. Su tormento interior se reflejaba en su rostro. Se estremecio y se toco la herida de la frente. Haver supuso que recordaba los acontecimientos de la noche anterior en Savja. Vincent Hahn murmuro algo inaudible. Haver se inclino sobre la mesa. Hahn alzo la mirada y miro a Haver de hito en hito. «Ha sido una sensacion extrana», penso Haver. Fue como si el asesino padeciera unos instantes de claridad: «?Por que estoy aqui? ?He matado?». Haver sospecho que durante unos segundos Hahn busco respuestas, apoyo y quiza compasion. Luego desaparecio la expresion del rostro de Hahn y fue sustituida por la mirada desviada que habian visto durante toda la manana.

El contacto se habia roto y el resto de los diez minutos de interrogatorio respondio a sus preguntas incoherentemente. La psicologa hizo un par de intentos por abrirse camino, pero Hahn continuo inalcanzable.

35

Justus Jonsson se habia puesto en camino. No sabia adonde ir, pero no podia permanecer mas tiempo en casa. La idea que habia tenido por la manana ya no parecia tan obvia y sensata. John confiaba en una persona. Justus sabia donde vivia, habia estado alli con John varias veces. Erki habia sido como un segundo padre para John. El, que en la mayoria de los casos estaba tan seguro de sus argumentos, se ablandaba al hablar con el finlandes. La autosuficiencia de John desaparecia. A veces, en alguna discusion, Justus habia oido a John

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