– Se me ha pasado el jamon -informo ella rompiendo el encanto-. Lo mejor es que lo sepais cuanto antes.

– ?Cuantos grados? -pregunto la madre.

– Noventa -respondio Ann saliendo de la habitacion del nino.

– ?Ha quedado caldo? -pregunto el padre.

Ann se dio la vuelta y lo miro.

– Muchisimo -contesto ella, y sonrio.

– Pues entonces no importa -asintio satisfecho.

– Noventa -repitio su madre.

– Erik ha estado berreando todo el tiempo y me he olvidado del jamon. Creo que tiene un colico.

– ?Llora mucho?

– Si -afirmo Ann-, sobre todo por las noches.

Entro en la cocina y todo le parecio mal. Miro fijamente el jamon, que habia encogido hasta formar una masa grisacea. El olor la hizo retroceder. Oyo como su madre seguia balbuceando en la habitacion de Erik. Su padre seguramente se habia sentado en el salon. Ella misma debia comenzar a desempacar la comida que sus padres habian traido y a estallar en gritos de alegria por las mermeladas, la ensalada de arenque, el pate casero y los arenques encurtidos, pero no tuvo fuerzas.

– Tengo que salir un rato -grito, y se dirigio al recibidor.

Su madre abandono inmediatamente la habitacion de Erik, se coloco en la puerta y la miro con una expresion de interrogacion.

– ?Tienes que salir?

– Tengo que dar una vuelta. Si Erik se despierta dale un poco de papilla. Hay un paquete en la encimera.

– ?Pero te vas a ir ahora que acabamos de llegar?

– No tardare mucho. Quiza pueda comprar otro jamon. ?Hace falta algo mas?

La madre se sintio herida, pero tambien preocupada.

– ?Es por trabajo?

Conocia bien a su hija.

– No directamente -respondio Ann evasiva, y se puso el abrigo.

Simulo recapacitar, intento suavizar su huida con algun comentario amable, pero no se le ocurrio ninguno. En cambio, le lanzo a su madre una sonrisa poco entusiasta y abrio la puerta de la calle.

– Dale solo un biberon -indico medio vuelta-. Si le das mas tendra dolor de barriga. Tambien platano machacado -anadio, y se largo.

*****

Lindell llamo de inmediato a Haver, pero no contesto. Miro el reloj y decidio ir al Taller Sagander. Quiza todavia estuviera alli.

Cuando llego no quedaba mucho del edificio. La parte mas antigua, que estaba hecha de madera, habia desaparecido. Por lo demas, quedaban las ruinas tiznadas de dos muros laterales y un hastial. La nieve que no se habia derretido ya no era blanca, sino que estaba cubierta de manchas de hollin. Aun proseguia la labor de extincion, pero ya no se veian llamas.

Busco con la mirada a Ola Haver. Primero creyo que se habia ido de alli, pero justo cuando empezaba a desanimarse vio su figura.

Se acerco y se pego a su lado. El no la habia visto, y hablaba con el jefe de bomberos al que ya conocia. Este cabeceo por encima del hombro de Haver y Ola se dio la vuelta. Sonrio al verla.

– Vaya -saludo el-, no puedes dejarlo.

– Mis padres se ocupan de Erik. ?Sabes algo de Justus?

Haver nego con la cabeza. Finalizo la conversacion con el jefe de bomberos y le lanzo a Lindell una mirada divertida.

– Hemos telefoneado a Sagander. Creiamos que querria venir, pero esta KO en casa.

– ?Como que KO?

– Al parecer acaban de operarlo y ha pillado una infeccion -informo Haver, y la expresion de su rostro cambio de tal manera que Lindell penso que el sentia dolor en alguna parte.

– ?Que te pasa? -pregunto ella, y poso su mano sobre el hombro de el.

– La muleta -dijo simplemente-. Sabia que habia algo. El hospital -anadio, como si eso lo explicara todo.

– Cuentame -lo animo Lindell.

Ya le habia visto antes esa mirada y comprendio que debia de ser algo muy importante. La llevo a un lado. A ella le agrado la presion en su brazo.

– Sagander acaba de ser operado, seguramente en el Universitario. El cuchillo fue robado de un coche estacionado en el aparcamiento del hospital. Quiza Sagander tenga un coche como ese. Quiza el pueda ser «el hombre enfadado» de la plaza Vaksala.

– Demasiados «quiza» -apunto Lindell.

– ?Deberia haberlo pensado antes! Cuando interrogue aqui a Sagander, permanecio todo el tiempo sentado, se desplazaba por la oficina con su silla de ruedas y junto a la puerta habia una muleta.

Ahora todo encajaba. La difusa sensacion alrededor de la obra tenia ahora su explicacion. La obra del Universitario y la obra del solar colindante al taller. Recordo que habia estado mirando a los albaniles y que uno de ellos lo saludo con la mano. Como hijo de un obrero de la construccion, siempre le habia gustado contemplar excavaciones, construcciones y casetas. La obra era la palabra magica, pero su amor por la construccion en general le habia ocultado la conexion.

– ?Quien es el enfadado? -pregunto Lindell.

Haver le conto concisamente lo que Vincent habia relatado.

– Si tus suposiciones son acertadas -dijo Lindell-, ?es posible que Justus haya sospechado que Sagander tenia algo que ver con el asesinato?

Haver la miro pensativo. Lindell intuyo que buscaba mas conexiones, ahora que las supuestas piezas del puzzle empezaban a encajar.

– No lo se -respondio el, guardo silencio y se dio la vuelta.

Junto a la acera habia un bombero agachado restregandose nieve en el rostro. Escupio y resoplo, enderezo la espalda y miro el edificio calcinado. Lindell creyo ver una expresion vigilante en su rostro, como si esperara en cualquier momento un nuevo estallido de fuego y humo.

– Hacen un trabajo sensacional -senalo ella cabeceando hacia el bombero.

Haver no respondio. Estaba parado con el movil en la mano.

– Quiza deberiamos llamar a Berglund -propuso-, y a un coche.

Lindell comprendio que tenia intencion de ir a casa de Sagander.

– ?Donde vive? -pregunto ella.

– En una finca en los alrededores de Borje, creo. Le pedire a Berglund que lo compruebe.

Marco el numero y Lindell se hizo a un lado. Ella cogio su telefono y llamo a Berit. Sonaron unas cuantas senales antes de que respondiera. La voz apagada, como si esperara malas noticias.

– No tengo noticias -dijo en silencio-. He seguido llamando, pero nadie ha visto a Justus.

– ?Justus conocia bien a Sagander? -pregunto Lindell.

– ?Sagge? ?Por que lo preguntas?

Lindell sopeso si debia decirle que el taller acababa de incendiarse, pero se abstuvo.

– Habia pensado que…

– Debes saber que nuestra familia odia a Sagander. Justus nunca iria a su casa. ?Por que iba a hacerlo?

Entonces Lindell le explico todo y oyo como Berit tomaba aliento. Ella misma lo habia dicho: odiaban a Sagander. Del odio al incendio provocado habia apenas unos pasos.

– ?Crees que Justus lo ha provocado?

– No, solo pregunto -aclaro Lindell.

– ?Estas en el taller? ?Que dice Sagge?

– No esta aqui. Al parecer no puede andar. Vamos a ir a su casa.

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