– ?Tu tambien? ?Donde tienes al nino?
– Mi madre lo esta cuidando.
Lindell dejo su coche en la zona industrial. Recogieron a Berglund en la comisaria y se les sumo un coche con tres colegas uniformados.
– Tu no deberias estar aqui -dijo Berglund de inmediato al subir al coche de Haver.
– Ya lo se -contesto Lindell resuelta-, pero aqui estoy.
– ?Y el nino?
– Mis padres estan en casa de visita.
– ?Y tu te piras? -pregunto Berglund-. Incomprensible. Estamos casi en Navidad.
– Justo por eso -respondio Lindell para provocarlo.
Berglund suspiro en el asiento trasero.
– En realidad nunca he creido que Hahn fuera el asesino de Johny -sostuvo Haver, que no habia prestado la menor atencion a la disputa entre Lindell y Berglund.
– El unico que apuesta por Hahn es Sammy -informo Berglund.
– Lo hace para ir a contracorriente -considero Lindell, y se volvio hacia Berglund en el asiento trasero.
Ella se sentia valiosa en compania de sus colegas.
– ?Sabe Ottosson que estas con nosotros? -pregunto Berglund con aspereza.
Ella nego con la cabeza.
– Ni siquiera lo sabe mi madre -anadio Lindell, y esbozo la mejor de sus sonrisas.
Haver encendio la radio del coche. Lindell le lanzo una mirada elocuente a Berglund. En los altavoces se oyo la cancion
– Oh,
– Eres imposible -afirmo Berglund, pero sonrio-. Baja el volumen.
– Ya esta bien -dijo Haver.
– Prometo portarme bien -expreso Lindell.
– ?Bah! -solto Haver.
Se rio, pero tanto Berglund como Lindell comprendieron que se debia al nerviosismo.
38
La casa de Sagander se encontraba en lo alto de una colina. En otras circunstancias Lindell hubiera hecho un comentario sobre lo idilico del lugar. Era una casa de dos pisos, roja con las esquinas blancas y con una entrada cubierta que hacia las veces de balcon. En este habia dos pequenos arboles de Navidad decorados. Tenian lucecitas como el gran abeto del jardin, que media mas de ocho metros. Una par de alas, en las que casi todas las ventanas estaban iluminadas, completaban la imagen de prospera finca en las llanuras de Uppland.
– ?Es un latifundista? -pregunto Haver mientras conducia despacio por la entrada.
– Seguro que esta todo parcelado -dijo Berglund.
Unas ramas rodeaban el camino para marcar el arcen. De ellas colgaban unos pequenos gnomos.
– Joder, que decoracion -solto Haver disgustado.
– A mi me parece bonito -observo Berglund.
Lindell no dijo nada, pero echo un vistazo por si habia una furgoneta roja.
– No esta el coche -aviso ella.
Comprendieron a lo que se referia a pesar de que habia tres coches estacionados en el jardin. Haver aparco detras de un viejo Nissan y sus colegas uniformados estacionaron detras del coche de Haver. Se bajaron al mismo tiempo. Seis policias, de los cuales cinco estaban de servicio e iban armados. Lindell se sorprendio de que incluso Haver llevara su arma reglamentaria.
El trio uniformado espero en el jardin. Un perro lanudo se acerco y husmeo entre sus piernas, pero desaparecio tan rapido como habia venido. Lindell reflexiono sobre si ella tambien debia esperar en el jardin, pero un gesto casi imperceptible de Berglund indico que podia acompanarlos al interior.
Les abrio una mujer de unos sesenta anos. Se esforzo por parecer relajada y amable, pero los ojos la delataban. Vagaron entre los tres policias y se fijaron durante un instante en Lindell, como si buscaran una especie de comprension femenina.
– ?La senora Sagander? -dijo Berglund en un tono interrogativo.
Su voz amable, que contradecia su perfil arisco, le arranco una sonrisa insegura y una inclinacion de cabeza de asentimiento.
– Me imagino que buscan a Agne -apunto echandose a un lado.
Lindell sonrio a la mujer y cruzo el umbral.
– Ann Lindell -saludo, y tendio la mano.
– Gunnel -replico la mujer sonriendo.
En el amplio recibidor olia a hornada navidena. Lindell miro a su alrededor. La puerta de la cocina estaba abierta y entrevio una pared repleta de objetos de cobre, pero lo que mas llamo su atencion fue el suelo de madera del recibidor compuesto de listones de pino relucientes por la cera y el cuidado diario. Un inmenso buro de estilo rustico y un par de antiguas sillas de Ostervala, junto a unas alfombras caseras de claros colores, resaltaban el caracter rustico de la casa.
En una ventana habia una pequena miniatura de una iglesia de adviento iluminada sobre un lecho de algodon con pequenos gnomos como decoracion. La mujer observo la mirada de Lindell y le conto que fue su padre quien durante los anos cuarenta construyo la iglesia y elaboro los gnomos. Se entusiasmo, satisfecha de poder hablar de algo cotidiano.
– La Navidad es tan bonita… -expreso Lindell.
Agne Sagander los recibio sentado en un sillon con una pierna estirada sobre un escabel. A Haver, tras haberlo visto en el taller, le resulto fuera de lugar en la acogedora habitacion. Se veia que la situacion no le agradaba. Suspiro profundamente cuando ellos entraron.
– Aqui estoy sentado como un jodido idiota discapacitado -comenzo sin ningun respeto por las buenas maneras.
– Agne -pronuncio su mujer en un tono sumiso y cansino.
– Joder -protesto Agne Sagander.
– Un asunto lamentable lo del taller -empezo Berglund.
– Vaya delegacion mas numerosa -considero Sagander mirando a Lindell-. A usted la conozco de los periodicos. Asesinatos y desgracias, ?donde esta la parte divertida de todo eso?