– Pero si acabo de hablar con la senora Sorensen.

– Seguramente habra derivado los telefonos a su movil, ya veras.

Carl sacudio la cabeza. Estaban todos como cabras. Seguro que para cuando volviera al patio el Ministerio de Justicia habria vuelto a cambiar todo el montaje.

Se quedo mirando la blanda y tentadora butaca del inspector jefe de Homicidios. Alli al menos podria echar una cabezadita sin que lo viera nadie.

Diez minutos mas tarde lo desperto la mano del subinspector en el hombro y se encontro los risuenos ojos como canicas de Assad bailando a diez centimetros de su rostro.

Y se acabo la paz.

– Venga, Assad -dijo, levantandose de la butaca-. Vamos al sotano a quitar los papeles de las paredes a toda pastilla, ?entendido? ?Donde esta Rose?

Assad sacudio la cabeza.

– No podemos hacer eso.

Carl se puso en pie y se metio los faldones de la camisa en los pantalones. ?De que hablaba Assad? Pues claro que podian hacerlo. ?No era acaso el quien tomaba las decisiones?

– Hala, vamos. Y traete a Rose. ?YA!

– El sotano esta condenado -le advirtio el subinspector, Lars Bjorn-. El amianto del aislamiento de las tuberias se esta desprendiendo. Han estado los de la Inspeccion de Trabajo y no hay mas que hablar.

Assad asintio con la cabeza.

– Si; hemos tenido que subir nuestras cosas, y no estamos muy comodos en este cuarto. Pero te hemos encontrado una buena silla -anadio, como si fuera a servirle de consuelo-. Si, estamos los dos solos. Rose no queria estar aqui arriba y ha alargado el fin de semana, pero va a venir mas tarde.

Fue como si le dieran una patada en sus partes nobles.

Capitulo 2

Se quedo mirando fijamente las velas hasta que se consumieron y la envolvio la oscuridad. Muchas veces antes la habia dejado sola, pero nunca en el aniversario de su boda.

Aspiro hondo y se levanto. Ultimamente ya no se quedaba esperando junto a la ventana. Ya no escribia el nombre de su marido en el vaho de su aliento sobre el cristal.

Cuando se conocieron no faltaron las advertencias. Su amiga no lo veia claro, y su madre lo dijo sin rodeos. Era demasiado viejo para ella. En su mirada habia un destello de maldad. Era un hombre en quien no se podia confiar. Un hombre insondable.

Por eso llevaba tanto tiempo sin ver a su amiga y a su madre. Y por eso aumentaba su desesperacion ahora que la necesidad de contacto era mayor que nunca. ?Con quien iba a hablar? Si no tenia a nadie.

Miro las estancias vacias y bien ordenadas y apreto los labios mientras las lagrimas se acumulaban en sus ojos.

Entonces oyo al nino moverse y se repuso. Se seco la punta de la nariz con el dedo indice e hizo dos aspiraciones profundas.

Si su marido la enganaba, que no se hiciera ilusiones.

La vida debia tener mas que ofrecer.

Su marido entro al dormitorio con tal sigilo que solo lo delataba su sombra en la pared. Ancho de hombros y con los brazos abiertos. Despues se tumbo y la atrajo hacia si en silencio. Calido y desnudo.

Ella esperaba palabras dulces, pero tambien disculpas bien meditadas. Tal vez temia percibir el debil perfume de otra mujer y el titubeo de la mala conciencia. Sin embargo, el la asio, la volteo con fuerza y le arranco la ropa apasionadamente. El brillo de la luna iluminaba su rostro, y eso la excito. Atras quedaban el tiempo de espera, la frustracion, las preocupaciones y las dudas.

Hacia medio ano que no se ponia asi.

Gracias a Dios que sucedio.

– Voy a pasar algun tiempo fuera, carino -le dijo de improviso mientras desayunaban, acariciando la mejilla del pequeno. Con aire distraido, como si sus palabras carecieran de importancia.

Ella fruncio el ceno y puso los labios en punta para reprimir por un momento la pregunta inevitable; luego dejo el tenedor en el plato y se quedo con la mirada absorta en los huevos revueltos y las lonchas de beicon. La noche habia sido larga. Aun la sentia en su interior, en forma de leve molestia en la pelvis, pero tambien recordaba las caricias finales y las miradas tiernas, que hasta ahora la habian hecho olvidar todo lo demas. Hasta ahora. Porque en aquel momento el sol palido de marzo penetraba en la estancia como un invitado inoportuno e iluminaba con claridad los hechos: su marido iba a marcharse. Otra vez.

– ?Por que no puedes contarme que haces? Soy tu mujer. No voy a decirselo a nadie -le expuso.

Permanecio con cuchillo y tenedor en el aire. Su mirada se habia oscurecido.

– No, lo digo en serio -continuo ella-. ?Cuanto tiempo va a pasar hasta que vuelvas a estar como esta noche? ?Ya estamos otra vez? No tengo ni idea de lo que haces, y apenas estas presente cuando paras por casa.

El la miro de una manera excesivamente directa.

– ?No has sabido desde el principio que no podia hablar de mi trabajo?

– Ya, pero…

– Pues dejalo estar.

Dejo cuchillo y tenedor en el plato y se volvio hacia su hijo con algo parecido a una sonrisa.

Ella respiraba hondo, con calma, pero en su interior le embargaba la desesperacion. Porque era cierto. Mucho antes de la boda el la hizo comprender que no podia hablar de sus misiones. A lo mejor sugirio que tenia que ver con servicios de inteligencia, ya no se acordaba. Pero por lo que ella sabia la gente de los servicios de inteligencia llevaba una vida bastante normal, aparte de su trabajo, y la vida que llevaban ellos no era nada normal. A no ser que la gente de los servicios de inteligencia empleara tambien el tiempo en misiones mas alternativas como la infidelidad, porque ella sospechaba que podia tratarse de eso.

Recogio los platos y estuvo pensando en presentarle su ultimatum de inmediato. En arriesgarse a la furia de su marido, que temia, pero de cuyo alcance aun no sabia nada.

– ?Cuando volvere a verte? -pregunto.

El la miro sonriendo.

– Espero estar de vuelta para el miercoles que viene. Este tipo de trabajos suele llevarme unos ocho o diez dias.

– Vale. O sea que vas a llegar justo a tiempo para el torneo de bolos -observo, sarcastica.

El se levanto y coloco su corpachon tras ella, juntando las manos bajo sus pechos. Sentir la cabeza de el contra su hombro siempre le habia dado escalofrios de placer. Esta vez se contrajo.

– Si -dijo el-. Seguro que vuelvo a tiempo para el torneo. Asi que dentro de poco tu y yo vamos a refrescar las sensaciones de anoche. ?Te parece bien?

Cuando partio y el ruido del coche se fue alejando, ella se quedo un buen rato con los brazos cruzados y la mirada perdida. Una cosa era una vida en soledad. Otra era no saber por que tenia que pagar aquel precio. Las posibilidades de descubrir a un marido como el suyo en algun tipo de engano eran minimas, ya lo sabia, aunque nunca lo habia intentado. Su terreno de caza era extenso, y era un hombre precavido, como lo corroboraba su vida en comun. Planes de pensiones, seguros, comprobar dos veces puertas y ventanas, maletas y equipaje, la mesa siempre ordenada, nunca habia un papel casual o facturas en sus bolsillos o cajones. Era un hombre que no dejaba muchas huellas. Ni su olor permanecia mas de unos minutos cuando salia de una habitacion. Y asi ?como iba a descubrir un asunto de faldas, a menos que contratase a un detective para que lo siguiera? ?Y de donde iba a sacar el dinero para eso?

Saco hacia delante el labio inferior y soplo con lentitud aire caliente hacia su rostro. Era el movimiento que hacia siempre antes de tomar una decision importante. Antes de saltar el mayor obstaculo en clase de hipica,

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