manana temprano.
El lunes por la manana Rakel miro por la ventana hacia el sol naciente tras la iglesia de Dollerup. Largos rayos temblorosos en la bruma perlada. La esencia divina desplegada en todo su esplendor. ?Como podia aquella infinita belleza ordenarle que portara aquella cruz? Y ?como podia permitirse hacer una pregunta asi? Los caminos del Senor eran inescrutables, bien que lo sabia ella.
Puso los labios en punta para no ceder al llanto, volvio a juntar las manos y cerro los ojos.
Rakel habia rezado toda la noche, como tantas veces antes en el seno seguro de la comunidad, pero esta vez no alcanzo el sosiego. Porque estaba siendo puesta a prueba, era la hora fatidica de Job, y el dolor se le hacia interminable.
Cuando el sol asomo sobre las nubes y Joshua se marcho al ayuntamiento para que lo ayudaran a que Hacienda le devolviera el pago voluntario realizado por Maquinaria Agricola Krogh, casi no le quedaban fuerzas.
– Josef, hoy no iras al instituto y cuidaras a tus hermanas -dijo a su hijo mayor. Debia estar sola, sin Miriam y Sarah, para poder concentrarse.
Cuando Joshua volviera, mas le valia tener el dinero. Habian acordado que depositaria el cheque en el Vestjysk Bank y les pediria que dividieran el total en seis partes y transfiriesen cinco de ellas a sus respectivas cuentas de Nordea, Danske Bank, Jyske Bank, la caja de ahorros Kronjylland y el Almindelig Brand Bank. Equivaldria a un pago en metalico en cada banco de unas ciento sesenta y cinco mil coronas, y ya se las arreglarian para sacarlas sin que les hicieran preguntas. Si en alguno de los bancos le entregaban billetes nuevos, iban a ensuciarlos, arrugarlos e intercalarlos entre los billetes de los demas bancos. Asi garantizaban, por una parte, que recuperaban todo el dinero, y por otra que el diablo que se habia llevado a sus hijos no sospechara que habian entregado billetes marcados.
Rakel reservo billetes para el intercity de la tarde que llegaba a Odense a las 19.29 para enlazar despues con el que partia hacia Copenhague, y se quedo esperando a su marido. Lo esperaba de vuelta hacia las doce o la una, pero para las diez y media ya habia vuelto.
– ?Tienes el dinero, Joshua? -pregunto, aunque al primer golpe de vista se dio cuenta de que no lo tenia.
– No es tan sencillo, Rakel. Pero ya lo sabia -dijo su marido con voz debil-. En el ayuntamiento van a hacer un esfuerzo por ayudarnos, pero la cuenta en cuestion es de la Agencia Tributaria, y ahi las cosas no van tan deprisa. Es espantoso.
– Los has presionado, ?verdad? ?Los has presionado? No tenemos todo el dia, los bancos cierran a las cuatro -hizo saber, desesperada-. ?Que les has dicho? Dimelo.
– Les he dicho que me hacia falta el dinero. Que habia hecho el ingreso por error. Que tengo problemas con el sistema informatico y que he perdido el control. Que ha habido transferencias a nuestras cuentas que no se han realizado, ademas de que han desaparecido facturas del sistema que no habia tenido en cuenta. Luego les he dicho que hoy un par de proveedores me han reclamado pagos, y que vamos a perder los mas importantes si no les pago ahora mismo. Que los proveedores estan muy presionados, debido a la crisis financiera, y van a venir a llevarse sus cosechadoras para venderselas a clientes que iban a comprarlas con una gran rebaja. Les he dicho que iba a perder nuestras ventajas de
– Oh, no. ?Era necesario hacerlo tan complicado, Joshua? ?Por que?
– Es lo que se me ha ocurrido.
Se desplomo sobre la silla y dejo el maletin vacio encima de la mesa.
– Tambien yo estoy presionado, Rakel. No puedo pensar como siempre. Tampoco yo he dormido esta noche.
– Dios mio. Y ahora ?que? ?Que hacemos?
– Pues recurrir a la comunidad. ?Que, si no?
Rakel apreto los labios y se imagino a Samuel y Magdalena. Pobres ninos inocentes, ?que habian hecho para merecer aquel amargo caliz?
Se habian asegurado de que el sacerdote de su comunidad estaria en casa, y ya se habian puesto los abrigos para salir cuando llamaron a la puerta.
Si dependiera de Rakel no habrian abierto, pero su marido estaba algo confuso.
No conocian a la mujer que estaba en la puerta con un maletin en la mano, y tampoco deseaban hablar con ella.
– Isabel Jonsson. Vengo del ayuntamiento -dijo, entrando al recibidor.
Rakel se atrevio a abrigar esperanzas. Tal vez la mujer llevara unos papeles que debian firmar. Lo mas seguro es que todo estuviera arreglado. Asi que su marido no era tan tonto, despues de todo.
– Entre. Podemos sentarnos en la cocina -propuso, aliviada.
– Veo que van a salir. No necesito molestarlos ahora. Puedo volver manana, si les viene mejor.
Rakel sintio que el cielo se encapotaba mientras se sentaban en torno a la mesa de la cocina. Asi que no iba a ayudarles a recuperar el dinero. En ese caso, debia saber que tenian prisa. ?Por que no terminar de una vez? «No necesito molestarlos ahora», habia dicho. ?Que tonteria era esa?
– Soy una tecnica informatica del equipo municipal asesor de empresas. Tengo entendido, por mis companeros del ayuntamiento, que tienen serios problemas con su sistema informatico. Por eso me han enviado aqui.
Sonrio y les dio su tarjeta. «Isabel Jonsson, tecnica informatica, Ayuntamiento de Viborg», ponia. Desde luego, era lo que menos falta les hacia en aquel momento.
– Mire -dijo Rakel, ya que su marido no parecia querer intervenir-, es muy amable por su parte, pero en este momento no es buena idea, andamos con mucha prisa.
Creia que eso inclinaria la balanza y que la mujer se levantaria, pero en su lugar se quedo de pronto quieta mirando al frente, como si estuviera clavada a la mesa. Como si a toda costa fuera a ejercer el derecho institucional a entrometerse, y no era el momento.
Asi que Rakel se levanto y miro con dureza a su marido.
– Es hora de salir, Joshua. Tenemos prisa.
Se volvio a la mujer.
– Si nos disculpa…
Pero la mujer seguia sin levantarse. Fue entonces cuando Rakel vio que estaba mirando fijamente la foto que habia sacado Sarah. La foto que habia estado sobre la mesa de la cocina para recordarles que en todo rebano puede encontrarse una oveja negra.
– ?Conocen a este hombre? -pregunto la mujer.
La miraron, desconcertados.
– ?Que hombre? -quiso saber Rakel.
– Ese -respondio la mujer, poniendo el dedo bajo la cabeza del hombre.
Rakel presintio peligro. Igual que aquella terrible tarde en el pueblo de Baobli, cuando los soldados preguntaron por el camino.
Por el tono, por la situacion.
Alli estaba pasando algo raro.
– Tiene que irse -la apremio-. Tenemos prisa.
Pero la mujer no se movio.
– ?Lo conocen? -se limito a decir.
Vaya, o sea que era eso. Era otro diablo azuzandolos. Otro diablo con aspecto de angel.
Rakel cerro los punos y se puso delante.
– Ya se quien eres, y debes marcharte. ?Crees que no se que te ha enviado ese cerdo? Sigue tu camino. Ya sabes que no tenemos tiempo que perder.
Entonces noto con sobresalto que su interior se resquebrajaba. Que de pronto ya no podia reprimir las lagrimas. Que la furia y la impotencia la arrastraban hasta el fondo.
– ?VETE! -grito con los ojos cerrados y las manos apretadas sobre el pecho.
Entonces, la mujer se levanto y se acerco a ella. La tomo por los hombros y la sacudio suavemente hasta que sus miradas se cruzaron.
– No se de que esta hablando, pero creame: si alguien odia a ese hombre, esa soy yo.