mientras trataba de llevar algunos de los libros de la escuela a los anexos. Aquel dia habian quemado muchas casas, lo hacia por precaucion.

Y alli estaban ellos, los que llevaban todo el dia matando, que ahora debian liberar las descargas electricas que hormigueaban por su cuerpo.

Se dijeron algo que no entendio, pero los ojos lo decian todo. Estaba en el lugar equivocado. Demasiado joven y demasiado accesible en el aula vacia.

Salto con todas sus fuerzas a un lado e intento huir por la ventana, pero la agarraron por los tobillos. La arrastraron de vuelta y le dieron un par de patadones hasta que se quedo quieta.

Tres cabezas bailaron en el aire un momento ante su mirada, y despues dos cuerpos se abalanzaron sobre ella.

La superioridad numerica y la arrogancia hicieron que el tercer soldado apoyara su Kalashnikov en la pared y ayudara a los otros dos a abrirle las piernas. Le taparon la boca y la penetraron uno tras otro mientras reian histericos. Respiraba con dificultad por las narices medio taponadas, y en un momento dado oyo a su novio gemir en el cuarto de al lado. Tuvo miedo por el. Miedo de que los soldados lo oyeran y lo remataran.

Pero su novio gemia en voz baja. Aparte de eso no reacciono.

Cuando cinco minutos mas tarde, tumbada en el suelo polvoriento, miro a la pizarra, donde apenas dos horas antes habian escrito «I can hop, I can run» [2], su novio habia desaparecido con el arma. No le habria costado disparar y matar a los soldados sudorosos, tumbados con los pantalones desabrochados y resoplando junto a ella.

Pero el no estuvo para defenderla, y tampoco estaba cuando ella se puso en pie de un salto, agarro el Kalashnikov del soldado, disparo una larga rafaga que descuartizo los cuerpos de los negros y salio dejando tras de si un eco de gritos y un vaho de humo de polvora y sangre caliente.

Su novio habia estado con ella cuando todo iba bien. Cuando la vida era facil y el futuro prometedor. No cuando llevo a rastras los cuerpos descuartizados hasta el estercolero y los cubrio con hojas de palma, y tampoco cuando limpio las paredes de pedazos de carne y sangre.

Por eso, entre otras cosas, tenia que escapar.

Era la vispera de que se confesara ante Dios y se arrepintiera profundamente de sus pecados. Pero la promesa que se hizo por la noche cuando se arranco el vestido y lo quemo, la noche en que se lavo la entrepierna hasta despellejarse, no la olvido jamas.

Si el Diablo volvia a cruzarse en su camino, tomaria cartas en el asunto.

Si ella quebrantaba los mandamientos del Senor, seria una cuestion entre ella y El.

Mientras Isabel apretaba el acelerador a fondo y su mirada deambulaba entre la carretera, el GPS y el retrovisor, Rakel dejo de sudar. El temblor de sus labios disminuia a cada segundo que pasaba. Los latidos de su corazon se sosegaron. Por un instante recordo como puede transformarse el miedo en furia.

El pavoroso recuerdo del aliento satanico y los ojos amarillos de los soldados del NPFL, que no mostraron compasion, se propago por su cuerpo e hizo que apretara las mandibulas.

Antes habia actuado, o sea que podria volver a hacerlo.

Se volvio hacia su chofer.

– En cuanto entreguemos las cosas a Joshua me pongo al volante. ?Entendido, Isabel?

Isabel sacudio la cabeza.

– No va a resultar, Rakel, no conoces mi coche. Hay un monton de cosas que no funcionan. Las luces de posicion. El freno de mano esta flojo. Tiene la direccion muy sensible.

Menciono un par de cosas mas, pero a Rakel le daba igual. Puede que Isabel no creyera que la beata Rakel pudiera estar a su altura al volante. Pero pronto saldria de su error.

Encontraron a Joshua en el anden de la estacion de Odense: tenia el semblante gris y un aspecto lastimoso.

– ?No me gusta lo que decis!

– No, pero Isabel tiene razon, Joshua. Lo haremos asi. Debe notar nuestro aliento en su nuca. ?Llevas el GPS, como hemos convenido?

Joshua asintio en silencio y la miro con ojos enrojecidos.

– El dinero me importa un bledo -aseguro.

Rakel lo asio del brazo con fuerza.

– No tiene nada que ver con el dinero. Ya no. Tu sigue sus instrucciones. Cuando el emita el destello de luz tu arroja el saco, pero deja el dinero en la bolsa de deportes. Mientras tanto, intentaremos seguir el tren lo mejor que podamos. No tienes que pensar en nada, solo debes orientarnos sobre donde esta el tren si te lo preguntamos, ?de acuerdo?

Su marido hizo un gesto afirmativo, pero era evidente que no estaba de acuerdo.

– Dame la bolsa con el dinero -dijo Rakel-. No me fio de ti.

El sacudio la cabeza; asi que Rakel estaba en lo cierto. Y es que estaba segura.

– ?Damela! -grito, pero Joshua seguia reacio. Entonces ella le cruzo una bofetada seca y fuerte bajo el ojo derecho y asio la bolsa de deportes. Para cuando Joshua se dio cuenta de lo que ocurria, la bolsa habia pasado a manos de Isabel.

Entonces Rakel agarro el saco vacio y metio en el la ropa del secuestrador, a excepcion de la camisa con los pelos. Y puso encima el herraje, el candado y la carta escrita por Joshua.

– Toma. Y haz lo que hemos convenido. De lo contrario no volveremos a ver a nuestros hijos. Creeme, lo se.

Seguir la marcha del tren fue mas dificil de lo que habia creido. Al salir de Odense llevaban ventaja, pero para cuando llegaron a Langeskov esta empezo a disminuir. Los informes de Joshua eran inquietantes, y los comentarios de Isabel al comparar la situacion por GPS del coche y del tren se hicieron cada vez mas impacientes.

– Dejame coger el volante, Rakel -grazno Isabel-. No tienes temple para esto.

Pocas veces habian tenido unas palabras tanto efecto en Rakel. Apreto el acelerador hasta el fondo y, al cabo de unos cinco minutos, el rugido del motor acelerado al maximo fue el unico sonido que se oia.

– ?Ya veo el tren! -grito Isabel, liberada, cuando la autopista E-20 corto la linea de ferrocarril. Entonces apreto una tecla del movil y a los pocos segundos oyo la voz de Joshua al otro lado de la linea.

– Tienes que mirar a la izquierda, Joshua, estamos algo mas adelante -advirtio-. Pero la autopista hace una curva muy abierta de varios kilometros, asi que dentro de poco nos habras adelantado. Intentaremos alcanzarte en el puente del Gran Belt, pero va a ser dificil. Despues tendremos que pasar por la cabina de peaje.

Isabel escucho el comentario de Joshua.

– ?Te ha llamado el? -pregunto despues, antes de cerrar el movil.

– ?Que te ha dicho? -pregunto Rakel.

– Que aun no habia hablado con el secuestrador. Pero no sonaba bien, Rakel. Se niega a creer que podamos llegar a tiempo. Ha dicho entre tartamudeos que a lo mejor daba igual que lleguemos o no. Que bastaba con que el secuestrador comprendiera el mensaje de la carta.

Rakel apreto los labios. «Da igual», decia su marido. Pues de eso nada. Tenian que llegar antes de que el secuestrador emitiera un destello hacia el tren. Tenian que llegar antes, y entonces iba a enterarse aquel cabron que se habia llevado a sus hijos de lo que ella era capaz.

– No dices nada, Rakel -comento Isabel a su lado-. Pero lo que dice Joshua es verdad. No podemos llegar a tiempo.

La tia volvia a tener la vista pegada al velocimetro. No podia subir mas.

– ?Que vas a hacer en el puente, Rakel? Hay un monton de camaras y el trafico es denso. Y ?que vas a hacer cuando tengamos que pagar el peaje al otro lado?

Rakel estuvo un rato sopesando las preguntas mientras avanzaba por el carril de adelantamiento con el intermitente puesto y las luces largas encendidas.

– Tu no te preocupes de nada -dijo despues.

Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ОБРАНЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату