– No lo se. Ya he dicho que me habia marchado para cuando ella volvio.

Assad volvio a asentir con la cabeza. Tambien estaba en el informe.

Carl le dirigio una mirada profesional. «El metodo consiste en preguntar mas de una vez», venia a decir. Asi tendria algo en que pensar.

– Creia que Uffe no podia quedarse solo en casa -anadio despues.

– Si, hombre -respondio la asistenta con mirada alegre-. Pero no de noche.

En aquel momento Carl deseo estar en la silla de su escritorio del sotano. Llevaba anos teniendo que sacar informacion a la gente con sacacorchos, y tenia los brazos cansados. Un par de preguntas mas y se largarian. El caso Lynggaard estaba evidentemente tocado desde el principio. Merete se habia caido por la borda. Suele ocurrir.

– Ademas, podia haber sido demasiado tarde si yo no se la hubiera dejado a la vista -continuo la mujer.

Carl vio que la mirada de la asistenta se desviaba un momento. No hacia los pastelitos. Lejos.

– ?A que te refieres?

– Bueno, ella murio al dia siguiente, ?no?

– En este momento no estabas pensando en eso, ?verdad?

– Si, si.

Junto a el, Assad puso su pastel sobre la mesa. Aunque pareciera increible, tambien el se habia dado cuenta de la maniobra evasiva.

– Estabas pensando en otra cosa, me he dado cuenta. ?Que querias decir con eso de que podia haber sido demasiado tarde?

– Simplemente lo que he dicho: que murio al dia siguiente.

Carl alzo la mirada hacia el anfitrion goloso.

– ?Podemos hablar con Helle en privado?

El hombre no parecio alegrarse, y tampoco Helle Andersen. Se aliso la bata, pero el dano ya estaba hecho.

– Vamos, Helle, dilo -dijo Carl inclinado hacia ella, cuando el anticuario salio silenciosamente de la estancia-. Si te has guardado alguna informacion, este es el momento de darla, ?de acuerdo?

– No habia nada mas.

– ?Tienes hijos?

La mujer curvo las comisuras hacia abajo. ?Que tenia que ver aquello con la cuestion?

– Vale. Abriste el sobre, ?verdad?

La asistenta echo la cabeza hacia atras, asustada.

– Claro que no.

– Eso es perjurio, Helle Andersen. Tus hijos van a echarte de menos una temporada.

Para ser una mujerona del campo, reacciono con inusual rapidez. Las manos volaron a la boca, las piernas retrocedieron debajo del sofa y contrajo el diafragma para marcar distancias con aquel peligroso policia- animal.

– No lo abri -nego, impetuosa-. Solo lo puse a contraluz.

– ?Que ponia?

Las cejas de la asistenta casi se entrecruzaban.

– Pues solo ponia: «Buen viaje a Berlin».

– ?Sabes a que iba a Berlin?

– Era un viaje de ocio con Uffe. Solian hacerlo de vez en cuando.

– Entonces, ?por que era tan importante desearle un buen viaje?

– No lo se.

– ?Quien podia saber algo acerca del viaje, Helle? Por lo que he oido, Merete llevaba una vida muy enclaustrada con Uffe.

La mujer se encogio de hombros.

– Tal vez alguien del Parlamento, no lo se.

– Para algo asi, ?no usan el correo electronico?

– Pues no lo se.

Estaba claro que la asistenta se sentia presionada. Tal vez mintiera; tal vez fuera facil de presionar, sin mas.

– Puede que fuera alguien del ayuntamiento -aventuro la mujer. Y la pista se cerro.

– Ponia «Buen viaje a Berlin». ?Y que mas?

– Nada mas. Solo eso, de verdad.

– ?Ninguna firma?

– No. Solamente eso.

– Y el mensajero, ?que aspecto tenia?

La mujer medio oculto el rostro tras sus manos.

– Solo recuerdo su abrigo elegante -declaro en voz baja.

– ?No viste nada mas? No puede ser.

– Bueno, si. Era mas alto que yo, aunque estaba un peldano mas abajo. Y llevaba puesta una bufanda, una bufanda verde. No le cubria toda la barbilla, pero si la mayor parte de la boca. Tambien llovia, seria por eso. Estaba algo acatarrado, o al menos eso parecia.

– ?Estornudo?

– No, pero parecia acatarrado. Tenia la voz algo gangosa.

– ?Ojos? ?Azules o castanos?

– Creo que azules. Creo. Puede que fueran grises. Los reconoceria si los viera.

– ?Cuantos anos tenia?

– Mas o menos como yo.

Como si aquella informacion sirviera para algo.

– ?Y cuantos anos tienes?

Ella lo miro algo indignada.

– Voy a cumplir treinta y cinco -respondio, mirando al suelo.

– ?Y en que coche llego?

– Que yo sepa, en ninguno. Al menos no habia ninguno en el aparcamiento.

– No pudo venir andando hasta aqui.

– No, tambien yo lo pense.

– Pero ?no lo comprobo?

– No. Es que tenia que preparar la comida de Uffe. Siempre almorzaba mientras yo oia las noticias.

Hablaron de la carta durante el trayecto. Assad no sabia mas. La investigacion policial se habia atascado al llegar a ese punto.

– Pero ?por que cono era tan importante entregar una informacion tan trivial? ?Cual era el mensaje? Podria entenderse si fuera de alguna amiga y la carta estuviera perfumada y metida en un pequeno sobre con flores estampadas. Pero ?en un sobre tan anonimo y sin firmar?

– Creo que esa Helle no sabe gran cosa -continuo Assad mientras ponian rumbo a Bjs?kerupvej, donde se encontraba el Departamento de Salud del municipio de Stevns.

Carl miro hacia los edificios. Habria sido conveniente tener una orden judicial en el bolsillo para aquella visita.

– Quedate aqui -ordeno a Assad, cuyo rostro no brillo de felicidad, que se diga.

Encontro el despacho de la directora despues de preguntar un par de veces.

– Si, la asistenta a domicilio suele visitar a Uffe Lynggaard -asintio la directora mientras Carl se metia la placa en el bolsillo-. Pero vamos algo retrasados con el archivado de casos antiguos en este momento. Ya sabe, la reforma de los municipios.

La mujer que tenia delante no sabia mucho del caso. Pues tendria que buscar a otra persona. Demonios, alguien tenia que conocer a Uffe Lynggaard y a su hermana. La menor informacion podia valer su peso en oro. Tal vez habian visto algo durante la visita domiciliaria que pudiera ayudarlo a avanzar.

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