Sintio que una sensacion de acidez lo aranaba por dentro y casi deseo un sorbo de la goma arabiga de Assad.
A Carl no le gustaba esperar cuando no hacia falta. ?Por que cono no lo dejaban hablar con el puto pedagogo de Godhavn inmediatamente? Aquel Atomos tenia que tener nombre y numero de registro civil. Algo que engarzara con el presente. Tenia que averiguarlo. ?Ya!
Apago la colilla, despego de la pizarra blanca las viejas listas del caso y dejo que su mirada se deslizara por ellas.
SOSPECHOSOS:
1) Uffe
2) Mensajero desconocido. Carta sobre Berlin
3) La persona del restaurante Cafe Bankerat
4) «Companeros» de Christiansborg – TB +?
5) Robo con homicidio. ?Cuanto dinero en el bolso?
6) Agresion sexual
INVESTIGAR:
Asistenta social de Stevns Telegrama
Secretarias del Parlamento
Testigos del transbordador de Schleswig-Holstein
Familia adoptiva despues del accidente/antiguos companeros de universidad. ?Tenia tendencia a la depresion? ?Estaba embarazada? ?Enamorada?
Junto a «Mensajero desconocido» escribio entre parentesis «Atomos haciendo de Daniel Hale». Despues tacho las iniciales de Tage Baggesen y tambien la pregunta de si estaria embarazada, en la parte inferior del segundo folio.
Ademas del tercer punto, seguian quedando los puntos cinco y seis del primer folio. Una pequena cantidad habria podido bastar para tentar el cerebro enfermo de un ladron homicida, mientras que el punto seis, con su trasfondo de motivacion sexual, no era verosimil, habida cuenta de las circunstancias y el tiempo limitado en el transbordador.
De las cuestiones del segundo folio seguian faltandole los testigos del transbordador, la familia adoptiva y los companeros de estudios. En cuanto a los testigos, los informes no aportaban nada de nada, y el resto no importaba ya. Desde luego, suicidio no habia sido.
Con esos folios no voy a ninguna parte, penso, volvio a mirarlos un par de veces y los echo a la papelera. Con algo habia que llenarla.
Cogio la lista de telefonos de Merete Lynggaard y la puso a la altura de los ojos. Desde luego, el colega de Assad habia logrado un resultado cojonudo. La tachadura habia desaparecido por completo. Era realmente increible.
– ?Tienes que decirme quien te ha hecho esto! -grito al otro lado del pasillo, pero Assad lo detuvo con un movimiento de la mano.
Vio que su ayudante tenia el telefono pegado al oido y movia la cabeza asintiendo. No parecia animado, al contrario. Seguramente seria imposible encontrar al abonado del antiguo numero de movil que aparecia en la lista como perteneciente a Hale.
– ?Habia tarjeta en el movil? -pregunto cuando Assad entro con su pedazo de papel, apartando el humo con un leve gesto desaprobador.
– Si -respondio, pasando el papel a Carl-. Estaba a nombre de una chica de secundaria de la escuela Tjornelys de Greve. Informo que se lo habian robado del abrigo, que colgaba fuera de la clase, el lunes 18 de febrero de 2002. No denuncio el robo hasta pasados unos dias, y nadie sabe quien lo hizo.
Carl asintio en silencio: o sea que sabian quien era el abonado, pero no quien habia robado el movil y lo habia usado. Tenia su logica. Estaba seguro ya de que todo encajaba. La desaparicion de Merete Lynggaard no habia sido una sucesion de casualidades. Un hombre se le habia acercado con intenciones turbias, como se decia, provocando una serie de acontecimientos cuyo resultado fue que desde entonces nadie habia vuelto a ver a la guapa parlamentaria. Entretanto habian transcurrido mas de cinco anos. Naturalmente, Carl se temia lo peor.
– Lis pregunta, entonces, si tiene que seguir con el caso -anadio Assad.
– ?Como?
– Si tiene que intentar establecer una conexion entre las conversaciones hechas desde el telefono fijo del despacho de Merete Lynggaard y este numero -aclaro Assad, senalando el papel donde estaban escritos los datos de la chica con bastante buena letra: «25772060, Sanne Jonsson, Tvaerager 90, Greve Strand». Asi que Assad era capaz de escribir de manera legible.
Carl sacudio la cabeza para si. ?Seria posible que hubiera olvidado pedir que se comparasen las listas de llamadas? Tendria que empezar a usar un cuaderno antes de que el Alzheimer lo atacara en serio.
– Desde luego -respondio con firme naturalidad. Tal vez asi se descubriera una cronologia que permitiera establecer una pauta en el desarrollo y termino de la relacion entre Merete Lynggaard y el falso Daniel Hale.
– Pero necesitara un par de dias, Carl. Lis no tiene tiempo ahora, y dice que va a ser bastante dificil cuando ha pasado tanto tiempo, o sea. Puede que no saquemos nada en limpio -dijo con expresion triste.
– Venga, Assad, dime quien ha sido capaz de hacer un trabajo tan impresionante -insistio Carl mientras sopesaba la agenda de Merete en la mano.
Pero Assad no queria.
Carl iba a explicarle que andar con secretos no iba a hacer ningun bien a sus probabilidades de mantener el puesto, pero entonces sono el telefono.
Era el responsable de Egely, y su aversion por Carl rezumaba del receptor.
– Sepa usted que Uffe Lynggaard abandono la residencia el viernes poco despues de que usted lo sometiera a terribles ultrajes. No sabemos donde esta. La policia de Frederikssund esta sobre aviso, pero si le ha ocurrido algo grave, Carl Morck, ya me encargare de arruinar su carrera.
Despues colgo bruscamente, dejando a Carl ante un silencio resonante.
A los dos minutos llamo el jefe de Homicidios y le pidio que apareciera por su despacho. No hacian falta mas explicaciones, Carl conocia el tono.
Tenia que subir al segundo piso, y ademas enseguida.
Capitulo 33
La pesadilla empezo ya en el quiosco de la estacion de Allerod. El numero especial de
Un par de vecinos, incomodos, hicieron como que no lo veian mientras compraban bocadillos y fruta. «Agente de la policia amenaza a periodista», atronaba el titular, y debajo, en letra pequena, ponia: «La verdad sobre el tiroteo de Amagen».
El hombre del quiosco parecio decepcionado cuando Carl no quiso invertir personalmente en la noticia, pero ya le valia a Pelle Hyttested, y no iba a contribuir a que se sacara los garbanzos a su costa.
En el tren le dirigieron muchas miradas, y Carl volvio a sentir la presion del pecho.
En Jefatura no mejoraron las cosas. Habia terminado el dia anterior teniendo que dar explicaciones en el despacho del jefe a causa de la huida de Uffe Lynggaard, y ahora volvian a reclamarlo de arriba.
– ?Que mirais, papanatas? -gruno a un par de agentes que no parecian estar precisamente tristes por el.
– Veras, Carl, la cuestion es que voy a hacer contigo -comenzo Marcus Jacobsen-. Me temo que la semana