– ?Que si conozco una empresa que fabricaba revestimientos para sistemas de contencion en Dinamarca a mediados de los ochenta? -pregunto-. Pues claro. HJ Industries debia de ser una de las lideres mundiales.

El hombre dijo «HJ Industries». Carl se habria dado contra una pared. HJ, pues claro, Henrik Jensen. HJ I-n- d-u-s-t-r-i-e-s, ?por supuesto! Era asi de sencillo. Joder, en el registro mercantil ya podrian haberlo orientado hacia esa posibilidad.

– Si, la empresa de Henrik Jensen se llamaba en realidad Trabeka Holding, no me pregunte por que, pero el nombre HJI es conocido hoy en dia en todo el mundo. Sus estandares nunca fueron superados. Fue una triste historia lo de la muerte repentina de Henrik Jensen y la rapida quiebra posterior, pero sin su liderazgo sobre sus veinticinco colaboradores y sin sus enormes exigencias de calidad la empresa no podia seguir existiendo. Ademas, la compania acababa de efectuar grandes cambios, una mudanza y una ampliacion, y por eso ocurrio en un momento muy desafortunado. Se perdieron grandes valores y mucha experiencia. Si quiere saber mi opinion, la firma podria haberse salvado si hubieramos intervenido desde Riso, pero no habia disposicion politica para ello en la direccion de aquella epoca.

– ?Puede decirme donde estaba HJI?

– Si, la fabrica estuvo mucho tiempo en Koge, estuve alli varias veces, pero despues se mudaron al sur de Copenhague, justo antes del accidente. No se seguro adonde. Puedo mirar en mi vieja lista de telefonos, que esta por aqui. ?Le importa esperar un poco?

Pasarian unos cinco minutos mientras Carl oia al hombre por detras husmeando por todas partes y empleando su probablemente enorme intelecto en profundizar en los rincones mas vulgares de la lengua danesa. Parecia estar cabreadisimo consigo mismo. Carl pocas veces habia oido algo parecido.

– No, lo siento -se disculpo cuando dejo de maldecir-. No consigo encontrarla. Y eso que nunca tiro nada. Siempre estamos igual. Pero intente hablar con Ulla Jensen, su viuda, creo que aun vive, despues de todo no es tan mayor. Ella podra decirle lo que quiere saber. Una mujer increiblemente valiente. Tuvo que ser un duro golpe para ella.

Carl estuvo de acuerdo.

– Si, una pena -convino, con la ultima pregunta preparada.

Pero el ingeniero se habia animado.

– Desde luego, lo que hicieron en HJI fue genial. Tan solo los metodos de soldado, que apenas eran visibles aunque examinaras las soldaduras con los mejores aparatos. Pero tambien tenian toda clase de metodos para descubrir fugas. Disponian, por ejemplo, de una camara de descompresion que podia generar hasta sesenta atmosferas para probar la resistencia de sus productos. Puede que sea la mayor camara de descompresion que haya visto en mi vida. Con un sistema de control increiblemente avanzado. Si los contenedores podian aguantarlo, podiamos estar seguros de que las centrales nucleares recibian unos equipos de primera clase. Asi era HJI. Siempre en primera linea.

Casi parecia que hubiera tenido acciones en la empresa, de lo animado que estaba.

– No sabra donde vive Ulla Jensen hoy en dia, ?verdad? -se apresuro a intercalar Carl.

– No, pero eso puede averiguarse por el registro civil. Aunque segun creo vive donde estuvo la ultima fabrica. Por lo que se, no pudieron echarla de alli.

– Me ha dicho que en algun lugar al sur de Copenhague, ?verdad?

– Exactamente.

?Como diablos podia decirse «exactamente» sobre algo tan poco preciso como «al sur de Copenhague»?

– Si tiene un interes especial en ese tipo de cosas, lo invitare con mucho gusto a que nos visite, si quiere - propuso el hombre.

Carl se lo agradecio, pero se disculpo mencionando una extraordinaria falta de tiempo. Tratandose de una invitacion a desplazarse por una empresa como Riso -que, dicho sea de paso, en el fondo siempre habia querido aplastar con una apisonadora de mil toneladas y despues vender a una aldea de Siberia para revestimiento de carreteras-, seria una pena emplear el, segun sus propias informaciones, escaso tiempo de que disponia el hombre.

Cuando Carl colgo, Assad llevaba ya dos minutos en el hueco de la puerta.

– ?Que hay, Assad? -lo saludo-. ?Hemos conseguido lo que queriamos? ?Han comprobado los numeros?

Assad sacudio la cabeza.

– Creo que tendras que subir tu a hablar con ellos, Carl. Hoy estan… -hizo girar el dedo indice contra la sien- estan todos mal de la cabeza.

En las oficinas Carl se acerco a Lis con sigilo, pegado a la pared como un gato en celo. Era cierto, la mujer parecia inaccesible aquel dia. El pelo corto que solia llevar audazmente despeinado estaba como pegado, en un corte que parecia un casco de moto. La senora Sorensen, tras ella, lo miro con ojos centelleantes, y en los despachos empezaron a gritarse unos a otros. Era lastimoso.

– ?Que ocurre? -le pregunto a Lis cuando logro contacto visual.

– No lo se. Si queremos entrar en los archivos estatales, se nos niega la entrada. Es como si hubieran cambiado todos los codigos de acceso.

– Pues Internet funciona bien.

– Intenta entrar en el registro civil o en Hacienda, y veras.

– Tendras que esperar como los demas -profirio con tono arrogante y voz apagada la senora Sorensen.

Carl estuvo un rato tratando de encontrar alguna solucion, pero se rindio al ver que la pantalla de Lis recibia mensaje tras mensaje de error.

Se alzo de hombros. Que diablos, tampoco corria tanta prisa. Un hombre como el sabia como hacer que un inconveniente redundara en beneficio propio. Si la electronica habia decidido fallar, debia de ser senal de que tendria que bajar al sotano a dialogar en profundidad con las tazas de cafe mientras ponia las piernas encima de la mesa durante una hora o dos.

– Hola, Carl -oyo una voz por detras. Era el jefe de Homicidios con una camisa blanca como la nieve y la corbata planchada-. Menos mal que estas arriba. ?Puedes venir un momento al comedor?

Carl observo que aquello no era una pregunta.

– Bak ha organizado una reunion informativa que creo que va a interesarte.

Habria al menos quince hombres en el comedor: Carl estaba al fondo, el jefe de Homicidios a un lado y un par de agentes de Estupefacientes junto con el subjefe Lars Bjorn y Borge Bak y su ayudante mas cercano, en medio de la sala, de espaldas a las ventanas. Los colaboradores cercanos de Bak parecian especialmente satisfechos.

Lars Bjorn dio la palabra a Bak, y todos supieron que iba a decir.

– Esta manana hemos llevado a cabo una detencion en el caso del ciclista asesinado. En estos momentos el acusado esta deliberando con su abogado, y estamos convencidos de que habra una confesion escrita antes de terminar el dia.

Sonrio y se acaricio cuidadosamente el mechon de pelo que cubria su calva. Era su dia.

– La principal testigo, Annelise Kvist, ha prestado una declaracion completa tras asegurarse de que el sospechoso estaba detenido, y sostiene nuestra impresion al cien por cien. Se trata de un medico especialista de Valby, bastante estimado y profesionalmente activo que, ademas de haber apunalado al camello en el parque, tambien ha contribuido al aparente intento de suicidio de Annelise Kvist y ha proferido amenazas contra la vida de sus hijas -continuo Bak y senalo a su ayudante, que tomo la palabra.

– En el registro del domicilio del principal sospechoso hemos encontrado mas de trescientos kilos de sustancias estupefacientes que en estos momentos estan siendo analizadas por nuestros peritos.

Espero un momento a que la reaccion se calmara.

– No cabe duda de que el medico ha tejido una amplia red de colegas que obtenian unos ingresos notables mediante la venta de todo tipo de medicinas para las que hacia falta receta, desde metadona hasta Stesolid, Valium, Fenemal y morfina, y la importacion de sustancias como anfetaminas, Zopiclon, THC o Acetofanazin. Ademas de grandes partidas de neurolepticos, somniferos y sustancias alucinogenas. Para el sospechoso nada era demasiado grande ni demasiado pequeno. Parece ser que habia clientes para todo.

»El asesinado en el parque era el distribuidor principal de las sustancias, sobre todo entre los clientes de discotecas. Suponemos que la victima intentaria presionar al medico y que este actuo inmediatamente, pero que

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