Capitulo 38

El mismo dia

La cola de la autopista E-20 era mucho mas larga de lo habitual. Aunque la sirena estaba volviendo loco a Carl dentro del coche, la gente de los demas coches no la oia. Estaban a sus cosas, con la radio del coche a tope, deseando estar muy lejos de alli.

Assad golpeo el salpicadero, cabreado, y los ultimos kilometros hasta la siguiente salida circularon en su mayor parte por el arcen, mientras los coches que los precedian tenian que retirarse para dejarlos pasar.

Cuando finalmente se detuvieron ante la granja, Assad senalo al otro lado de la carretera.

– Ese coche ?estaba ahi antes? -pregunto.

Carl diviso el coche tras haber recorrido el sendero de gravilla con la mirada hasta llegar a tierra de nadie. Estaba oculto tras unos arbustos unos cien metros mas alla. Probablemente la parte delantera del capo de un 4x4 gris metalico.

– No estoy seguro -respondio Carl, tratando en vano de no hacer caso al movil del bolsillo interior.

Lo saco de un tiron y miro el numero. Era de Jefatura.

– Morck al aparato -dijo, mirando hacia la granja. Todo estaba como antes. No habia senales de panico o fuga.

Era Lis y parecia satisfecha de si misma.

– Ya funciona, Carl. Todos los registros han vuelto a funcionar. La senora del Ministerio del Interior ha encontrado el modo de contrarrestar el desbarajuste que ha provocado, y la senora Sorensen ya ha probado con todas las combinaciones posibles del numero de registro civil de Lars Henrik Jensen, tal como le pidio Assad. Ha sido un trabajo duro, creo que le debeis un gran ramo de flores, pero ha encontrado al hombre. Efectivamente, tal como suponia Assad, habian cambiado dos de las cifras de su numero. Esta registrado en Strohusvej, en Greve - dijo, y le dio el numero.

Carl miro las cifras forjadas a mano de la fachada de la granja. En efecto, era el mismo numero.

– Muchas gracias, Lis -repuso, tratando de parecer entusiasmado-. Da las gracias a la senora Sorensen. Ha hecho un buen trabajo.

– Pero hay mas, Carl.

Carl aspiro profundamente y vio que la mirada sombria de Assad examinaba con detalle la zona que tenian enfrente. Carl lo notaba tambien. Habia algo realmente extrano en la forma en que se habia instalado aquella gente. No era nada normal.

– Lars Henrik Jensen no tiene antecedentes penales y es camarero jefe de profesion -siguio parloteando Lis en segundo plano-. Trabaja para la naviera Merconi y navega sobre todo por el Baltico. Acabo de hablar con su empresa, y Lars Henrik Jensen es el responsable del servicio decatering de la mayoria de sus barcos. Dicen que es un buen profesional. Por cierto, todos lo llaman Lasse.

Carl desvio la mirada del patio de la granja que tenia enfrente.

– ?Tienes el numero de su movil?

– Solo el de un fijo -contesto Lis. Le dio el numero, pero Carl no lo escribio. ?Para que iba a servirles? ?Para llamar y decir que iban a entrar dentro de dos minutos?

– ?No tiene movil?

– En esa direccion solo aparece un tal Hans Jensen.

Vale. Asi se llamaba el joven flaco. Escribio su numero y volvio a darle las gracias.

– ?Que era? -pregunto Assad.

Carl se encogio de hombros y saco de la guantera el permiso de circulacion del coche.

– Nada que no supieramos ya. ?Que…? ?Nos ponemos en marcha?

El joven flaco abrio la puerta en cuanto llamaron. No dijo nada, sino que los dejo pasar sin mas, casi como si los esperasen.

Por lo visto pretendian aparecer como si el y la mujer hubieran estado comiendo con la mayor calma en una mesa con mantel floreado, diez metros mas alla. Con toda probabilidad unos raviolis de lata que acababan de abrir. Si los tocaba, seguro que estarian frios. A el no lo enganaban con gestos para la galeria.

– Traemos una orden de registro -comenzo, sacando el permiso de circulacion del coche y extendiendolo ante ellos un breve instante.

El joven se estremecio al verlo.

– ?Podemos mirar un poco? -pregunto Carl, senalando a Assad los monitores con un gesto de la mano.

– Esa pregunta esta de sobra -replico la mujer. Tenia un vaso de agua en la mano y parecia exhausta. La rebeldia de su mirada se habia esfumado, pero no parecia tener miedo alguno; sencillamente, se habia resignado.

– Esos monitores ?para que los utilizan? -interrogo Carl despues de que Assad hubiera registrado el cuarto de bano. Senalo la luz verde que brillaba tras la tela.

– Ah, eso es algo que ha puesto Hans -contesto la mujer-. Vivimos en el campo y se oyen muchas cosas. Decidimos instalar unas camaras para poder vigilar la zona que rodea la casa.

Carl vio que Assad retiraba la tela y meneaba la cabeza.

– Ninguna tiene imagen, Carl -hizo saber.

– Hans, ?puedo preguntarte por que estan encendidos los monitores si no estan conectados a ninguna parte?

El chico miro a su madre.

– Estan siempre encendidos -respondio ella, como si la aclaracion fuera necesaria-. La corriente viene de la caja de la acometida.

– De la caja de la acometida, ?vaya! ?Y donde esta?

– No lo se. Eso lo sabe Lasse -repuso la mujer, dirigiendole una mirada triunfal. El callejon sin salida ya estaba dispuesto. Carl estaba en medio de el, mirando las altas paredes. Eso creia ella.

– En la naviera nos han dicho que en este momento Lasse no esta navegando. ?Donde esta?

La madre sonrio ligeramente.

– Cuando Lasse no esta navegando suele tener lios de faldas. No es algo de lo que le hable a su madre, y asi tiene que ser.

Su sonrisa se amplio. Los dientes amarillos estaban preparados para morderlo.

– Vamos, Assad -lo llamo Carl-. Aqui no hay nada mas que hacer. Vamos a ver los otros edificios.

Su mirada se cruzo brevemente con la de ella al salir por la puerta. La mujer habia extendido ya la mano hacia el paquete de cigarrillos que habia en la mesa. La sonrisa habia desaparecido. Senal de que iban por buen camino.

– Ahora vamos a fijarnos bien en lo que ocurre a nuestro alrededor, Assad. Empezaremos por este edificio - dijo, senalando el que sobresalia por encima de los demas.

– Quedate aqui y vigila por si ocurre algo en los demas edificios, ?vale?

Assad asintio en silencio.

Cuando Carl se volvio, detras de el sono un clic suave pero caracteristico. Se giro hacia Assad y vio que sostenia en la mano una brillante navaja de muelles con una hoja de diez centimetros. Bien utilizada, ponia al contrario en un serio aprieto, y mal utilizada ponia a todos en un aprieto.

– ?Que cono haces, Assad? ?De donde has sacado eso?

Assad se encogio de hombros.

– Ha sido por arte de magia, Carl. Lo hare desaparecer igual, o sea, te lo prometo.

– No vas a hacer nada.

La sensacion de Carl de no haber conocido nada parecido a Assad se estaba afianzando de manera permanente, por lo visto. ?Un arma completamente ilegal? ?Como diablos se le habia ocurrido algo tan demencial?

– Estamos aqui de servicio, Assad, ?me sigues? Esa navaja no encaja, damela.

El gesto experimentado con que Assad cerro la navaja en un santiamen era realmente preocupante.

Carl la sopeso en la mano antes de meterla en el bolsillo de la chaqueta bajo la mirada desaprobadora de

Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату