– Fea -bramo Kristiane-. Una cria horrible.
– ?Kristiane!
La voz de Yngvar Stub sono tan cortante que Ragnhild se echo a llorar. La arrullo con frustracion y empezo a murmurar contra la mullida manta en la que estaba envuelta. Kristiane empezo a sollozar. Oscilaba el peso entre pie y pie mientras golpeaba la frente contra la madera. Los sollozos pasaron a ser un jadeo ronco y silbante.
– Papa -murmuraba de vez en cuando-. Mi papa. Me voy con mi papa.
Inger Johanne abrio los brazos de par en par y se volvio hacia Yngvar, que habia empezado a subir las escaleras.
– Quiza sea lo mejor -dijo tentativamente-. Creo que quiza…
– Ni hablar -la interrumpio Yngvar-. Lleva una semana en casa de Isak. Ahora se va a quedar con nosotros. Tiene que sentir que forma parte de esto. Que esta incluida. Que esta…
El llanto del bebe por fin se habia acallado. Una mancha en la piel de color rojo oscuro le recorria la mejilla rosa. El pelo le cubria el craneo como plumon. De pronto entreabrio los ojos, sin querer, como tras un largo y profundo sueno. Una mueca saco a la luz sus encias.
Yngvar prosiguio:
– Que esta es su hermana -dijo calladamente, y rozo la piel de la nina con los labios-. Kristiane tiene que quedarse con nosotros. Dentro de unos dias puede irse otra vez con Isak.
– ?Papa! ?Me quiero ir con papa!
Yngvar bajo hasta el pequeno recibidor del primer piso. El calor de los tubos de calefaccion bajo el suelo le abrasaba a traves de los calcetines de lana, sospechaba que el electricista habia cometido un error durante la renovacion de la casa. Los dioses sabrian cuando tendria tiempo de investigarlo. Con cuidado devolvio al bebe.
– Aqui viene el troll Fabilius -dijo, y se subio a Kristiane a horcajadas sobre los hombros antes de marchar escaleras arriba.
– No. -Kristiane se rio sin querer cuando el le quito una de las botas y la planto en una maceta-. ?No!
– Dentro de una semana o dos tendremos una flor de bota. Y esta…
Tiro la otra a una papelera.
– No la necesitamos pa' na' -dijo, y maniobro hasta que la tenia firmemente agarrada-. Los trolls no usan zapatos. ?Hala!
Abrio la puerta del dormitorio dando una estrepitosa patada. A un ritmo frenetico le arranco la ropa. Por suerte la nina seguia llevando el pijama debajo de los abrigos.
– Corre -dijo entre dientes-. Que el troll se va a morir de sudor. Y ahora voy a empezar a contar.
– ?Que no! -aullo Kristiane, entusiasmada, y se enterro bajo el edredon.
– Uno -dijo el-. Dos. Tres. La magia esta empezando a hacer efecto. Fabilius se ha quedado dormido.
Despues cerro la puerta de un portazo y se encogio de hombros.
– ?Ya esta!
Inger Johanne estaba de pie, sin expresion en la cara, con Ragnhild apoyada contra el hombro.
– Solemos hacerlo asi cuando estamos solos -se disculpo el ligeramente-. Rapido y efectivo. ?Crees que estan relacionados? ?Los asesinatos de Fiona Helle y Vibeke Heinerback?
– ?Acuestas a la nina de esa manera?
Inger Johanne lo miraba incredula.
– Deja eso ahora. Ya esta dormida. Magia. Ven -admitio Yngvar con humildad.
Se metio en el salon y empezo a recoger la mesa. Los restos de la comida acabaron en la basura, menos las patatas fritas, se las iba comiendo a la par que recogia. La grasa le chorreaba por los dedos y al servirse mas vino la botella estuvo a punto de caersele de las manos.
– Huy, ?quieres? Ya sabes que ya no importa. Una copita no le va a hacer dano a Ragnhild.
– No, gracias. Bueno…
Dejo con cuidado a Ragnhild en la cunita, que Yngvar por fin habia consentido en que metieran y sacaran del salon, segun donde se encontraran ellos. Ahora estaba a los pies del sofa.
– Quizas una copita -dijo ella, y se sento ante la mesa vacia.
– ?Podrias pasarle un trapo, por favor?
Con un gesto cotidiano, casi casual, Inger Johanne agarro los papeles que Yngvar habia arrojado al llegar a casa. La carpeta era fina. En esta ocasion no habia fotos. Un par de informes personales, dos notas manuscritas y un plano de Lorenskog con una cruz roja sobre la direccion de Vibeke Heinerback estaban enganchados sin ningun metodo, por lo que Inger Johanne podia apreciar.
– Esta vez tampoco teneis mucho a lo que agarraros, por lo que veo.
– ?Descubrimos el asesinato esta manana!
– Y tu has censurado la carpeta. ?Querias ahorrarme las fotos? -pregunto Inger Johanne.
– No. -Parecia sincero y se sento rascandose la cabeza-. Todavia no hemos sacado bastantes copias -anadio bostezando-. Pero no te pierdes nada. Una imagen horrorosa. Sobre todo lo de que…
– Gracias, gracias.
Enseno las palmas de las manos y nego con la cabeza.
– Fuiste lo suficientemente explicito por telefono. Yngvar. Visto asi, al menos, si que hay un rasgo comun. Las liquidaron de un modo considerablemente grotesco. Los dos cadaveres estan mutilados, simple y llanamente.
A Yngvar se le fruncio el ceno. Ladeo la cabeza. Movia los labios, como si quisiera decir algo, pero sin saber bien que.
– Mutilado -repitio finalmente-. Cortarle la lengua a alguien seguro que entra en el concepto de mutilacion. En lo que se refiere a Vibeke Heinerback…
Volvio a adquirir esa expresion de duda. Guino los ojos entrecerrados y meneo la cabeza casi imperceptiblemente, como si la imagen de un asesino cazando mujeres famosas para matarlas fuera demasiado para el. Le echo una mirada a la cuna.
– ?Tu crees que es posible que se este enterando de algo de esto? -pregunto Yngvar.
– Aun no tiene ni tres semanas.
– Pero el cerebro es como una esponja, ya sabes. Quizas inconscientemente lo capta todo y luego lo almacena. Puede que le vaya a influir, quiero decir. Mas adelante.
– Tontorron. -Inger Johanne alargo el brazo por encima de la mesa y puso la mano sobre la mejilla de el-. Tienes miedo de que la prensa tenga razon -dijo-. ?Has visto las ediciones especiales de los periodicos?
El nego con la cabeza. Ella no lo soltaba.
– Estan dando un espectaculo de fiesta. Les tiene que haber destrozado que esto no se descubriera hasta esta manana, y aun mas tarde oficialmente. Las ediciones especiales son una chapuza tremenda. Llenas de especulaciones, de datos terriblemente imprecisos y hasta erroneos, a juzgar por lo que me has contado. «El asesino de famosas», lo llaman…, al autor de los hechos.
– O a la autora -dijo Yngvar, que le cogio la mano. Poso los labios sobre el dorso de la mano de la mujer y lo beso.
– O a la autora, vale. No seas tan puntilloso. Por suerte el telediario ha sido algo mas escueto, pero tambien especulan con que ande por ahi un loco a la caza de mujeres guapas y de exito. Al diario VG le ha dado tiempo de conseguir que un reconocido psicologo les haga el perfil: un misogino discapacitado, rechazado por su madre y sexualmente frustrado.
Ella rio por lo bajo y le pego un sorbito a la copa.
– ?Sabes?, hasta ahora no me habia dado cuenta de lo bueno que es esto en realidad. Ahora que llevo diez meses sin probarlo, quiero decir.
– Eres… -insinuo el.
– Preciosa -completo ella, y le dirigio una sonrisa aun mayor-. ?Tu que piensas?
– ?Sobre ti?
– Sobre la conexion. La idea no os puede resultar completamente ajena. Sigmund, tu y algunos mas trabajais en los dos casos. Los dos casos…
– Ocurrieron en Lorenskog, las dos victimas son mujeres, las dos son famosas, las dos son personajes de los medios con mucho caracter, las dos…
– Estan estupendas. Estaban, al menos.