sentada en el regazo de su padre, se dejaba cambiar.

– Tiene el pompis helado -comento Isak, dandole un cachete antes de ponerle el leotardo seco por los pies, cuyos dedos se le encorvaban con una fuerza anormal hacia abajo-. Kristiane se ha quedado toda helada.

– Friakristiane. Hambre.

– Ya esta. ?Nos vamos?

Isak dejo a la nina en el suelo y luego guardo la ropa mojada en la mochila. Saco un platano del bolsillo lateral, lo pelo y se lo alargo a Kristiane.

– ?Donde estabamos?

El se paso la mano por el pelo, apelmazado por la humedad, y alzo la cara. Siempre le habia parecido muy joven a Inger Johanne aunque solo era un mes menor que ella. Aquel hombre sin responsabilidades y eternamente joven siempre llevaba el cabello un poco demasiado largo, la ropa demasiado suelta, demasiado holgada para su edad. Inger Johanne intento tragarse la acostumbrada sensacion de derrota, de ser quien peor manejaba a Kristiane.

– ?Cuentame el resto de la historia, anda! -le pidio el, animandola con una sonrisa y un gesto de la cabeza.

Kristiane ya se les habia adelantado diez metros, con su caracteristico andar vacilante que debia haber corregido hacia ya mucho. Isak poso la mano sobre el hombro de Inger Johanne durante un segundo antes de echar el tambien a caminar; despacio, como si dudara de que Inger Johanne fuera capaz de seguirle el paso.

– Cuando Alvhild Sofienberg decidio investigar el caso mas a fondo -comenzo Inger Johanne mientras contemplaba la pequena silueta que se habia acercado de nuevo a la orilla del agua-, se encontro con una resistencia inesperada. Aksel Seier no queria hablar con ella.

– ?Ah, no? ?Y por que? El mismo habia pedido el indulto, ?no se alegro de que alguien del ministerio quisiera ahondar en el caso?

– Supongo. No tengo ni idea. ?Kristiane!

La nina se volvio, solto una carcajada y se alejo lentamente del agua en direccion al bosque. Sin duda algo le habia llamado la atencion.

– En todo caso ella no se rindio. Me refiero a Alvhild Sofienberg. Al final consiguio ponerse en contacto con el cura de la carcel, un tipo cabal y hecho a casi todo. Estaba convencido de que Seier era… inocente. Tambien el. Esto no hizo sino reforzar el convencimiento de Alvhild, claro. Por eso, en lugar de tirar la toalla, decidio acudir de nuevo a su superior.

– Espera un momento.

Isak se detuvo y senalo con la cabeza a Kristiane, que tenia compania de un enorme boyero de montana bernes. La nina echo los brazos en torno al cuello del animal con un gritito de alegria. El perro meneaba el rabo perezosamente.

– Deberias hacerte con un perro -le susurro Isak a Inger Johanne-. Kristiane se lleva de maravilla con los perros y le sienta bien su compania.

– Tu tambien podrias hacerlo -repuso Inger Johanne con irritacion-. ?A que viene ese empeno en que sea yo quien asuma todas las responsabilidades? ?Siempre igual!

El aspiro profundamente y dejo salir el aire por el hueco que mediaba entre sus dientes delanteros, emitiendo un silbido largo y suave que hizo que el perro aguzara las orejas. Kristiane se rio.

– Olvidalo -dijo el, sacudiendo ligeramente la cabeza-. ?Y que paso entonces?

– No te interesa.

Isak Aanonsen se paso una mano huesuda por la cara.

– Si me interesa. No entiendo por que dices eso. He escuchado toda tu historia y estoy muy interesado en que me cuentes el resto. ?Que te pasa?

Kristiane, despues de conseguir que el perro se sentara, se habia montado sobre el y le hundia los dedos en el pelaje. El dueno, de pie junto a ellos, miraba con expresion alarmada a Isak y a Inger Johanne.

– No se preocupe -dijo Isak en voz alta y se acerco corriendo hacia ellos-. Se le dan muy bien los perros.

– Desde luego -convino el hombre.

Isak alzo a su hija en brazos, y el perro se levanto. El dueno le puso la correa y se encamino hacia el norte a paso rapido; de vez en cuando lanzaba miradas por encima del hombro, como si temiese que aquella nina amenazadora estuviera siguiendolos.

– Cuentame, anda -rogo Isak.

– Dam-di-rum-ram -canturreaba Kristiane.

– El jefe denego su peticion -prosiguio Inger Johanne con sequedad-. Le dijo que archivara el caso, que tenia que concentrarse en su trabajo. Cuando ella le comunico que habia conseguido que le mandaran todos los papeles y que los habia leido a conciencia, se molesto bastante. Cuando anadio que estaba convencida de la inocencia de Seier, se puso furioso. Y entonces ocurrio lo verdaderamente… Lo que mas miedo da de toda la historia.

Kristiane la tomo de pronto de la mano.

– Mama -dijo en tono jovial-. Mi mama y yo.

– Un dia, cuando Alvhild llego a la oficina, habian desaparecido todos los documentos.

– ?Desaparecido? ?Sin mas?

– Si. Una pila de mas de un metro de alto de documentos. Desaparecidos sin dejar rastro.

– Vamos de paseo -dijo Kristiane-. Mi mama y yo.

– Y papa -agrego Inger Johanne.

– ?Y entonces? -Isak fruncio el ceno, gesto que acentuaba su parecido con la nina: la estrechez del rostro, las cejas pobladas…

– A Alvhild Sofienberg casi le entro… miedo, o algo asi. Al menos no se atrevio a darle mas la lata a su jefe cuando este le comento escuetamente que las carpetas se las habia llevado «la policia». -Trazo unas grandes comillas en el aire-. Pero muy a escondidas, muy bajo mano, se entero de esto: habian soltado a Aksel Seier.

– ?Como?

– Muchos anos antes de que cumpliese su condena. Simplemente lo habian puesto en libertad. Tranquilamente y en silencio.

Habian llegado al gran aparcamiento contiguo al Instituto Nacional de Deporte. Practicamente no habia coches. El agua sucia y las profundas roderas corrian en todas direcciones y, bajo tres abedules llorones, estaba aparcado el viejo Opel Kadett de Inger Johanne junto al Audi TT de Isak.

– Dejame que recapitule -dijo Isak mostrandole la palma de la mano, como si estuviera haciendo un juramento sagrado-. Estamos hablando de 1965. No del siglo XVIII, ni de la epoca de la guerra, sino de 1965, el ano en que nacimos tu y yo, cuando Noruega ya habia sido reconstruida tras la guerra, la burocracia estaba bien asentada y las garantias legales eran ya un concepto bien definido. ?Dices que lo soltaron, asi sin mas? Es decir, me parece estupendo eso de poner en libertad a un tipo claramente inocente, pero…

– Exacto. En esto hay un gran pero.

– Papacoche -balbucio Kristiane acariciando el modelo deportivo gris plata-. Movilcoche. Automovilcoche.

Los mayores se rieron.

– Ay, mi nina -suspiro Inger Johanne mientras le ataba el gorro a Kristiane bajo la barbilla.

– ?De donde cono lo saca?

– No digas palabrotas -lo reconvino Inger Johanne-. Lo aprende todo. En todo caso…

Estiro la espalda. Kristiane se sento en un charco y se puso a tararear.

– Por boca de su informante, el cura de la carcel, supo que una anciana de Lillestrom habia acudido a la comisaria de Romerike. Hacia mucho que arrastraba un terrible secreto. Su hijo mayor, un hombre ligeramente retrasado que vivia con ella, habia regresado a casa a altas horas de la noche en que desaparecio la pequena Hedvik. Tenia la ropa empapada en sangre y parecia muy alterado. La mujer habia sospechado inmediatamente de el cuando el caso de Hedvik salio a la luz poco despues, pero prefirio callar. Quiza no sea tan dificil de… -Echo un vistazo a su hija-. De todas maneras, el hijo habia muerto. La policia y la fiscalia silenciaron el caso. Despidieron a la senora casi como si fuera una histerica, pero pocas semanas despues, Aksel Seier fue puesto en libertad. De forma encubierta. Ningun periodico publico la noticia. Alvhild no volvio a oir una palabra sobre el asunto.

La niebla se habia deshecho en jirones que se deslizaban hacia el este sobre las copas de los arboles, pero en

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