te encontre. Pero ha salido todo bien. Yo misma he revisado tus radiografias, no hay indicio de fractura en ningun sitio. Tienes una fuerte conmocion, una conmocion cerebral. Las heridas eran muy feas, pero ya te las han cosido y se van a curar.
Hanne se echo a llorar.
– No me acuerdo de nada, Cecilie -susurro.
– Eso no es mas que un poco de amnesia -dijo Cecilie con una sonrisa-. Es normal. No te preocupes, te vas a quedar aqui un par de dias o tres, y luego podras disfrutar de tres deliciosas semanas de baja. Yo te cuidare. -El llanto no habia cesado, Cecilie se inclino sobre Hanne con mucho cuidado y apoyo la cara contra la cabeza vendada, de modo que su boca quedo a la altura de la oreja de Hanne-. Con esa cicatriz en la frente vas a estar muy
Lunes, 12 de octubre
– Esto no puede ser, me cago en la hostia. -Hakon Sand solo decia palabrotas cuando estaba furioso-. ?No estamos seguros ni en el despacho, joder! ?Y en un puto domingo! -Las palabras salian como escupitajos de su boca, acusaciones de ineptitud sin destinatario; se encontraba en medio de la habitacion y marcaba con el pie el ritmo de sus propios exabruptos-. ?De que sirve poner candado en las puertas y tener un sistema de seguridad cuando nos pueden atacar en cualquier momento!
El jefe de la seccion A 2.11, un hombre estoico de cincuenta y pocos anos, escuchaba y presenciaba la protesta sin mudar la expresion de su cara. No tomo la palabra hasta que el fiscal adjunto se hubo desahogado.
– No tiene mucho sentido colgarle el muerto a nadie en especial. No somos una fortificacion y tampoco pretendemos serlo. En un edificio con cerca de dos mil empleados, cualquiera puede haberse colado en el momento en que alguien entraba por la puerta de personal. Solo hay que coordinar el paso, asi de sencillo. Se puede uno esconder detras de uno de los arboles junto a la iglesia y entrar pegado a algun empleado que tenga tarjeta de acceso. Seguro que tu tambien le has abierto la puerta a gente que entraba detras de ti, aunque no los conocieras. -Sand no contesto, cosa que el jefe de seccion interpreto acertadamente como una admision-. Ademas, en teoria alguien puede esconderse dentro del edificio mientras aun esta abierto. Salir, siempre se puede salir. Mas que preguntarnos como, deberiamos preguntarnos por que.
– El porque esta mas que claro, carajo -le espeto Sand-. El caso, cono, ?el caso! ?El expediente ha desaparecido del despacho de Hanne! No es que eso sea una tragedia en si mismo, tenemos copias, pero es obvio que alguien ha querido saber lo que sabiamos. -De pronto se interrumpio, miro el reloj y el enfado paso a ser una risa avergonzada-. Me tengo que ir corriendo. Me ha citado la comisaria principal a las nueve. Hazme un favor: llama al hospital y averigua si Hanne puede recibir visitas. Dejame un recado en la antesala en cuanto sepas algo.
La diosa Justicia era impresionante. Se alzaba treinta y cinco centimetros del tablero de la mesa, y el oxido del bronce indicaba que tenia cierta edad. La venda de los ojos estaba casi verde y la espada de la mano derecha era rojiza.
Pero los dos platillos de la balanza estaban brillantes y se balancearon levemente a causa del movimiento que provoco su entrada en la habitacion. No se pudo contener y toco la estatuilla.
– Impresionante, ?verdad? -La mujer uniformada parecio afirmar un hecho mas que formular una pregunta-. Me lo regalo mi padre la semana pasada, por mi cumpleanos. Se ha pasado toda la vida en su despacho y yo llevo admirandola desde que era una chiquilla. La compro mi bisabuelo en Estados Unidos, a finales de la decada de 1890, o por ahi. Tal vez tenga valor, en todo caso es preciosa.
Era la primera mujer que ocupaba el puesto de comisaria principal de la Policia de Oslo. Habia sustituido en el cargo a un tipo grandullon de Bergen, un hombre muy controvertido que siempre estaba en conflicto con sus empleados, pero que, a pesar de todo, tenia una integridad y una determinacion que habian escaseado en la historia de la jefatura hasta que el habia asumido el cargo siete anos antes.
Dejo tras de si una jefatura mucho mejor organizada que la que le pasaron a el, pero el precio fue alto. Tanto el como su familia suspiraron aliviados cuando pudo jubilarse, un poco antes de lo que le tocaba, pero lo bastante tarde como para irse honrosamente.
La mujer de cuarenta y cinco anos que ahora ocupaba el sillon del jefe era de un calibre muy distinto. Hakon no la aguantaba. Era una pija de Trondelag y la persona mas intrigante que conocia. Durante todos sus anos en la jefatura habia maniobrado para llegar al puesto de comisaria principal: se habia acercado a la gente adecuada, habia acudido a las fiestas correctas y habia brindado con las personas convenientes en las reuniones de la fiscalia. Su marido trabajaba en el Ministerio de Justicia, aunque eso no era lo peor.
Por lo demas, su eficiencia era innegable. Si el antiguo comisario principal no hubiera decidido jubilarse lo antes posible, ella habria pasado por la posicion intermedia de fiscal del Estado. Sand no sabia que hubiera sido peor.
Presento su informe del modo mas escueto posible, y desde luego no se lo conto todo. Tras unos segundos de evaluacion, concluyo que debia informar a su superior sobre la vinculacion no oficial de los dos casos de asesinato. Pero fue breve. Para gran irritacion del fiscal adjunto, la comisaria principal lo entendio todo de inmediato, planteo preguntas breves y apropiadas, asintio a sus conclusiones y, por ultimo, le reconocio que habia hecho un buen trabajo. Pidio que se la mantuviera informada en todo momento, preferentemente por escrito, y luego anadio:
– No especules demasiado, Hakon. Ocupate de un asesinato por vez. El caso de Sandersen ya esta resuelto. Las pruebas tecnicas bastan para condenar al holandes. Hasta cierto punto has de tomartelo como una orden.
– En sentido estricto, en cuestiones de investigacion, mi superior es el fiscal del Estado -le replico el.
Como respuesta la mujer le pidio que se retirara. Al levantarse, Sand pregunto:
– ?Por que lleva, en realidad, una venda ante los ojos?
Senalo con la cabeza la diosa que estaba sobre la descomunal superficie de la mesa, acompanada solamente por dos telefonos.
– No debe dejarse influir por ninguna de las partes. Ha de ejercer una justicia ciega -le explico la comisaria principal.
– Pero con una venda ante los ojos resulta dificil ver -dijo Hakon, pero no obtuvo respuesta.
Aunque el rey, que aparecia junto a la reina en un marco dorado ubicado por encima del hombro de la comisaria principal, parecia estar de acuerdo con el. Sand escogio interpretar la insondable sonrisa mayestatica como un apoyo a sus propias ideas, se levanto y abandono el despacho de la septima planta. Se iba mas irritado de lo que llego.
Wilhelmsen se alegro de verlo. Sand reparo en lo guapa que era, incluso con el ojo vendado y el pelo afeitado en un lado de la cabeza. La palidez hacia que sus ojos parecieran aun mas grandes y, por primera vez desde que escucho que la habian atacado, se dio cuenta de lo preocupado que habia estado. No se atrevio a darle un abrazo. Tal vez lo desanimaran los vendajes, pero al pensarlo mejor se dio cuenta de que de todos modos no hubiera resultado natural. Hanne nunca habia alentado su intimidad mas alla de la confianza profesional que siempre habia depositado en el. Pero estaba claro que se alegraba de verlo. No sabia muy bien que hacer con el ramo de flores y, tras unos segundos de duda, lo dejo en el suelo. La mesilla ya estaba repleta. Acerco una silla de tubos de aluminio a la cama.
– Estoy bien -dijo Hanne, antes de que alcanzara a preguntarle-. Volvere al trabajo tan pronto como pueda. Por lo menos, ?nos han dado la prueba definitiva de que estamos rozando algo grande!
El humor negro no le sentaba bien; se dio cuenta de que le dolia sonreir.
– No puedes volver hasta que estes completamente recuperada. Es una orden -esbozo una sonrisa, pero se detuvo, porque ella intentaba hacer lo mismo, a pesar del dolor, y toda la mandibula se le estaba poniendo azul y amarilla-. El expediente original ha desaparecido de tu despacho. No habia nada de lo que no tengamos copia, ?verdad?
La pregunta era mas bien una constatacion esperanzada, pero Hanne lo decepciono.
– Pues si -respondio en voz baja-. Tome unas notas, para uso propio. Se lo que puse, asi que no es que lo