Pero se lo habian tomado con una calma aceptable, y ella acabo convirtiendose en una suerte de mascota para todos ellos, era la que tenia las anecdotas mas entretenidas que contar durante los encuentros navidenos, la coartada realista de la familia, y amaba su trabajo.
Al mismo tiempo le daba miedo. Habia empezado a notar como el alma, a la larga, se va viendo afectada por el contacto con los asesinatos, las violaciones, el maltrato y la violencia diaria. Todo aquello se adheria a su cuerpo como una sabana humeda y, a pesar de haber cogido la costumbre de ducharse cada vez que volvia a casa del trabajo, a veces sentia que desprendia un olor a muerte, del mismo modo que a los pescadores siempre les huelen las manos a entranas de pescado. La subinspectora se imaginaba que los pescadores siempre estan alerta respecto de los indicios mas o menos claros de peces en el agua -la aglomeracion de gaviotas, la persecucion de las ballenas-, reflejos grabados en la medula espinal tras generaciones de hombres de mar; de ese mismo modo, Wilhelmsen dejaba que su subconsciente trabajara simultaneamente con todos los casos. No habia dato que no pudiera conducir a algo. El peligro residia en el eterno exceso de trabajo. La criminalidad de Oslo aumentaba a mayor velocidad que el dinero destinado a la Policia en los presupuestos estatales.
Procuraba no investigar nunca mas de diez casos al mismo tiempo, un objetivo que se saltaba con demasiada frecuencia. Las carpetas verdes de grosor variable se le estaban agolpando en una amenazadora pila a un lado de su escritorio. Incluso durante la ultima epoca, extremadamente ajetreada, se habia tomado el tiempo de revisar la pila con regularidad para destinar el mayor numero de casos posible a la pequena hoja DINA-5 encabezada con el rotulo «Se recomienda archivar». Con el convencimiento sagrado e insuficiente de la culpabilidad del sospechoso, y atenazada por la mala conciencia, acudia al jurista que le proporcionaba el sello necesario, codigo 058, «Archivado por falta de pruebas». Como consecuencia, un delincuente volvia a la calle y ella tenia un caso menos en el que ocupar su tiempo, solo le quedaba esperar que hubiera priorizado correctamente. Aunque la carga se veia acrecentada por el hecho de que los juristas nunca se oponian a sus recomendaciones. Confiaban en ella, se limitaban a hojear los documentos por obligacion, antes de seguir sin excepcion sus recomendaciones. Wilhelmsen sabia que las pilas verdes tambien eran la pesadilla de aquellos abogados.
Era domingo y tenia ante si veintiuna carpetas. Las habia ordenado segun la tipologia penal, pero el bloqueo no dejaba de rondarla, hasta que por fin consiguio deshacerse de el. Ninguno de los casos se destacaba en direccion al archivo. Tenia once casos en el monton del paragrafo 228/229, atentados contra la integridad fisica y lesiones. Tal vez podia apostar por proponer sanciones en algunos de esos casos, una manera sencilla y amparada por la ley de sacar el caso del mundo.
Tres horas mas tarde habia propuesto sanciones para siete casos, que versaban sobre violencia mas o menos seria vinculada a clientes borrachos de restaurante o a porteros agresivos. Con una considerable dosis de buena voluntad, dos de los casos se podian dar por investigados, aunque no cupiera duda de que supondria una ventaja disponer de mas interrogatorios de testigos. Aposto porque los tribunales estuvieran en disposicion de reconocer a un delincuente cuando lo tuvieran delante y recomendo que se presentara acusacion.
Los domingos eran un buen dia de trabajo. No habia llamadas telefonicas ni reuniones, y muy poca gente con la que intercambiar autocomplacientes frases de admiracion reciproca por emplear el dia libre para trabajar, sin que les pagaran por ello ni se lo agradeciera nadie mas que ellos mismos, pero la verdad era que despues resultaba mas sencillo enfrentarse al lunes.
Hanne escucho voces en el patio trasero y miro por la ventana. Vio a una cantidad considerable de fotografos de la prensa y cayo en la cuenta de que el ministro de Justicia estaba de visita.
– ?Por que en domingo? -habia preguntado secamente el jefe de seccion cuando anunciaron la visita desde el despacho de la comisaria principal.
La unica respuesta que recibio fue que se ocupara de sus propios asuntos. Wilhelmsen tenia la sospecha de que la eleccion del dia tenia relacion con que los lunes los periodicos disponian de mucho espacio libre para titulares, despues de que los domingos se hubieran ocupado del pais y de las grandes noticias. Los periodicos de los lunes solian ser mas delgados, con lo que resultaba mas facil que publicaran algo. La visita del ministro de Justicia era consecuencia de los frecuentes titulares sobre las malas condiciones de los calabozos. Al mismo tiempo, el ministro aprovecharia la visita para reunirse con la comisaria principal y discutir la creciente violencia callejera, lo que los periodicos gustaban de llamar «violencia no provocada», denominacion que no resultaba ser la mas adecuada si se tenia acceso a los informes de los casos. Pero, por lo general, los periodistas no tenian acceso. Por eso tampoco entendian que el problema no era la falta de provocacion, sino que esta fuera respondida con punos y navajas, en vez de con agresiones verbales como antes.
Habia conseguido reducir su pila a doce casos sin resolver.
Se estaba acercando a sus objetivos personales y el humor iba mejorando. Cogio la carpeta mas gruesa.
No sabian mucho mas sobre los motivos por los que Ludvig Sandersen habia tenido que acabar, de un modo tan brutal, en el mundo que algunos afirmaban que era el mejor. Por el bien de Ludvig Sandersen, Hanne esperaba que fuera ella la que se equivocaba y que en aquellos momentos el difunto estuviera sentado en una nube, vestido de blanco, y disfrutando sin restriccion de los polvos blancos que habian convertido su vida terrenal en un infierno.
El caso aun no habia sido relacionado con el del asesinato del abogado Olsen. Lo habia hablado con Sand el viernes, porque ella pensaba que ya tenian la suficiente informacion como para proponer una vinculacion oficial. El se habia opuesto.
– Es mejor que esperemos un poco -habia dicho.
Pero ella sentia que habia llegado el momento de mirar los dos casos simultaneamente. Aparto el expediente y bajo los pies de la mesa. Los botines golpearon el suelo y rebusco en el bolso las llaves que servian tambien para los despachos de los demas agentes. El caso lo tenia Heidi Rorvik, cuyo despacho se encontraba dos puertas mas alla.
Wilhelmsen no vio a nadie en el pasillo al salir. Habia silencio, como correspondia a un domingo por la tarde. En el momento en que iba a abrir la puerta del despacho de Rorvik, sintio pasos detras de ella. Se giro, pero demasiado tarde. El golpe, asestado con un objeto que tampoco comprendio que era, la alcanzo con fuerza en la sien. Su cabeza exploto en un violento mar de luces y tuvo tiempo de percibir que, antes de caer al suelo, sangraba en abundancia. El cuerpo quedo sin fuerza alguna y no pudo amortiguar la caida. La cabeza recibio otro golpe en el momento en que el lado izquierdo de la frente choco con el suelo, pero Hanne no se dio cuenta. Estaba ya inconsciente y solo alcanzo a registrar la intensa sensacion de que la vida se habia acabado, antes de sumergirse en una oscuridad que le evito sentir el dolor provocado por el desgarro de la piel de la frente, que formaba una enorme sonrisa desdenosa que asomaba por encima de los ojos cerrados.
Se desperto a causa de las intensas nauseas. Estaba tumbada boca abajo, con la cabeza en una postura retorcida e incomoda. La urgencia por vomitar eran tan enorme que, por un triste rato, consiguio ahogar la sensacion de que se le iba a reventar la cabeza. Sentia dolor por todas partes. Con mucho cuidado, comprobo que tenia dos grandes desgarros sangrantes, uno en la frente y otro sobre la oreja derecha, y constato con fatigada sorpresa que el dolor que le producian no era mayor que el punzante dolor luminoso que provenia de algun sitio de su interior, en las profundidades de la cabeza. Wilhelmsen permanecio unos minutos tumbada luchando contra las nauseas, pero al final tuvo que tirar la toalla. Por algun instinto, tuvo las fuerzas suficientes como para incorporarse sobre los brazos, como un nino que mira la television, y pudo vomitar sin tragar nada. Se sintio un poco mejor.
Se seco la frente, pero no pudo evitar que la sangre le cayera en un ojo y le dificultara la vision. Intento levantarse. El pasillo azul no dejaba de dar vueltas, y tuvo que realizar el esfuerzo por etapas. Al final consiguio ponerse en pie. Se apoyo contra la pared y fue entonces cuando probo a entender lo que habia pasado. No recordaba nada. Le entro el panico. No sabia por que estaba alli, pero comprendio que estaba en la jefatura. ?Donde estaban los demas? Consiguio llegar tambaleandose a su propio despacho y mancho de sangre el telefono al marcar el numero de su casa. Tuvo que hacerlo varias veces, le costaba acertar con las teclas correctas. La luz de la ventana le molestaba muchisimo y sentia martillazos detras de los ojos.
– Cecilie, tienes que venir a buscarme. Estoy enferma.
Solto el telefono y volvio a desmayarse.
La oscuridad le resultaba placentera. Seguia doliendole la cabeza, pero donde antes habia tenido desgarros sangrantes, percibio que ahora tenia suaves vendas. No sentia en absoluto las heridas, asi que supuso que le habian suministrado anestesia local. La cama era de metal y, tras palparse los vendajes, descubrio que le habian puesto una via en una mano. Hanne estaba en el hospital y Cecilie estaba sentada a su lado. -Ahora lo estas pasando mal -dijo su companera, y sonrio al coger la mano que no tenia entubada-. Me asuste un monton cuando