– Menudo cabron -dijo Hakon, que se levanto-. Hablamos la semana que viene.

En el momento en que iban a salir por la puerta, Hakon alargo el brazo para apagar la luz. El movimiento llevo su brazo por encima del hombro de la mujer y, sin previo aviso, se inclino sobre ella y la beso. Fue un beso juvenil, como el de un chico.

Se miraron durante unos segundos, luego el apago la luz, echo la llave y, sin mediar palabra, la acompano hasta la salida del enorme edificio casi desierto. Habia llegado el fin de semana.

Lunes, 5 de octubre

El periodista Fredrick Myhreng estaba incomodo. Se tiro nerviosamente de las mangas recogidas antes de empezar a juguetear con un boligrafo que, de pronto, se le rompio y que hizo que la tinta le tinera las manos de azul. Miro a su alrededor buscando algo con que secarse, pero se tuvo que contentar con el tieso papel de su cuaderno de espiral. No sirvio de mucho.

Ademas, se mancho de tinta el traje caro que llevaba, con las mangas remangadas, como si no se hubiera enterado de que eso paso de moda cuando Corrupcion en Miami desaparecio de la television, y de eso hacia ya mucho tiempo. No habia quitado la marca de la parte exterior de la manga derecha, al contrario, habia doblado la manga con tanto esmero que la marca aparecia como una senal de aristocracia. No le fue de gran utilidad: se sentia pequeno e inquieto en el despacho de Hakon Sand.

Habia acudido voluntariamente. Sand lo habia llamado a primera hora de la manana, antes de que se le hubiera aplacado la triste sensacion de lunes tras un fin de semana libre y animado. El fiscal adjunto habia sido correcto, aunque considerablemente firme, cuando le pidio que se presentara en la comisaria lo antes posible. Eran las diez y se sentia algo mareado.

Sand le ofrecio un caramelo de un cuenco de madera y el periodista acepto, pero se arrepintio en cuanto se lo metio en la boca, era un caramelo grande e imposible de manejar sin hacer ruido. El propio Sand se habia abstenido y Myhreng entendia por que. Resultaba dificil hablar con aquella bola en la boca y empezar a masticarlo le parecio demasiado infantil.

– Por lo que entiendo, estas investigando nuestros casos de asesinato -dijo el fiscal adjunto en un tono no falto de arrogancia.

– Si, soy reportero de sucesos -respondio Myhreng secamente y disimulando mal su orgullo por el titulo de su profesion.

En su empeno por parecer seguro de si mismo, estuvo a punto de perder el caramelo de la boca. Al intentar recuperarlo a toda prisa, acabo tragandoselo. Sintio la lenta e incomoda peregrinacion del caramelo en direccion al estomago.

– ?Que es lo que sabes, en realidad?

El joven periodista no estaba seguro de que hacer. Todos sus instintos le recomendaban precaucion, al mismo tiempo que sentia la imperiosa necesidad de presumir de todo lo que sabia.

– Creo que se lo que sabeis vosotros -anuncio, creyendo haber matado dos pajaros de un tiro-. Y tal vez algo mas.

Sand suspiro.

– Escucha. Ya se que no vas a decir nada sobre quien o como, se que para vosotros es una cuestion de honor no revelar nunca vuestras fuentes. Asi que no te estoy exigiendo nada, te estoy proponiendo un acuerdo.

Un atisbo de interes asomo en los ojos de Myhreng, pero el adjunto no estaba seguro de hasta donde llegaba.

– Puedo confirmarte que no andas desencaminado -continuo Sand-. Me he enterado de que has vinculado los dos casos de asesinato, pero ya me he dado cuenta de que aun no has escrito nada sobre el asunto. Eso esta bien. Para la investigacion seria bastante malo, por decirlo suavemente, que esto saliera a imprenta. Como es obvio, podria conseguir que la comisaria principal de la Policia llamara al director de tu periodico, para presionaros, pero tal vez pueda evitar hacerlo. -El tipo estaba cada vez mas interesado-. Te prometo que seras el primero en saberlo cuando tengamos algo mas, pero eso presupone que pueda confiar en ti cuando te pida discrecion. ?Puedo?

A Fredrick Myhreng no le gustaba el giro que habia tomado la conversacion.

– Eso depende -dijo sonriendo-. Cuentame mas.

– ?Por que has vinculado los dos asesinatos?

– ?Por que los vinculais vosotros?

Sand suspiro pesadamente. Se levanto, se giro hacia la ventana y permanecio asi durante medio minuto. De pronto se volvio.

– Estoy intentandolo por las buenas -dijo con voz alta y dura-. Pero tambien puedo hacerte un interrogatorio judicial, puedo acusarte de retencion de pruebas importantes para un proceso penal. Tal vez no te pueda obligar a soltar la informacion, pero si que puedo hacer que lo pases muy mal. ?Crees que sera necesario?

El discurso tuvo cierto efecto. Myhreng se retorcio en la silla, pidio mas garantias de que seria el primero en saberlo cuando pasara algo y las obtuvo.

– Yo estaba en Gamle Christiania el dia en que mataron a Sandersen, era por la tarde, creo que en torno a las tres. Estaban alli el abogado Olsen y Sandersen. Me fije porque estaban sentados solos. Olsen tiene una pandilla con la que suele, perdon, solia salir a beber. Ellos tambien estaban alli, pero en otra mesa. En ese momento no lo pense mucho, pero como es obvio lo recorde cuando se sucedieron los dos asesinatos. No se de que hablaron, ?pero menuda casualidad! Mas alla de esto no tengo idea de nada. Bueno, alguna idea si que tengo, pero no se nada.

Se hizo el silencio en la habitacion. Oian el zumbido del trafico en la calle Akeberg. Una corneja se poso sobre el alfeizar de la ventana y presento sus altisonantes acusaciones. Sand no presto atencion.

– Tal vez los casos esten vinculados, pero no lo podemos asegurar. Por ahora no hay mas de dos personas aqui en la jefatura que piensen en esa direccion. ?Has hablado con alguien de esto?

Myhreng pudo desmentir tal extremo, dijo que le interesaba guardarse la informacion, pero que habia empezado a investigar. Habia estado preguntando un poco por aqui y por alla, pero nada que pudiera despertar sospechas. Ademas, todo lo que habia averiguado hasta ahora, lo sabia de antes. La relacion de Hansa Olsen con el alcohol, su apego a los clientes, su falta de amigos y su gran cantidad de companeros de borrachera. ?Que hacia la Policia?

– Por ahora, poco -dijo Hakon-. Pero ya nos estamos poniendo en marcha. Hablaremos hacia finales de semana. Que no te quepa duda de que, como no respetes nuestro acuerdo, voy a ir a por ti. Ni una palabra sobre esto en los periodicos. Ya te llamare cuando sepamos algo mas. Puedes irte.

Myhreng estaba encantado. Aquel dia habia hecho un buen trabajo y, al abandonar la Comisaria General, sonreia de oreja a oreja. La tristeza del lunes se la habia llevado el viento.

La gran estancia era demasiado oscura. Pesadas cortinas marrones de velludillo con borlas en los bordes robaban la poca luz que hubiera podido colarse en el piso ubicado en la planta baja de un patio trasero. Todos los muebles eran de maderas oscuras; Wilhelmsen creia que era caoba. Olia a cerrado y estaba todo cubierto de una gruesa capa de polvo que era imposible que se hubiera acumulado en una sola semana, asi que los policias llegaron a la conclusion de que a Hansa Olsen no le habia importado mucho la limpieza. Pero estaba todo muy ordenado. Una estanteria de libros cubria una pared entera; era marron oscuro, con armarios en la parte baja y un mueble-bar iluminado y con puertas de vidriera de colores en un extremo. Sand se dirigio a la libreria pisando la gruesa moqueta. Le daba la impresion de que se iba hundiendo en ella y sus pasos no producian mas ruido que el suave crujido del cuero de los zapatos. No habia ni una sola novela en los estantes, pero el abogado tenia una imponente coleccion de libros juridicos. Sand ladeo la cabeza y fue leyendo los titulos de los lomos. Habia alli obras que se podrian vender por varios miles de coronas en una subasta. Saco una de ellas de la estanteria, palpo el cuero autentico con que estaba encuadernada y sintio aquel olor tan caracteristico al hojearlo con cuidado.

Wilhelmsen se habia sentado en la descomunal mesa de marmol con patas en forma de pie de leon y miraba fijamente el sillon orejero de cuero. Sobre el respaldo habia un tapete de ganchillo, cubierto de sangre seca y oscura. Le parecio sentir un ligero olor a hierro, pero lo descarto como meras imaginaciones suyas. El asiento tambien estaba manchado.

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