Era el juez, que queria asegurarse de que el envio del documento habia llegado a su destino.

– Espero recursos por ambas partes -dijo el juez, muy cansado, aunque Hakon creyo adivinar una leve sonrisa a traves del auricular.

– Si, al menos voy a recurrir la puesta en libertad de Roger Stromsjord y pido que se dilate su efecto, seria una catastrofe que saliera en libertad esta noche.

– Conseguira retrasar la entrada en efecto de su puesta en libertad -dijo el juez tranquilizandolo-. Bueno, lo dejamos por ahora, ?de acuerdo?

En esa cuestion estaban todos de acuerdo, habia sido un dia muy, muy largo. Se pusieron la ropa de abrigo, cerraron cuidadosamente la puerta con llave y abandonaron a su suerte las dos botellas de refresco medio vacias. La publicidad decia la verdad: solo ayudaban a aplacar la sed.

Martes, 24 de noviembre

Fue como despertar con una resaca monumental. Hanne Wilhelmsen no habia podido dormir al regresar a casa, a pesar de haberse tomado un poco de leche caliente y de recibir un masaje en los hombros. Tras apenas cuatro horas de sueno alterado, la radio despertador la catapulto hacia un nuevo dia con su desagradable parte de noticias. El auto de prision copaba todas las primeras planas. La locutora afirmaba que el resultado habia sido un empate, aunque ponia en duda que la Policia realmente tuviera un caso. Como es natural, no conocia los argumentos que habian dado lugar al auto y por esa razon dilapido varios minutos especulando sobre las causas que habian forzado a poner en libertad al mecanico. Las especulaciones eran disparatadas.

Se estiro hundida por la pereza y se obligo a levantarse y a abandonar las calidas sabanas que la abrazaban. Tendria que saltarse el desayuno; le habia prometido a Hakon que estaria en el despacho a las ocho. El dia que tenian por delante iba a ser al menos tan largo como el anterior.

Una vez en la ducha, intento pensar en otra cosa. Se agacho y poso la barbilla sobre el alicatado blanco dejando que el agua le pusiera la espalda al rojo vivo. Era imposible abstraerse del caso, su cerebro trabajaba a toda maquina y la arrastraba consigo en contra de su voluntad. En ese momento solo deseaba un traslado instantaneo, tres meses en la Policia de trafico habrian estado muy bien. Lo cierto es que no era de esas personas que huyen de las tareas dificiles, pero el caso la tenia completamente absorbida. Le resultaba imposible encontrar la paz, todos los cabos sueltos se enredaban y jugueteaban con otras soluciones, nuevas teorias, nuevas ideas. Aunque Cecilie no se quejaba, Hanne sabia que ultimamente no destacaba ni como amante ni como amiga. Durante las cenas y celebraciones permanecia silenciosa, moderadamente amable y con una copa en la mano. El sexo se habia vuelto algo rutinario que llevaba a cabo sin demasiada pasion o compromiso.

El agua estaba tan caliente que tenia la espalda casi anestesiada. Se incorporo y se sobresalto al quemarse los senos. Fue en el momento en que abria el agua fria, para evitar arder viva, cuando aquello le vino a la mente.

?La bota! Tenia que haber un gemelo del trofeo de caza de Billy T. en alguna parte. Dar con una bota concreta de invierno, del 44, en Oslo y en esta epoca del ano se le antojo harto dificil. Por otro lado, el numero de posibles propietarios era bastante reducido y valia la pena intentarlo. Si localizaban al propietario se encontrarian ante un tipo que casi seguro estaba involucrado, y luego ya verian lo que aguantaba. La lealtad nunca fue el lado mas fuerte de los narcotraficantes.

La bota, habia que encontrarla.

El dia estaba empezando a desperezarse y, aunque el sol no habia alcanzado todavia el horizonte, merodeaba por algun lugar detras de la loma de Ekeberg insinuando el advenimiento de un hermoso y frio martes de noviembre. La temperatura habia vuelto a bajar de cero y todas las emisoras locales advertian a los conductores y hablaban de autobuses y tranvias llenos. Algunos currantes de camino a otro dia de trabajo se paraban ante el edificio que albergaba el periodico Dagbladet para leer la edicion matutina expuesta en las vitrinas.

Su caso llenaba de nuevo las portadas; en su agenda habia apuntado a escondidas que era la duodecima vez aquel ano que aparecia en portada. Un poco inmaduro, tal vez, pero era importante llevar la cuenta, penso con orgullo. Al fin y al cabo, solo estaba cubriendo una sustitucion, casi como un periodo de prueba.

La copia de la llave le ardia en el bolsillo; por si acaso, hizo tres copias mas y las escondio en lugares seguros. El cerrajero no pudo ayudarlo mucho, las posibilidades eran multiples, aunque la llave no podia corresponder a algo mas grande que un casillero de consigna. Tal vez un armario, pero definitivamente no era una puerta; si lo era, tenia que ser muy pequena.

Las consignas ubicadas en los lugares mas obvios no dieron resultado. La llave no funciono en la Estacion Central del Ferrocarril, ni en los aeropuertos de Fornebu y Gardemoen ni en los grandes hoteles. El que la llave careciera de numero de serie indicaba que era poco probable que pudiera usarse en un lugar publico.

?Debia darsela a Hakon Sand? Seguramente la Policia estaba muy estresada en estos momentos, dos semanas eran poco; despues de que los recursos pasaran por las manos del juzgado de segunda instancia, nada garantizaba que se fueran a cumplir esas dos semanas.

La balanza parecia inclinarse en favor de ayudar a la Policia. Esta poseia medios que permitirian buscar con mucha mas efectividad algun lugar donde poder utilizar la maldita llave. Ademas, seguro que saldria beneficiado de este asunto, quiza podria llegar a un buen acuerdo con ellos. Lo cierto es que cuando acabo de pensarselo bien no le parecio tan buena idea pasearse con un objeto en el bolsillo que podia ser una prueba decisiva en un caso de tanta envergadura, con asesinatos y todo. ?Podria estar cometiendo un delito? No estaba seguro.

Por otro lado: ?Como iba a explicar el modo en que la llave habia acabado en sus manos? El allanamiento del despacho de Lavik era en si punible y, si se enteraba el director de su periodico, adios y gracias. De momento no se sentia capaz de inventar una historia alternativa que tuviera sentido.

La conclusion era obvia, tenia que seguir buscando por su cuenta. Si lograba encontrar el armario, la caja o lo que fuera, acudiria a la policia, siempre que su contenido tuviera algun interes, claro. De ese modo, su dudoso procedimiento quedaria en un segundo plano y se esfumaria. Si, lo sensato era quedarse con la llave.

Se ajusto los pantalones y entro al gran edificio gris de su rotativo.

El gigantesco escritorio estaba inundado de periodicos. Peter Strup llevaba en su despacho desde las seis y media de la manana; tambien el se habia despertado con las noticias sobre el auto. De camino a su bufete habia comprado siete diarios diferentes: todos llevaban la misma noticia en portada. No decian practicamente nada, pero todos presentaban distintos puntos de vista. El diario comunista Klassekampen opinaba que el encarcelamiento representaba una victoria de la justicia y su editorial hablaba de confianza en los tribunales que habian demostrado que no solo practicaban la justicia de clases. Penso exasperadamente sobre lo curioso que era que las mismas personas que solian utilizar la artilleria pesada para atacar la primitiva necesidad de venganza de esta sociedad podrida que encierra a la gente en las carceles, de repente, se alegraran del mismo ordenamiento en cuanto afectaba a una persona procedente de un entorno mas favorecido. Los periodicos mostraban mas fotos que texto, salvo los gigantescos titulares. El conservador Aftenposten imprimio una cronica ponderada y anodina a la vez, a pesar de que el caso merecia cierta magnitud, tal vez tenian miedo de ganarse alguna demanda por difamacion. Una sentencia firme contra Lavik se antojaba infinitamente lejana. El sentido comun presagiaba una terrible venganza por parte de Lavik si no era condenado.

La pluma raspo el papel cuando empezo a tomar notas a toda velocidad. Siempre era dificil entender los planteamientos juridicos partiendo de los titulares. Los periodistas mezclaban conceptos y revoloteaban por el panorama judicial como gallinas sueltas. Solo el Aftenposten y el Klassekampen tenian la suficiente autoridad como para saber que se trataba de un auto y no de un veredicto, y que habia sido recurrido y no apelado.

Finalmente hizo una pila con todos los periodicos restantes, las hojas estaban descompuestas tras recortar la informacion mas importante, y lo tiro todo a la papelera. Grapo los recortes junto con las notas escritas a mano, los introdujo en una funda de plastico y lo guardo todo en un cajon con llave. Luego contacto con su secretaria a traves del interfono y ordeno que le anulara todas las citas de aquel dia y del dia siguiente. La secretaria se quedo perpleja y empezo con un «pero», aunque ella misma se detuvo.

– De acuerdo. ?Los cito a todos para otro dia?

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