con grandes abogados demoniacos que lo perseguian y con una diminuta figura amarilla que lo llamaba desde una nube en el horizonte. Intentaba correr hacia ella, pero las piernas le fallaban y nunca llegaba hasta ella. Finalmente, Karen desaparecia, y el se quedaba tirado en el suelo mientras la figura amarilla salia volando y unos cuervos con capa le sacaban los ojos a un pequeno fiscal adjunto.
Martes, 1 de diciembre
Todo aquel jaleo, la brillantina y los chillones farolillos de plastico que algunos consideraban que conferian un aspecto navideno a las calles, empezaban, por fin, a tener algo de sentido. Al menos ya era diciembre. La nieve habia vuelto y los comerciantes se habian percatado entusiasmados de que el consumo personal del pueblo noruego se habia incrementado unos pocos puntos en el ultimo ano. Eso generaba grandes expectativas de ganancias e impulsaba a recargar los escaparates. En Navidad, los tilos de la calle Karl Johan sustituian a sus primos de hojas perennes, aunque parecian desnudos y algo embarazados con sus luces de Navidad. Dos dias antes se habian encendido solemnemente las luces del enorme abeto de la plaza de la Universidad, pero aquel dia solo lo estaba disfrutando un triste oficial del ejercito de salvacion que, tiritando de frio, sonreia esperanzado a cualquiera que aquella manana pasara apresurado por delante de su bote de dinero, sin disponer de un solo minuto de sobra para detenerse a admirar el enorme arbol.
Jorgen Lavik sabia que lo estaban vigilando. En varias ocasiones se detuvo bruscamente y miro hacia atras, pero le resultaba imposible distinguir a quien le estaba siguiendo. Todo el mundo tenia la misma mirada vacia; solo alguno de ellos miro con curiosidad al abogado Lavik, como si lo reconociera, «?Donde lo habre visto antes?». Por suerte, las fotografias de la prensa diaria eran tan malas y tan viejas que era probable que nadie lo reconociera de inmediato.
Pero sabia que estaban detras de el. Eso le complicaba las cosas, pero al mismo tiempo le proporcionaba una coartada perfecta. Podia volverlo todo a su favor. Suspiro profundamente, se sentia muy lucido.
La visita al despacho fue corta. A la secretaria estuvo a punto de caersele la dentadura postiza de pura alegria de verle y le propino un abrazo que olia a vieja y a lavanda. Resulto casi enternecedor. Tras dedicarle unas horas a los asuntos mas urgentes, dio aviso de que iba a pasar el resto de la semana en su cabana de la montana. Estaria localizable por telefono y se llevaba consigo una pila de casos, un aparato de fax portatil y un ordenador. Probablemente volveria el viernes, al fin y al cabo tenia que presentarse en el juzgado.
– Asi que tendras que ocuparte tu del negocio, Caroline, como has estado haciendo estos dias -le dijo a la secretaria para darle animos.
Su boca volvio a desplegarse en una sonrisa gris y la alegria por el halago hizo que se le formaran pequenos soles rojos en las mejillas. Se le plegaron las rodillas coquetamente, pero se contuvo antes de que la reverencia llegara a ser demasiado profunda. Claro que ella se ocuparia del negocio, y esperaba que el disfrutara mucho de sus vacaciones. ?Se las merecia!
Eso mismo pensaba el. Pero antes de irse paso por el servicio y saco el telefono movil que habia cogido del estante de uno sus colegas. Se sabia el numero de memoria.
– Vuelvo a estar en la calle. Puedes relajarte.
El susurro apenas se oyo a causa del molesto ruido de una cisterna defectuosa.
– No me llames, y mucho menos ahora -le espeto el otro, pero no colgo.
– Es un telefono seguro, puedes relajarte -repitio el, aunque no sirvio de nada.
– ?No me digas!
– Karen Borg esta en su cabana de Ula, pero no va a permanecer alli mucho tiempo. Puedes estar seguro. Ella es la unica que puede cazarme a mi, y yo soy el unico que puede cazarla a ella. Si a mi me van bien las cosas, a ti tambien te iran bien.
Las protestas del viejo no llegaron a oirse. La comunicacion ya se habia cortado. Jorgen Ulf Lavik meo, se lavo las manos y salio a reunirse con sus invisibles guardianes.
Pronto iba a tener que hacer algo con su corazon. Las medicinas que le habian dado ya no funcionaban, por lo menos no muy bien. En dos ocasiones habia estado al borde de sentir el mordisco de la muerte, del mismo modo en que lo habia derribado tres anos antes. El entrenamiento sistematico y la dieta magra probablemente lo habian ayudado hasta ese momento, pero la situacion por la que estaba pasando en las ultimas semanas no se podia compensar haciendo
Habian ido a buscarlo. En cierto sentido los habia estado esperando desde que la pelota de nieve empezo a correr. Solo podia ser una cuestion de tiempo. A pesar de que la descripcion en el
Lavik era el gran problema. El tipo habia perdido la cabeza. Estaba bastante claro que pretendia quitarle la vida a la abogada Borg, como si eso fuera a solucionar algo. El seria el sospechoso numero uno, al instante. Ademas: ?quien podia saber si habia hablado con mas gente o si habia escrito algo que aun no habia llegado a manos de la Policia? Matar a Karen Borg no solucionaba nada.
Matar a Jorgen Lavik, en cambio, lo solucionaba casi todo. En el mismo momento en que se le ocurrio la idea, la vio como su unica posibilidad. El exitoso asesinato de Hans A. Olsen habia bloqueado con eficacia cualquier problema en esa rama de la organizacion. Lavik lo estaba complicando todo, para el mismo y para el viejo. Habia que pararle los pies.
La idea no lo asustaba, le resultaba mas bien tranquilizadora. Por primera vez en varios dias, su pulso latia constante y tranquilo. Su cerebro parecia estar lucido y la capacidad de concentracion estaba regresando de sus largas vacaciones.
Lo mejor era acabar con el antes de que le diera tiempo a enviar a Karen Borg al dudoso cielo de los abogados. El asesinato de una abogada joven, guapa y, en este contexto, inocente, causaria demasiado revuelo. Tampoco un abogado drogadicto y desesperado iba a morir sin llamar la atencion, pero aun asi… Un asesinato era mejor que dos. Pero ?como hacerlo?
Jorgen Lavik habia hablado de una cabana en Ula. Tenia que significar que pensaba ir para alla. Pero el viejo no entendia como tenia pensado librarse de la cola de policias que sin duda tenian que estarlo persiguiendo, aunque ese problema se lo iba a dejar a Lavik. El suyo era encontrar a Lavik, encontrarlo sin que lo vieran esos mismos policias y, preferiblemente, antes de que llegara hasta Karen Borg. No necesitaba coartada, no estaba en el punto de mira de la Policia y tampoco iba a estarlo, si todo salia bien.
Le costaria menos de una hora encontrar la direccion exacta de la cabana de Karen Borg. Podia llamar a su despacho, o tal vez a algun juez del lugar, que podria comprobar el registro de la propiedad, pero eso era demasiado arriesgado. Al cabo de unos minutos se habia decidido. Por lo que podia recordar, solo habia una carretera que llevara a Ula, un pequeno brazo de la carretera de la costa entre Sandefjord y Larvik. Iba a tener que esperarlo alli.
Aliviado por haber tomado una decision, se concentro en los asuntos mas urgentes de aquel dia. Las manos ya no le temblaban y el corazon se habia estabilizado. A lo mejor al final no necesitaba medicinas nuevas.
En realidad no se podia decir que fuera una cabana. Era una solida casa de madera de los anos treinta, completamente rehabilitada, e incluso en la oscuridad de diciembre se intuia el paraiso que rodeaba la casa pintada de rojo. Estaba bastante expuesta a las inclemencias del tiempo y, aunque en la entrada habia algo de nieve, el eterno viento proveniente del mar se habia encargado de limpiar los penascos detras de la casa. Un abeto se cimbreaba testarudo un par de metros hacia la derecha de la pared de la casa. El viento habia conseguido retorcer el tronco, pero no matar el arbol, que se inclinaba hacia el suelo, como si anorara reunirse