– No te estoy pidiendo que me facilites otro abogado, solo te estoy preguntando si conoces alguno, asi en privado.

– No, si, bueno, algunos de mis companeros de estudios se dedican a ese tipo de derecho, pero ninguno juega en primera division, aun.

– ?Los ves con frecuencia?

– No, muy de vez en cuando.

Era cierto y doloroso a la vez, a Karen no le quedaban muchos amigos. Habian ido saliendo de su vida uno detras de otro, o ella de las suyas, caminando por senderos cuya vegetacion aumentaba cada vez mas, pero que de vez en cuando se cruzaban: entonces intercambiaban formulas mutuas de cortesia, ya fuera tomando una cerveza o a la salida de un cine en otono.

– Bien, entonces te quiero a ti. Que me acusen de homicidio: acepto la prision preventiva. Pero tienes que conseguir que la Policia acceda a una cosa: quiero permanecer aqui, en estas dependencias. No pienso ir a la carcel provincial.

El hombre no dejaba de sorprenderla.

Con relativa frecuencia los periodicos habian publicado grandes titulares acerca de las condiciones infrahumanas que sufrian las personas retenidas en aquella jefatura. Las celdas estaban pensadas para estancias de veinticuatro horas, y apenas reunian las condiciones para tal proposito; sin embargo, aquel tipo queria quedarse alli durante semanas.

– ?Por que?

El joven se inclino hacia ella y se quedo a un palmo de su rostro. Ella noto su aliento, bastante desagradable tras varios dias sin tocar un cepillo de dientes, y eso la obligo a echarse hacia atras.

– No me fio de nadie, tengo que pensar y, cuando haya reflexionado durante algunos dias, podremos volver a tener esta conversacion. ?Pero, por favor, no dejes de volver para hablar conmigo!

Su conducta era vehemente, al limite de la desesperacion; por primera vez, sintio lastima por el.

Marco el numero de telefono que Hakon habia garabateado en un papel.

– Hemos terminado, puedes venir a recogernos.

Karen no tuvo que presentarse en el juzgado de instruccion, tuvo esa suerte. Solo en una ocasion habia estado presente en una vista oral, y fue durante su epoca de estudios, cuando aun creia que iba a utilizar sus conocimientos de derecho para ayudar a los necesitados. Se habia dejado caer en el banquillo del publico de la sala 17, detras de un mostrador que daba la impresion de haber sido colocado alli para proteger a los espectadores de la brutal realidad de la sala. Se decretaba prision para la gente cada media hora y solo uno de cada once conseguia convencer al juez de que seguramente no habia cometido el delito. En aquella ocasion tuvo problemas para distinguir al abogado defensor del fiscal, porque no dejaban de sonreirse y mantenian entre ellos una actitud de camaraderia: se invitaron a cigarrillos y contaron burdas anecdotas de los tribunales, hasta el momento en que el pobre detenido se sento en el banquillo y los actores se dirigieron cada uno a su sitio para dar comienzo a la lucha. La Policia gano diez rondas. Ocurrio todo con rapidez, el funcionamiento parecia eficaz y era implacable. A pesar de su juvenil entusiasmo defensor, tenia que admitir que no habia reaccionado demasiado cuando el juez decretaba prision. A Karen Borg los acusados le parecieron peligrosos, desalinados, antipaticos y poco convincentes cuando proclamaron su inocencia y despotricaron contra el tribunal; algunos lloraron y muchos maldijeron. Pero si que le habia escandalizado el ambiente amistoso que retornaba a la sala en el mismo momento en que el preso era llevado de vuelta a los calabozos, con un policia agarrado a cada brazo. No era solo que los dos oponentes, que un momento antes habian negado la honorabilidad el uno del otro, acto seguido siguieran contando la anecdota que se habia quedado a medias, sino que incluso el juez se adelantaba en la silla, sonreia, negaba con la cabeza y soltaba algun comentario gracioso hasta que el siguiente desgraciado tomaba sitio en el banquillo. Karen pensaba entonces que habia que mantenerse a respetuosa distancia de los jueces y que la amistad debia entablarse fuera de las salas de audiencias; y aun conservaba esa misma actitud solemne hacia los tribunales. Por eso se alegraba de que, en sus ocho anos en un bufete de abogados, nunca hubiera tenido que poner un pie en una sala de audiencia. Siempre lo resolvia todo antes de que la cosa llegara tan lejos.

El auto de prision de Han van der Kerch fue un mero tramite de despacho. Acepto por escrito un maximo de ocho semanas de restriccion de visitas y de correspondencia. No sin asombro, la Policia habia aceptado su peticion de permanecer en los calabozos del patio trasero. El hombre era un tipo raro.

De ese modo, Karen se habia librado de acudir al juzgado de instruccion y estaba ya de vuelta en su despacho. Los quince abogados tenian sus oficinas en Aker Brygge, el antiguo puerto de Oslo, donde trabajaban ademas otros tantos secretarios y diez apoderados. La boutique de articulos de lujo para caballeros de la planta de abajo se habia ido a la quiebra en tres ocasiones, y al final habia sido sustituida por un H &M que iba muy bien. Un restaurante caro y agradable habia tenido que ceder su sitio a un McDonalds. En suma, los locales no habian estado a la altura de lo que se esperaba de ellos en el momento en que los compraron, pero su venta hubiera implicado perdidas catastroficas; y ademas estaban situados en el centro.

En las puertas de cristal de la entrada se podia leer Greverud & Co., en honor a Greverud, que, a sus ochenta y dos anos, aun seguia pasandose por el despacho todos los viernes. Habia fundado la empresa justo al acabar la guerra, a raiz de su brillante actuacion durante los procesos contra los traidores a la patria. En 1963 habian pasado a ser cinco abogados, pero lo de Greverud, Risbakk, Helgesen, Farmoy & Nilsen acabo resultandole muy pesado a la recepcionista. A mediados de los ochenta compraron aquellos locales en lo que creyeron que iba a ser el palacio del capital de Oslo. Eran de las pocas empresas que habian sobrevivido alli.

Karen hizo practicas en el solido bufete durante el verano anterior a su ultimo ano en la universidad. En Greverud & Co. sabian apreciar el trabajo duro y la inteligencia. Ella fue la cuarta chica a la que admitieron en practicas en el despacho, y la primera en tener suerte. Cuando se licencio un ano mas tarde, le ofrecieron trabajo, buenos clientes y un sueldo desorbitado. No pudo mas que sucumbir a la tentacion.

En realidad nunca se habia arrepentido. Karen se habia dejado llevar por el emocionante remolino del mundo del capital y participo en el Monopoly de la realidad durante la decada en que fue mas emocionante. Era tan buena que al cabo de solo tres anos, un tiempo record, le ofrecieron pasar a ser socio. Fue imposible decir que no. Se sintio halagada y contenta, pensaba que se lo merecia. Ahora ganaba un millon y medio de coronas al ano y casi se le habia olvidado la razon por la que en su momento empezo a estudiar derecho. Los disenos tradicionales de Sigrun Berg fueron sustituidos por elegantes trajes de chaqueta adquiridos en la calle Bogstad por una fortuna.

Sono el telefono. Era su secretaria. Karen presiono el boton del altavoz. Aquello resultaba incomodo para el que llamaba, porque su voz se veia rodeada de un eco que la tornaba difusa. Sentia que eso le proporcionaba cierta ventaja.

– Te llama un abogado llamado Peter Strup. ?Estas, estas reunida o ya te has ido a casa?

– ?Peter Strup? ?Que quiere de mi?

Le fue imposible disimular su perplejidad. Peter Strup, entre otras muchas cosas, era presidente del Grupo de Abogados Defensores, la singular asociacion de abogados defensores que se sentian demasiado buenos, o malos, como para solo formar parte de la MNA, como todos los demas. Algunos anos antes habia sido elegido el hombre mas guapo de Noruega y destacaba como uno de los creadores de opinion mas activos del pais en practicamente todos los ambitos de la vida. Ya sobrepasaba los sesenta anos, pero aparentaba cuarenta, y era capaz de acabar la carrera de Birkebein con una marca bastante buena. Por otro lado, se decia que era amigo cercano de la casa real, aunque habia que concederle que nunca lo habia confirmado en presencia de la prensa.

Karen no habia coincido ni hablado nunca con el, pero obviamente habia leido muchas cosas sobre el abogado.

– Pasamelo -dijo, tras un instante de vacilacion, y cogio el telefono en un gesto de respeto inconsciente-. Karen Borg -dijo sin tono en la voz.

– Buenas tardes, ?soy el abogado Peter Strup! No te entretendre mucho. He tenido conocimiento de que has sido nombrada abogada defensora de un holandes que esta acusado del asesinato junto al rio Aker del viernes por la tarde, ?es asi?

– Si, hasta cierto punto es verdad.

– ?Hasta cierto punto?

– Bueno, quiero decir que es cierto que soy su abogada, pero la verdad es que no he hablado gran cosa con el.

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