Sin proponerselo empezo a hojear los documentos que tenia ante si, la copia para el defensor del expediente del caso. Escucho la encantadora risa del abogado Strup.

– ?Desde cuando trabajais por 495 coronas la hora? ?No pensaba yo que el salario oficial pudiera cubrir los gastos de alquiler de Aker Brygge! ?Van tan mal las cosas que has decidido robarnos una cuota de mercado?

No le parecio un comentario malintencionado. El precio de su hora de trabajo estaba por encima de las dos mil coronas, dependiendo de quien fuera el cliente. Ella misma se rio un poco.

– Nos apanamos bien. Es una casualidad que vaya a ayudar a este tipo.

– Ya, veras, eso pensaba. Estoy bastante ocupado, pero uno de sus amigos ha acudido a mi para pedirme que ayude al chico. Es uno de mis mas viejos clientes, este amigo suyo y, ya sabes, lo abogados defensores tenemos que cuidar a nuestros clientes. ?Ellos tambien son fijos! -Volvio a reirse-. En otras palabras: estaria encantado de hacerme cargo del caso, y supongo que tu no estas demasiado interesada en conservarlo.

Karen no sabia que decir. La tentacion de dejar todo el caso en manos del mejor abogado defensor del pais era grande. No cabia duda de que Peter Strup lo haria mejor que ella.

– Gracias, eres muy amable, pero es que ha insistido en que sea yo y, hasta cierto punto, le he prometido que continuaria. Como es obvio le transmitire tu oferta, y en caso de que la acepte ya te llamara el.

– Esta bien. En fin, entonces tendremos que quedar en eso. Pero supongo que entiendes que necesito que se me informe lo mas rapido posible. Me tengo que poner al dia del caso, ya sabes, confio en ti.

Karen estaba un poco aturdida. Aunque sabia que entre los abogados penales era mucho mas habitual robarse los clientes, o hacer intercambios sensatos de estos, como decia mucha gente, le sorprendia que Strup tuviera que recurrir a esas cosas. Hacia poco que habia visto su nombre en un reportaje en un periodico, lo ponian como uno de tres ejemplos de como los casos penales se retrasaban durante meses e incluso anos, por la excesiva longitud de las listas de espera de los abogados mas famosos. Por otro lado, le resultaba simpatico que quisiera ayudarlos, sobre todo cuando la peticion provenia de un amigo de Van der Kerch. No le costaba ver el atractivo de semejantes atenciones, aunque ella mantenia a todos sus clientes a considerable distancia.

Karen cerro la carpeta que tenia ante si, vio que eran las cuatro, dio la jornada por acabada y constato en la lista de recepcion que era la primera de todos los abogados en irse. Aun no habia conseguido deshacerse del pinchazo de mala conciencia que la atacaba cada vez que habia menos de diez nombres bajo la rubrica «Manana mas», se dijo. Ese dia decidio no pensar en ello, dio un paseo bajo la lluvia y cogio un tranvia repleto en direccion a su casa.

– Tengo un caso de derecho penal -murmuro entre dos pedazos de pescado congelado.

Karen Borg era de Bergen, y en Oslo no comia pescado fresco. El pescado fresco no debia de llevar mas de diez horas muerto. El pescado de cuarenta y ocho horas de la capital le sabia a goma de borrar; para eso preferia la produccion en masa ultracongelada.

– La verdad es que seria mas correcto decir que me lo han endosado -anadio despues de acabar de masticar.

Nils sonrio.

– ?Y tu sabes de esas cosas? Muchas veces te quejas de que has olvidado todo lo que aprendiste, a excepcion de lo que llevas haciendo los ultimos ocho anos -dijo, y se seco la boca con las munecas, una mala costumbre muy irritante que Karen habia intentado quitarle durante los seis anos que llevaban viviendo juntos; unas veces llamando su atencion sobre ello, otras colocando enormes servilletas junto a su plato. Nils no habia tocado la servilleta y volvio a servirse.

– Saber, saber… -murmuro, le sorprendio sentirse ofendida, puesto que ella habia pensado exactamente lo mismo-. Claro que se, solo tengo que repasarlo un poco -dijo, y resistio la tentacion de anadir que habia sacado una nota impresionante en el ultimo examen de Derecho Penal.

Le conto toda la historia, pero por alguna razon u otra omitio la llamada telefonica del abogado Strup. No sabia por que. Tal vez fuera porque la incomodaba. Desde que era una nina, ponia mucho cuidado en no hablar de las cosas que le resultaban dificiles. Lo sombrio habia que guardarselo para una misma. Ni siquiera Nils la conocia del todo. El unico que alguna vez habia estado cerca de penetrar en su alma habia sido Hakon Sand. Despues de que el desapareciera de su vida, se hizo campeona mundial en solucionar sus propios asuntos con discrecion y los de los demas a cambio de dinero.

Cuando termino de hablar habian acabado de comer. Nils empezo a recoger la mesa y no parecia demasiado interesado en el relato. Karen se sento en un sillon orejero, reclino el respaldo y lo oyo trajinar con el lavavajillas. Despues de un rato, el sonido de la cafetera se unio al del lavaplatos.

– Esta claro que esta acojonado -grito Nils desde la cocina, luego asomo la cabeza por la puerta y repitio-: Creo que tiene un miedo de la hostia, no se a que.

Genial, como si eso no fuera evidente. Tipico de Nils, su capacidad para soltar obviedades la habia seducido durante mucho tiempo, casi tenia la impresion de que era una parodia, como si lo hiciera a posta. Pero en los ultimos tiempos se habia dado cuenta de que realmente creia ver cosas que los demas no conseguian ver.

– Por supuesto que tiene miedo, pero ?a que? -murmuro, mientras Nils entraba con dos tazas de cafe-. Es evidente que no le tiene miedo a la Policia. Queria que lo cogieran. Se sento en medio de una calle llena de trafico a esperar que la Policia fuera a buscarlo. Pero ?por que no queria decir nada? ?Por que no queria contar que era el quien habia matado al hombre del rio Aker? ?Por que tiene miedo de la carcel si no tiene miedo de la Policia? ?Y por que narices insiste en que sea yo su abogada?

Nils se encogio de hombros y agarro un periodico.

– Lo iras averiguando, ya veras -dijo, y se sumergio en las tiras comicas.

Karen cerro los ojos.

– Lo ire averiguando -repitio para si misma, y bostezo, a la vez que rascaba al perro detras de la oreja.

Martes, 29 de septiembre

Karen Borg habia pasado una noche intranquila, lo que hasta cierto punto era habitual. Por la noche siempre tenia sueno y se quedaba dormida a los pocos minutos de acostarse. El problema era que luego se volvia a despertar, por lo general hacia las cinco de la manana. Estaba cansada y tenia la cabeza embotada, pero era incapaz de volver a gatas al reino de los suenos. De noche todos los problemas se tornaban enormes, incluso aquellos que por el dia no eran mas que sombras incomodas, y a veces ni eso. Cosas que le resultaba facil minimizar durante el dia, como inconvenientes que solventaba como tal cosa, poco peligrosos y carentes de interes, en el transito de la noche al dia se convertian en fantasmas que le atenazaban y arrojaban sombra sobre todo lo demas. Con demasiada frecuencia se quedaba dando vueltas en la cama hasta que, sobre las seis y media, caia desmayada y conseguia echarse una cabezadita inservible hasta que, media hora mas tarde, el despertador la sacaba a rastras del sueno.

Aquella noche se habia despertado a las dos de la manana, empapada en sudor. Iba montada en un avion sin suelo; todos los pasajeros tenian que hacer equilibrios sobre unos pequenos salientes que asomaban del cuerpo del avion, sin cinturones de seguridad. Despues de aferrarse al aparato hasta acabar exhausta, el avion habia empezado a trazar un marcado arco hacia la tierra. Se desperto en el momento en que se estrellaban contra el suelo. Se decia que los suenos sobre aviones estrellados eran senal de falta de control sobre la existencia. No tenia la sensacion de que ese fuera su caso.

Era un magnifico dia de otono. Llevaba una semana lloviendo a cantaros, pero esa noche la temperatura habia subido hasta los quince grados y el sol habia hecho un enorme esfuerzo para recordar que, al fin y al cabo, el verano no quedaba tan lejos. Los arboles de la plaza de Olaf Ryes estaban ya de color amarillo-rojizo, y la luz era tan deslumbrante que incluso los pakistanies parecian un poco palidos en el momento que sacaban a la calle los productos de sus tiendecitas y de sus puestos. La calle Tofte retumbaba por la densidad del trafico, pero, a pesar de todo, el aire resultaba sorprendentemente fresco y limpio.

Cinco anos antes, cuando Karen se convirtio en la socia mas joven de Greverud & Co, ademas de la unica mujer, Nils y Karen habian hablado de la posibilidad de abandonar el barrio de Grunerlokka. Sin duda se lo podian permitir; el barrio no habia evolucionado en la direccion en que esperaba todo el mundo cuando ella, siendo estudiante, se las habia ingeniado para hacerse con un piso de 30 metros cuadrados en un edificio ruinoso que poco despues fue salvado por la campana de renovacion de Oslo. La salvacion, por decirlo suavemente, habia

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