hombro.
– Jodido buitre -berreo, la saliva volo fuera de su boca.
Annika se tambaleo hacia atras, incapaz de comprender lo que estaba sucediendo. Intento enfrentarse a la mirada de la chica enfurecida con tranquilidad y sosiego.
– Pero bonita, no podemos hablar como personas…
– ?Buitre! -grito la muchacha-. ?Basura, basura!
El grupo de jovenes se estrecho en torno a Annika, de pronto tuvo miedo. Tambien la empujaron por la espalda, dio un paso adelante y choco con la chica corpulenta.
– ?Que cono haces, puta? -grito la muchacha-. ?Vienes a por mi?
Desesperada, Annika busco con la mirada a Pettersson. ?Donde cono estaba?
– ?Pettersson! -chillo-. Pettersson, joder, ?donde estas?
Su voz le llego desde algun lugar cerca de la entrada al garaje.
– ?Bengtzon! -grito el, desesperado-. ?Estan intentando quitarme las camaras!
De pronto se oyo una voz por encima de todas las demas, amenazadora e histerica, que corto el aire a traves del grupo.
– ?Donde estan, donde estan?
La chica, que habia asido el bolso de Annika, lo solto rapidamente y dirigio su atencion hacia la voz. Annika vio un numero del Kvallspressen salir volando por encima de las cabezas de los jovenes. El grupo se abrio, vio a varios de ellos enrollar sus periodicos. A traves de una brecha en el mar de gente surgio Charlotta, la companera de clase de Josefin. Al verla, Annika retrocedio un paso mas.
La muchacha parecia trastornada. Tenia los ojos sanguinolentos, las pupilas dilatadas y negras, habia saliva alrededor de su boca, sus movimientos eran temblorosos y descoordinados, llevaba el cabello revuelto y sucio y jadeaba.
– ?Eres… una buitre! -exclamo y se precipito sobre Annika-. ?Hija de puta!
Charlotta golpeo a Annika en la cabeza con el periodico tan fuerte como pudo. Annika levanto las manos instintivamente para cubrirse la cabeza, pero le llovieron los golpes. Otros periodicos le azotaron los brazos y la espalda, los gritos a su alrededor crecieron hasta transformarse en un clamor colectivo.
Annika noto que todos sus pensamientos desaparecian, se revolvio, empujo a un joven y salio corriendo. Fuera, ?oh Dios mio!, ayudame a salir de aqui, oyo sus propios pasos retumbar en la calle. El verdor pasaba volando por su lado derecho, el suelo se movia, los edificios saltaban con movimientos irregulares. Se figuro que Pettersson corria detras de ella y que los jovenes les perseguian.
La bajada al garaje aparecio negra como la tinta despues de la explosion de luz del parque, tropezo.
– ?Pettersson! -grito-. ?Estas aqui?
Llego al coche. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad pudo ver al fotografo bajar por la rampa. Se aseguraba las camaras en una mano, el chaleco de fotografo se le salia de los hombros y tenia los pelos de punta.
– Me han intentado arrancar la ropa -dijo irritado-. ?Y el pelo! Fue una gilipollez acercarse a ellos.
– ?Cierra el pico, cono! -grito Annika-. ?Sientate en el coche de mierda y salgamos de aqui!
Abrio la puerta del conductor, se sento y abrio la puerta del copiloto. Annika se lanzo sobre el asiento, la temperatura en el coche parecia de unos cien grados. Bajo rapidamente la ventanilla. Parecia increible, pero el coche arranco al primer intento, Pettersson condujo hacia la salida con las ruedas chirriando. Al salir a la calle la luz les volvio a golpear, Annika quedo cegada durante unos segundos.
– ?Ahi estan!
Los gritos les llegaron a traves de la ventanilla bajada y vieron como la masa se encaminaba hacia ellos como un muro.
– ?Conduce, joder! -exclamo y subio la ventanilla.
– Es direccion prohibida -aullo el fotografo-. Tengo que ir hacia arriba por el cementerio.
– Ni de cona -grito Annika-. ?Sigue, sigue!
Cuando Pettersson consiguio salir a Kronobergsgatan el coche se detuvo. Annika bajo el cerrojo del coche y se tapo los oidos con las manos. Pettersson giraba y giraba la llave de contacto. El motor de arranque rodaba sin arrancar. El gentio les rodeo, alguien intento subirse al techo del coche. Los jovenes golpeaban con los punos por toda la carroceria, sus gritos cambiaron de caracter y se volvieron ritmicos y fuertes.
– ?Quemalos, quemalos!
De pronto Annika vio revolotear un Kvallspressen, su articulo sobre el luto en Taby se estrujo contra el parabrisas. La foto de las muchachas junto a sus poemas dejo un rastro de tinta de imprenta sobre el cristal.
– ?Quemalos, quemalos!
Estrujaron el periodico sobre el capo y le prendieron fuego. Annika berreo con voz alta y descontrolada.
– ?Pero, cono, arranca este coche de mierda de una vez! ?Conduce! ?Conduce!
Varios periodicos comenzaron a arder. Al otro lado de la ventanilla ardia la foto de los poemas y las chicas. El coche se balanceaba, parecia que intentaban volcarlo. El ruido de los golpes aumento. De pronto el coche arranco y Pettersson grito. Dio un tiron hacia delante, el fotografo embrago y el motor se acelero. Apreto el claxon y el coche se arrastro lentamente entre la multitud, la persona que se habia subido al techo descendio. Annika bajo la cabeza hacia las rodillas, cerro los ojos y se tapo los oidos con las manos. No levanto la vista hasta que doblaron en Fleminggatan.
Pettersson sollozaba. Temblaba y apenas podia conducir. Bajaron hacia el centro, torcieron y aparcaron junto al quiosco de salchichas proximo al edificio de Trygg Hansa.
– No deberiamos habernos acercado -sollozo el.
– Deja de lloriquear -repuso Annika-. A lo hecho, pecho.
Sus manos temblaban, se sentia embotada y paralizada. Aunque el fotografo no era mas joven que ella, sintio que la responsabilidad de calmar la situacion era suya.
– Venga -dijo algo mas amable-. Conseguimos salir bien de esta.
Busco en su bolso y encontro un paquete de toallitas sin abrir.
– Suenate -dijo-. Te invito a una taza de cafe.
Pettersson hizo lo que ella le dijo, contento de que Annika tomara el mando. Entraron en el quiosco de salchichas, que resulto tener cafe y dulces de mazapan.
– Joder, ha sido horrible -comento Pettersson en voz baja y mordio el mazapan-. Nunca en la vida me habia pasado algo tan aterrador.
Annika esbozo una sonrisa.
– Que suerte la tuya -dijo ella. Tomaron el cafe, en silencio, frente a frente. -Deberias arreglar el coche -dijo Annika. El resoplo.
– No me lo recuerdes -respondio.
Tomaron otra taza de cafe mas.
– ?Que hacemos con esto? -pregunto el.
– Nada -contesto Annika-, y esperemos a que nadie haga nada.
– ?Quien podria hacerlo? -inquirio Pettersson pasmado.
– No puedes ni imaginartelo -dijo Annika.
Condujeron de vuelta al periodico, pero tomaron un camino mas largo por Gamla Stan y Sodermalm. Pasar por Kronobergsparken estaba descartado.
Eran casi las cuatro y media cuando llegaron a la redaccion.
– ?Como os ha ido? -pregunto Ingvar Johansson, el jefe de la mesa de redaccion.
– De pena -dijo Annika-. Nos atacaron y quemaron periodicos encima del capo del coche.
Ingvar Johansson parpadeo esceptico.
– Venga ya -repuso.
– La verdad del dia -replico Annika-. Fue desagradable de cojones.
Inesperadamente sintio necesidad de sentarse y se dejo caer sobre la mesa de redaccion.
– ?Asi que no habeis hablado con ellos? ?Ninguna foto? -pregunto el jefe decepcionado.
Annika le miro con la sensacion de que una gruesa pantalla de plexiglas se interponia entre ellos.
– En efecto -respondio ella-. En realidad no era nada interesante. Los jovenes solo habian salido a pasar el