– ?Como lo has sabido?

Anne Snapphane rio.

– Has nacido con suerte, ?lo sabias?

Rieron al unisono, conscientes de su afinidad. El silencio que siguio fue calido y poroso.

– ?Estas libre? -pregunto Annika.

– Yes, acabe anteayer. El doce comienza el programa de television con una especie de preludio otonal. ?Que vas a hacer ahora?

Annika resoplo, la bola de angustia volvio a adquirir contornos.

– No lo se, no he pensado mucho. Siempre puedo volver a trabajar en el hotel de Estambul, necesitan camareras y personal de cocina.

– Vente a Pitea -dijo Anne Snapphane-. Habia pensado en volar esta tarde.

Annika volvio a reir.

– No, gracias, acabo de pasar el ultimo dia cambiando de asiento en el avion.

– Entonces ya estas acostumbrada. Venga, ?has estado alguna vez por encima del Klaralven?

– Apenas he deshecho las maletas -repuso Annika.

– Mejor. Mis padres tienen una casa grande en Pitholm, hay sitio para ti. Puedes volver a casa manana si quieres.

Annika observo el desconsolador monton de ropa humeda y se decidio.

– ?Cuando hay plazas libres?

Despues de colgar se dirigio apresuradamente a su dormitorio y busco el viejo bolso del periodico. Metio en el dos pares de bragas, una camiseta y cogio el neceser del suelo del salon.

Antes de bajar a encontrarse con Anne Snapphant en Kungsholmstorg busco un trapo y seco el agua de lluvia debajo de la ventana.

Annika miro a su alrededor desilusionada.

– ?Donde estan las montanas? -pregunto.

– No seas tan capitalina, ?cojones! -repuso Anne Snapphane-. Esto es la costa. La Riviera de Norrland. Venga, el taxi nos espera alli.

Caminaron por la pista de asfalto que circundaba el aeropuerto de Kallax. Annika dejo que la mirada recorriese el entorno, abundaban las coniferas y el paisaje era plano. El sol brillaba en un cielo casi despejado. Hacia mucho frio, por lo menos para alguien recien llegado de Turquia. Un avion Viggen paso retumbando por encina de sus cabezas.

– F21 -explico Anne Snapphane, y metio las maletas en el portaequipajes del taxi-. Kallax tambien es aeropuerto militar. Aqui aprendi a lanzarme en paracaidas.

Annika coloco su bolsa sobre las rodillas. Dos hombres trajeados tambien se apretujaron en el coche, inmediatamente se dirigieron hacia Pitea.

Pasaron por pequenas aldeas, campos de labranza con heniles cuyas paredes parecian desgastadas pero, durante casi todo el trayecto a lo largo de la E4, se vieron rodeadas por un bosque espeso, en el que las hojas habian comenzado a brillar con colores otonales aun cuando acababa de empezar septiembre.

– ?Cuando llega el invierno? -pregunto Annika.

– Yo me saque el carne de conducir el siete de octubre, dos dias despues hubo una tormenta de nieve. Acabe accidentada en un dique -dijo Anne Snapphane.

Se detuvieron en el cruce de Norrfjarden y se apeo uno de los hombres de traje.

Veinte minutos despues Annika y Anne se bajaron en la estacion de autobuses en el centro de Pitea.

– Se parece a Katrineholm -dijo Annika-. Gobiernan los socialistas, ?verdad?

– Estas en Norrbotten, carino -replico Anne Snapphane-. ?Tu que crees?

Guardaron las maletas de Anne en una taquilla dentro de la sala de espera.

– Mi padre nos recogera dentro de una hora, ?vamos a tomar algo?

En la pasteleria Ekberg de Storgatan, Annika se tomo un sandwich de gambas. Habia recuperado el apetito.

– Esto ha sido una buena idea.

– ?No has tenido problemas de abstinencia? -pregunto Anne Snapphane.

Annika la miro sorprendida.

– ?De que?

– La vida. Las noticias. El ministro.

Annika corto un buen trozo del sandwich de gambas.

– Me cago en el periodismo -contesto secamente.

– ?No quieres saber que ha pasado?

Annika nego con un gesto y mastico frenetica.

– Okey -repuso Anne Snapphane-. ?Por que te llamas Bengtzon con z?

Annika se encogio de hombros.

– Lo cierto es que no lo se. Gottfried, el abuelo de mi abuelo, llego a Halleforsnas a finales de 1850. Lasse Celsing, dueno de una fundicion, habia instalado un nuevo martillo pilon y la ocupacion de mi antepasado era vigilarlo. Un primo intento investigar a la familia, fue una mierda. Al llegar a Gottfried se estanco. Nadie sabe de donde procedia, quiza fuera aleman o checo. Al parecer se registro en los legajos como Bengtzon.

Anne Snapphane le dio un soberbio bocado a su pastel de patata.

– Que poco dramatico. ?Y tu madre?

– Ella viene de la familia mas antigua de fundidores de Halleforsnas. Tengo los altos hornos practicamente estampados en la frente. ?Y tu? ?Como te puedes llamar Snapphane y ser de Lappland?

Anne Snapphane suspiro y lamio la cucharilla.

– Te he dicho que esto es la costa. Todos los de aqui arriba, menos los lapones, vienen de alguna otra parte. Eran madereros, peones camineros, habia valones y algunos aventureros. Segun el mito familiar, Snapphane se utilizo por primera vez como un improperio contra un ladronzuelo danes antepasado nuestro, que fue ahorcado por robo en el patibulo a las afueras de Norrfjarden, alrededor del siglo XVIII. Como castigo tambien llamaron a sus hijos Snapphane, a ellos tampoco les fue mejor. Los altos hornos en la frente, si, gracias. El simbolo de mi familia es una horca.

Annika esbozo una sonrisa y se comio el ultimo trozo de bocadillo.

– Es una buena historia -dijo ella.

– Seguramente no haya ni una palabra de verdad en ella -apunto Anne-. ?Nos vamos?

El padre de Anne se llamaba Hans, conducia un Volvo y parecia realmente contento de conocer a una de las colegas de Anne en Estocolmo.

– Aqui hay muchas cosas que ver -informo entusiasmado mientras el coche se deslizaba lentamente por Sundsgatan-. Por ejemplo, Storfors, Eliasgrottan, la fabrica de curtidos de Boleby, el museo rural de Grans y tambien Altersbruk, una vieja aceria con lago y molino…

– Venga, papa -replico Anne Snapphane algo embarazada-. Annika ha venido a visitarme. Suenas como el peor guia turistico de la ciudad.

Hasse Snapphane no se enfado.

– Si quieres ir a alguna parte solo tienes que pedirmelo -dijo alegremente, y miro a Annika a traves del espejo retrovisor.

Annika asintio, miro a traves de la ventanilla. Vislumbro un pequeno canal y, enseguida, abandonaron el centro.

Pitea. Aqui era donde vivia el hombre que llamo por «Escalofrios» el dia que Studio sex descubrio que Christer Lundgren habia estado en un club de alterne. Casado con la prima del ministro, ?no era asi?

Cogio el bolso instintivamente y rebusco en el fondo, yes! Ahi seguia el cuaderno, lo hojeo hasta el final.

– Roger Sundstrom -leyo ella-. De Pitea, ?lo conoce?

El padre de Anne doblo a la izquierda en una rotonda y penso en voz alta.

– Sundstrom, Roger Sundstrom, ?en que trabaja?

– No lo se -respondio Annika y hojeo-. Aqui esta, su mujer se llama Britt-Inger.

– Aqui arriba todas las esposas se llaman Britt-Inger -replico Hasse Snapphane-. Lo siento, pero no puedo

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