a tener un comentario sobre esto manana mismo. ?Que razones les doy a los lectores de su negativa a responder?

El hombre respiraba en silencio en el auricular. Annika sentia como sopesaba su respuesta en silencio. Seguramente habria comprendido su alusion a la bebida. Por supuesto, ella nunca escribiria algo asi en el periodico, eso no se hace. Pero si las autoridades se negaban a colaborar no dudaba en contraatacar y fanfarronear para conseguir lo que queria.

– ?Que quiere saber? -pregunto el jefe friamente.

Annika sonrio.

– ?Que se necesita para que una persona este protegida en el padron? -inquirio ella.

Ella ya lo sabia, pero las palabras del hombre al describirlo serian una recapitulacion del caso de Christina.

El hombre resoplo y se puso a pensar. No lo tenia precisamente en la cabeza.

– Bueno, se necesita una amenaza. No solo una llamada telefonica, sino algo mas, algo serio.

– ?Una amenaza de muerte? -dijo Annika.

– Si, por ejemplo. Aunque hace falta algo mas, algo que haga que un fiscal dicte una orden.

– ?Un hecho? ?Algun tipo de acto violento? -pregunto Annika.

– Si, algo asi.

– ?Se dictaria una orden de proteccion en el padron por algo que fuera menos grave de lo que me ha descrito?

– No, no se haria -respondio el hombre con total seguridad-. Si la amenaza es de una naturaleza menos peligrosa es suficiente con un control en el registro civil.

– ?A cuantas personas ha tenido que proteger en el padron desde que esta destinado en Tyreso?

– A tres.

– Christina Furhage, su marido y su hija -constato Annika.

– Yo no he dicho eso -respondio el hombre enfadado.

– ?Que tipo de amenaza recibio Christina Furhage?

– Eso no puedo comentarlo.

– ?Que clase de acto violento motivo la decision de protegerla en el padron?

– No puedo decir nada mas sobre esto. Ahora cuelgo -dijo el hombre y lo hizo.

Annika sonrio ampliamente. Lo habia conseguido. Sin nombrar a Christina, el hombre se lo habia confirmado todo.

Despues de hacer todavia algunas llamadas de control, escribio su articulo sobre la amenaza y mantuvo la hipotesis terrorista en un nivel razonable. Estaba lista pasadas las once, y Patrik aun no habia regresado. Buena senal.

Entrego el texto a Jansson que ahora, sentado a la mesa, estaba en plena ebullicion. Tenia el pelo desordenado y hablaba por telefono sin parar.

Decidio volver andando a casa, a pesar del frio, la oscuridad y su cabeza vacia. Le dolian las piernas, le ocurria siempre que estaba cansada. Un paseo rapido era la mejor medicina; de esa manera evitaria tomar un analgesico al llegar a casa. Una vez se hubo decidido se enfundo el abrigo y se puso el gorro sobre las orejas antes de arrepentirse.

– Estare en el movil -anuncio a Jansson al salir. El saludo con la mano sin levantar la vista del telefono.

La temperatura habia subido y bajado; entonces estaba justo bajo cero, y grandes copos de nieve comenzaban a caer suavemente. Casi colgaban inmoviles del aire, se balanceaban un poquito de aqui para alla en su descenso hacia el suelo. Arropaban los ruidos en algodon. Annika no oyo al autobus 57 hasta que paso junto a ella.

Bajo por las escaleras hacia el Rllambshovsparken. El sendero a traves de la explanada de hierba estaba embarrado y lleno de surcos de los cochecitos de bebes y bicicletas deportivas; tropezo y estuvo a punto de caer, lo que le hizo blasfemar en voz baja. Una liebre se asusto y se alejo de ella hacia las sombras. ?Mira que haber tantos animales en la ciudad! Una vez Thomas fue perseguido por un tejon en Agnegatan cuando volvia del bar. Se rio en voz alta en la oscuridad al recordarlo.

Entre las casas venteaba con mas fuerza y se arreglo la bufanda. Los copos de nieve eran mas intensos y humedecieron su cabello. No habia visto a los ninos en todo el dia. No habia vuelto a llamar a casa despues del mediodia, era una pesadez. Generalmente se sentia okey trabajando entre semana, cuando todos los peques de Suecia estaban en las guarderias y su conciencia descansaba. Pero un sabado como este, una tenia que estar en casa cocinando y haciendo bollos de santa Lucia. Annika resoplo e hizo que los copos se arremolinaran. El problema era que no solia ser especialmente divertido hacer bollos o cualquier otra actividad excepcional con los ninos. Al principio les parecia divertidisimo, se peleaban y discutian sobre quien se ponia mas cerca de ella. Despues de disputarse la masa y de haber ensuciado toda la cocina comenzaba a acabarse su paciencia. Esto le pasaba antes si estaba agobiada por el trabajo; entonces explotaba. Habia terminado asi mas veces de las que le gustaria recordar. Los ninos se sentaban enfadados frente al televisor mientras ella acababa de hacer los bollos a toda prisa. Mas tarde Thomas se encargaba de acostarlos mientras ella limpiaba la cocina. Volvio a resoplar. Aunque esta vez quiza fuera diferente. Nadie se quemaria con la masa caliente y merendarian bollos de santa Lucia juntos frente al fuego.

Cuando llego al camino junto al agua en Norr Malarstrand aligero el paso. El dolor de piernas comenzaba a remitir, las obligaba a mantener un paso constante y rapido. Su respiracion aumentaba y el corazon encontro un ritmo nuevo e intenso.

Antes era casi mas divertido trabajar que estar en casa. Como reportera veia resultados rapidos, todos la apreciaban y varias veces a la semana tenia grandes titulares. Controlaba su despacho, sabia exactamente lo que se necesitaba en diferentes situaciones, podia dirigir las cosas y exigir resultados a las personas que la rodeaban. En casa habia mas exigencias, eran mayores y no existian reglas. Nunca se sentia suficientemente feliz, caliente, tranquila, efectiva, pedagogica o descansada. El apartamento estaba casi siempre desaseado, la cesta de la ropa sucia rebosaba frecuentemente. Thomas era eficaz cuidando a los ninos, casi mejor que ella. Pero jamas limpiaba la cocina o el fregadero, casi nunca cargaba el lavaplatos, dejaba el correo sin abrir y que la ropa se amontonase en el dormitorio. Parecia como si creyera que los platos sucios acababan en el lavaplatos por si mismos y que los recibos se pagaban solos.

Pero en las ocho semanas que hacia desde que habia sido nombrada jefa, no le habia resultado tan divertido ir a trabajar. No habia imaginado que su ascenso provocara tan enconadas reacciones. Ni siquiera la decision habia sido especialmente controvertida. En realidad ella habia dirigido la redaccion de sucesos, compaginandola con su trabajo de reportera, durante el ultimo ano. Ahora simplemente recibia el sueldo que le correspondia por el puesto, ese era su punto de vista. Pero por supuesto Nils Langeby puso el grito en el cielo. El pensaba que era obvio que el puesto fuera para el. Tenia cincuenta y tres anos y Annika solo treinta y dos. A esta tambien le sorprendio la facilidad con que la discutian y la criticaban por las cosas mas diversas. De repente la gente comentaba y enjuiciaba su forma de vestir, algo que antes nunca pasaba. Podian decir cosas sobre su personalidad o actitudes que eran descaradas. No comprendia que se habia convertido en propiedad publica cuando se puso la gorra de jefe. Ahora lo sabia.

Acelero el paso. Ahora anoraba su hogar. Miro hacia arriba, a las casas que se alineaban al otro lado de la calle. Las ventanas relucian calida y acogedoramente hacia el cielo. Casi todas estaban decoradas con estrellas de Adviento y candelabros electricos, todo era bonito y acogedor. Dejo la ribera y giro por John Ericssongatan, subiendo hacia Hantverkargatan.

El piso estaba en silencio y oscuro. Se quito las botas y la ropa de abrigo cuidadosamente y se deslizo en el cuarto de los ninos. Dormian con sus pijamitas, el de Ellen de Barbie y el de Kalle de Batman. Los beso ligeramente, Ellen se acurruco en suenos.

Thomas se habia acostado, pero aun no estaba dormido. Una lampara de mesa dibujaba un resplandor recortado sobre su lado de la cama. Leia The Economist.

– ?Agotada? -pregunto cuando ella se desvistio y le beso en el pelo.

– Mas o menos -respondio Annika desde el vestidor mientras metia la ropa en la cesta-. Esta explosion es una historia espeluznante.

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