trabajo.

– Solo es un trabajo -solia decir-. Parece que siempre tengas que escribir como si fuera cuestion de vida o muerte.

«Es que siempre es asi, por lo menos en mi trabajo», pensaba Annika.

Suspiro, aparto la almohada y la manta y se incorporo. Se puso en pie y se bamboleo un momento, aun mas cansada de lo que penso en un primer momento. La mujer que se reflejaba en el cristal de la ventana del dormitorio parecia tener cien anos. Suspiro de nuevo y se dirigio a la cocina.

Los peques ya habian comido. Los platos estaban sobre la mesa de la cocina, nadando en pequenos lagos de productos lacteos derramados. Kalle ya podia coger el mismo el yogur y los cereales. Despues de quemarse con el tostador habia dejado de servirle a Ellen pan tostado con mantequilla de cacahuete, que era uno de sus desayunos favoritos.

Puso agua para el cafe y fue a ver a los ninos. La recibieron gritos de jubilo antes de entrar en la habitacion.

– ?Mama!

Cuatro brazos y otros tantos ojos hambrientos corrieron a su encuentro, bocas humedas la besaron y la abrazaron y le aseguraron que «mama, mama, querida mama, te hemos echado de menos, mama ?donde estabas ayer, estuviste trabajando todo el dia?, ayer no viniste a casa, mama, nos dormimos…».

Los acuno a ambos en su regazo, en cuclillas en la puerta del salon.

– Ayer compramos una pelicula nueva, Estas loca, Madicken. Daba mucho miedo, un senor pegaba a Mia, ?quieres ver mi dibujo? ?Es para ti!

Los dos se desenredaron de sus brazos al mismo tiempo y salieron corriendo cada uno por su lado. Kalle fue el primero en regresar a sus brazos, con la funda de la pelicula del libro de Astrid Lindgren sobre su amiga de la infancia.

– El director del colegio era muy tonto, azoto a Mia porque le cogio el monedero -dijo Kalle seriamente.

– Lo se, eso no esta bien -respondio Annika y acaricio el pelo del nino-. Eso pasaba antes en la escuela. Horrible, ?verdad?

– ?Ahora tambien pasa eso en la escuela? -pregunto Kalle preocupado.

– No, ya no -contesto Annika y le beso en la mejilla-. Nunca jamas nadie le hara dano a mi nino.

Se oyo un grito terrible desde el cuarto de los pequenos.

– Mi dibujo no esta. ?Kalle lo ha cogido! El nino se quedo de piedra.

– ?No he sido yo! -chillo-. Eres tu quien lo ha perdido. ?Has sido tu, has sido tu!

El grito se torno llantina.

– ?Kalle es tonto! Tu has cogido mi dibujo.

– ?Guarra! No he sido yo.

Annika dejo al nino en el suelo, se levanto y le cogio de la mano.

– Bueno, ya vale -dijo muy seria-. Ven, vamos a buscar el dibujo. Seguro que esta sobre la mesa. Y no llames guarra a tu hermana, no quiero oir esa palabra.

– Guarra, guarra -grito Kalle.

La llantina se convirtio de nuevo en un grito terrorifico.

– ?Mama, es tonto! Me ha llamado guarra.

– ?Callaos! -exclamo Annika levantando la voz-. Vais a despertar a papa.

Cuando entro con el nino en el cuarto, Ellen estaba sentada con el puno levantado dispuesta a pegar a su hermano. Annika la atrapo antes de que el golpe acertara y noto que perdia la paciencia.

– ?Parad ahora mismo! -chillo ella-. ?Vale ya! ?Los dos!, ?me ois?

– ?Que pasa? -oyo decir a Thomas desde el dormitorio-. ?Mierda, que uno no pueda dormir una sola manana…!

– ?Lo veis? Ahora habeis despertado a papa -grito Annika.

– Tu chillas mas que los ninos juntos -dijo Thomas y cerro la puerta de un portazo.

Annika noto de nuevo que los ojos se le llenaban de lagrimas, ?diablos, diablos, nunca aprenderia! Se desplomo en el suelo, pesada como una piedra.

– Mama, ?estas triste?

Suaves manos acariciaron sus mejillas y tocaron consoladoramente su cabeza.

– No, no estoy triste, solo estoy un poco cansada. Ayer trabaje mucho.

Se obligo a sonreir y alargo de nuevo los brazos hacia ellos. Kalle la miro seriamente.

– No debes trabajar tanto -dijo-. Terminas muy cansada.

Lo abrazo.

– Tu eres muy listo -dijo ella-. ?Buscamos el dibujo?

Se habia caido detras del radiador. Annika soplo el polvo y manifesto su admiracion con grandes palabras. Ellen se ilumino como un sol con los elogios.

– Lo pondre en la pared del dormitorio. Pero antes papa tiene que levantarse.

El agua hervia en la cocina, la mitad se habia evaporado y habia acabado sobre las ventanas. Tuvo que volver a poner agua y abrio un poco la ventana para eliminar el vapor.

– ?Quereis desayunar algo mas?

Querian, y ahora tomaron pan tostado con mantequilla. El gorjeo de los ninos subia y bajaba mientras Annika hojeaba los periodicos de la manana y escuchaba el Eko. La prensa no tenia nada nuevo, pero la radio menciono a los dos periodicos de la tarde: por un lado, su articulo sobre la amenaza contra Furhage, por otro el de la coincidencia con la entrevista al director general del COI, Samaranch. «Bueno -penso Annika-, nos ganaron en Lausana». Una pena, pero ese no era su problema.

Tomo otra tostada.

Helena Starke abrio y desconecto la alarma. A veces, cuando llegaba a las oficinas de los Juegos, las alarmas estaban desconectadas. El punetero descuidado que habia salido el ultimo la noche anterior se habia olvidado conectarlas. Pero hoy sabia que lo estaban, pues la anoche anterior ella fue la ultima en irse, o mejor dicho: este mismo dia por la manana, temprano.

Fue directamente al despacho de Christina y abrio con su llave. La luz del contestador parpadeaba y Helena noto que el pulso se le aceleraba. Alguien habia llamado a las cuatro de la madrugada. Se apresuro, levanto el auricular y marco el codigo secreto de Christina. Habia dos mensajes, de los dos periodicos de la tarde. Maldijo y colgo. Malditas hienas. Habian conseguido el numero directo de Christina. Se desplomo con un suspiro en la silla de cuero de la jefa y se bamboleo hacia adelante y hacia atras. Todavia sentia la resaca como un regusto amargo en el paladar y una ligera palpitacion en la frente. Si solo pudiera recordar lo que habia dicho Christina anteanoche… La memoria se le habia aclarado tanto que recordaba que Christina habia subido a su piso. Christina estaba muy enfadada, ?no era asi? Helena se sacudio y se dispuso a levantarse de la silla.

Alguien entro por la puerta principal. Helena se apresuro a levantarse, empujar la silla y bordear la mesa.

Era Evert Danielsson. Tenia bolsas negras bajo los ojos y una mueca tensa alrededor de la boca.

– ?Sabes algo? -pregunto el.

Helena se encogio de hombros.

– ?De que? El Dinamitero no ha sido detenido, Christina no ha llamado y tu ciertamente has conseguido sembrar la hipotesis terrorista en los medios. Me imagino que habras visto los periodicos de la manana.

Las lineas alrededor de la boca de Danielsson se tensaron. «Vaya, lo unico que le preocupa es su problema», penso Helena, y sintio que aumentaba su desprecio. No eran los hechos y las consecuencias para los Juegos lo que le preocupaba, sino salvar el pellejo. Que egoista y que lamentable.

– La junta directiva se reune a las cuatro de la tarde -anuncio Helena y salio del despacho-. Debes prepararte para informarnos con detalle de la situacion antes de que tomemos una determinacion sobre nuestra actuacion…

– ?Cuando has entrado en la junta? -pregunto Evert Danielsson con frialdad.

A Helena Starke le dio un escalofrio; se detuvo un momento pero luego hizo como si no hubiera oido el comentario.

– Tambien es el momento de reunir al Adorno. Como minimo deben ser informados; si no, se enfadaran, y

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