lanzamos un grito de alegria cuando el jugo espeso y dorado salio a borbotones.

Sin embargo, las mujeres no habian acudido simplemente para mirar, como yo habia supuesto al principio, sino que, en esta fase de la preparacion, se encargaban de trasladar el zumo a unos toneles, sirviendose para ello de unos cacillos de madera, donde tendria que fermentar. Lo que verdaderamente me sorprendio, al igual que a los americanos, fue ver al senor Lockwood echar una pierna de carnero en cada uno de los toneles.

– La mejor sidra es la que se alimenta de carnero -nos dijo mientras hacia girar los ojos, inyectados de sangre-. En Navidad, los huesos estaran mondos y lirondos.

Un sabado por la manana, cuando todos estabamos en el cobertizo de la sidra, incluidos los soldados americanos, y tomabamos el te de la manana, Bernard se dedico a armar jaleo. Estoy seguro de que lo tenia planeado; era malevolo y se sentia resentido del cariz que tomaba la conversacion cuando Harry estaba en vena. De pronto observo:

– Cliff Morton vuelve a rondar por aqui.

El senor Lockwood levanto la cabeza con viveza y pregunto:

– ?Que quiere decir eso de que ronda por aqui?

Bernard contesto evasivamente:

– Simplemente lo que digo, padre.

Tenia los ojos clavados en Barbara, que se quedo palida. Era un sadico. No le habria costado mucho llevar a su padre aparte y hacer el comentario en privado.

El senor Lockwood insistio:

– ?Ronda por la granja o que quieres decir?

Sin apartar los ojos de Barbara, Bernard contesto:

– Anoche vi su bici cuando iba para casa. Metida en la cuneta, al otro extremo del campo del norte.

El senor Lockwood lanzo un generoso escupitajo en la paja.

– Como aquel hijo de puta…

Su mujer le interrumpio y yo me figure que lo hacia porque no toleraba su lenguaje, pero no era asi.

– Y encima, desertor -anadio ella-. Le enviaron los papeles en septiembre, segun me han dicho. Tenia que haberse presentado el mes pasado.

– Como veais a ese cerdo por aqui… -decidio el senor Lockwood-, me lo decis enseguida.

Bernard siguio a su padre cuando este salio, pero no creo que encontraran la bicicleta ni tampoco a su dueno, porque ya no se volvio a hablar del asunto. El senor Lockwood volvio al cabo de veinte minutos para vigilar como se retiraba el queso aplastado de la prensa y se disponia la nueva carga. Yo ayude a Barbara a llenar unas angarillas con pulpa seca para alimentar al ganado.

A la hora de comer, los animos estaban mas apaciguados. El primer queso habia aportado 110 galones de zumo, mientras que el segundo ya estaba cobrando forma gracias a la ayuda extraordinaria de los americanos. Cuando Duke y Harry se ofrecieron a darme unas cuantas lecciones de punteria con la pistola, el senor Lockwood les dijo amigablemente que no habia necesidad de apresurarse.

Para satisfaccion mia, Barbara dijo que le gustaria acompanarnos. Era evidente que estaba harta de su familia… o cuando menos de su hermano. Bernard, con todo cinismo y crueldad, habia escogido el momento mas oportuno para hablar del odioso Cliff Morton. Su intencion era inquietar y alarmar a Barbara delante de todo el mundo, pero yo creo que provoco en ella mas indignacion que disgusto. Cuando atravesamos el campo y nos dirigimos a la zona de monte bajo donde Duke habia decidido que nos daria la leccion, Barbara seguia alicaida.

Nos turnamos para disparar a una vieja lata de gasolina. Aprendi a cargar el arma, a apuntar y a cogerla con fuerza. Me hacian falta las dos manos para contrarrestar el retroceso. Al final quede mas o menos empatado con Barbara en aciertos al blanco, aunque debo decir que ninguno de los dos habria sido de gran utilidad al ejercito.

De vuelta a casa, y cuando atravesabamos el campo, Harry trato de animar la situacion desatando el panuelo que Barbara llevaba en la cabeza y pasandoselo a Duke. Barbara quiso recuperarlo, pero no pudo y, por otra parte, tampoco estaba de humor para ponerse a retozar por el campo. Si quiere usted saber mi opinion, creo que seguia contrariada por lo que se habia dicho aquella manana. Duke sostenia el panuelo muy alto sobre su cabeza, flameando al viento, lo que habria obligado a Barbara a acercarse mucho a el para recuperarlo.

Algunas chicas habrian optado por hacerle cosquillas, pero Barbara era mas lista: se apodero del arma que asomaba en el bolsillo de Duke y lo apunto con ella. Harry grito que aquella clase de juegos eran peligrosos, pero Duke le devolvio en seguida el panuelo y ella, arrojando el arma todo lo lejos que le permitieron sus fuerzas, echo a correr. Yo aquel dia ya habia vivido bastantes emociones.

Recuerdo que, cuando fui a recoger el arma y se la devolvi a Duke, este comprobo que no estuviera cargada. Ninguno de nosotros estaba plenamente seguro de que estuviera descargada cuando Barbara habia apuntado a Duke. Este todavia guardaba algunos cartuchos sueltos en el bolsillo. De regreso a la granja, los vacio en el cajon donde se guardaban las armas, en el que dejo igualmente la pistola. Estoy absolutamente seguro de este detalle y asi se lo dije al inspector Judd cuando me interrogo antes de que se celebrara el juicio.

El prensado de la sidra se prolongo a lo largo de toda la semana siguiente y no volvimos a ver a los soldados hasta que estuvo practicamente terminado. Vinieron a vernos con su jeep la tarde del ultimo jueves de noviembre, que era el dia de Accion de Gracias. Dudo que los Lockwood hubieran oido hablar nunca de esa fiesta. Por lo que a mi respecta, la desconocia por completo, pero me senti muy gratificado al recibir de Duke, como regalo, la figura tallada del policia que yo, con el tiempo, regalaria a mi vez a Alice.

Los americanos habian preparado una sorpresa; en la base iba a celebrarse una fiesta, en la que se serviria pavo asado y pastel de calabaza. Habian recogido a Sally en el bar y Harry la llevaba sentada en las rodillas, en el asiento delantero del jeep, con las primorosas enaguas asomando por debajo de la falda. Todo el mundo estaba contento. Es decir, nosotros estabamos tan contentos como los yanquis, porque habiamos subido al desvan la ultima carga de manzanas y el senor Lockwood habia querido demostrar su satisfaccion ofreciendo, a la hora de comer, una racion extra de sidra de la cosecha del ano anterior. Ademas, habia dado permiso a los braceros para que se fueran temprano y solo habia quedado la familia en la casa.

Para mi, habia sido un dia de escuela como todos los demas y, desde la hora de salida, habia permanecido en el desvan ayudando a Bernard y a su padre a moler las ultimas manzanas. Aquel armatoste hacia un ruido ensordecedor y no habria podido enterarme de que el jeep estaba en la era de no hacerlo visto llegar a traves de la puerta abierta. Salte al remolque que estaba fuera, baje de el y corri a saludar a Duke cuando la senora Lockwood ya salia de casa con pastelillos y crema para obsequiar a los americanos.

Lo primero que estos querian hacer era informar a Barbara de la fiesta del dia de Accion de Gracias, a fin de que estuviera preparada. La senora Lockwood, con su voz sosegada, les dijo que, de cuatro a seis, Barbara tenia que encerrar a las vacas y ordenarlas pero que, como aquella tarde habia empezado a trabajar antes que de costumbre, no tardaria en terminar, y que seguramente estaria libre muy pronto y probablemente entusiasmada ante la perspectiva de asistir a una fiesta.

Yo escuche aquella perorata con sensaciones encontradas, sobre todo teniendo en cuenta que hacia poco mas de un mes que habia sido vapuleado de lo lindo por haberme negado a informar acerca de las relaciones entre Barbara y Duke. A lo que parecia, los Lockwood habian cambiado de opinion. El cartel de Duke habia subido mucho de categoria desde que el y Harry se habian prestado a colaborar en las faenas de la granja. Barbara, por su parte, seguia queriendo hacer creer a la gente que sus ocasionales salidas al atardecer las pasaba en compania de Sally, aunque yo tengo la absoluta seguridad de que, si hubiera dicho que salia con Duke, nadie habria puesto objeciones.

A veces me he preguntado si yo, en un plano subconsciente o secreto, estaba celoso de Duke. Puedo asegurar, en honor a la verdad, que no sentia animosidad alguna contra el y que no la senti en ningun momento, ni siquiera cuando ocurrio lo que ocurrio. Era imposible que me desagradase, porque gracias a el y a Barbara pude sobrellevar aquellos meses que, de otro modo, habrian sido los mas tristes de mi vida. Admito, efectivamente, un cierto resabio de contrariedad cuando los veia juntos y yo me sentia excluido, pero aquel sentimiento no llegaba a la altura de los celos.

Para volver a aquella fatidica tarde dire que Duke y Harry fueron a buscar a Barbara al campo que se extendia mas alla de los matorrales. El ordeno de las vacas se hacia al aire libre, en unos cobertizos moviles a los que se daba el nombre de toldos. Las vacas de Gifford Farm estaban al aire libre noche y dia, hasta bien entrados los meses de invierno.

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