Lockwood admitio que habia expulsado a Morton de sus tierras en septiembre despues de haberlo encontrado «molestando» a Barbara, y le echaba a el la culpa del embarazo y suicidio de Barbara. Habia cometido el estupido descuido de no comunicar a la policia que Morton habia trabajado para el, pero negaba de plano haberlo asesinado y nego incluso poseer una pistola.

Pese a lo concienzudo del registro, en Gifford Farm no se encontraron otras huellas ni se descubrio tampoco el arma del crimen.

Con todo, la perquisicion no fue en vano. Despues de retiradas las balas de paja del desvan, situado sobre el granero mas pequeno, un policia mas diligente que los demas localizo un objeto incrustado en una de las vigas: una bala.

Se reclamo la presencia del doctor Atcliffe en Gifford Farm, quien paso el resto de aquel dia y el siguiente solo en el desvan, mientras Judd se paseaba de un lado a otro de la era como un gallo desposeido de su primacia. Cuando, por fin, aparecio Atcliffe, confirmo solemnemente que alli dentro se habia disparado un tiro. La patologia forense es una rama de la ciencia sumamente cautelosa, pero yo sospecho sinceramente que ha embaucado a mas de uno. Judd se salio de sus casillas y Atcliffe aguardo a que se hubiera apaciguado para anunciarle su segundo descubrimiento: manchas de sangre en las tablas de madera que formaban el pavimento del desvan. Las manchas no eran recientes y tampoco podia afirmarse que fueran de origen humano, pero su forma, por lo que el podia juzgar, indicaba que la victima habia permanecido un cierto tiempo con la herida en contacto con el suelo.

Judd volvia a ser todo sonrisas. Atcliffe tambien le correspondio de la misma manera al decirle que no estaba en condiciones de identificar la bala. Despues de fotografiarla in situ, habia aserrado una parte de la viga y se habia llevado el fragmento para someterlo a inspeccion.

El dia siguiente por la tarde informo por telefono del resultado preliminar. La sangre era humana, pertenecia al grupo O, comun a la mitad aproximadamente de la poblacion, y el habia identificado la bala catalogandola como correspondiente al calibre 45, es decir, las usadas por el ejercito americano, y dijo que probablemente habia sido disparada por una pistola automatica.

La bala volvio a situar la investigacion en su punto de origen. George Lockwood volvio a ser objeto de interrogatorio una hora mas, despues de la cual fue dejado en libertad para volver a su casa y reconstruir sus almiares. Las sospechas se habian desplazado a Duke. Tambien el tenia motivaciones plausibles. Se habia estado viendo con Barbara. Era un secreto a voces que la chica se escabullia por las noches para encontrarse con el. Y Duke sabia que Morton tambien iba tras ella.

Por otra parte, Duke habia tenido oportunidades; habia estado en la granja en las fechas criticas y se habia averiguado que llevaba un arma, una pistola automatica del 45 de las prescritas para uso militar.

El inspector Judd odiaba a los soldados americanos. Si piensa que el comentario no se cine a la verdad, le recomiendo que lea sus memorias. A juzgar por lo que dice en ellas, ellos habian destruido nuestra cultura y seducido a nuestras mujeres. En cambio, no dice nada acerca de que habian luchado en una guerra que era nuestra guerra.

El hecho es que el hombre dio noticia a la base americana de sus sospechas y los americanos coincidieron con el en que era un caso que estaba por aclarar. Comunicaron a Judd que Duke y Harry estaban «en un lugar de Europa» y que invitarlos a volver para ser sometidos a un interrogatorio cuando se encontraban en plena invasion era, practicamente, imposible. El Departamento de Investigacion Criminal del Ejercito Americano se ocuparia del asunto a la primera oportunidad. No es que se lo sacaran de encima, pero el Parlamento tenia ya establecido su procedimiento judicial en la ley de 1942 referente a las Fuerzas Visitantes Norteamericanas.

Es evidente que Judd debio de sentirse decepcionado; no podia hacer otra cosa que esperar a que la guerra terminase. Por tanto, volvio a Gifford Farm y redoblo la busqueda, dispuesto a encontrar el arma homicida y el resto del cuerpo. Los almiares volvieron a ser derribados y el silo aireado. Nada subio a la superficie.

Estoy firmemente convencido de que la unica razon que impulso al inspector Judd a interrogarme fue la lentitud con que pasaba el tiempo.

Ya estabamos en 1945. Cuando el policia llamo a la puerta de mi casa yo hacia mas de un ano que estaba de vuelta en Londres. Habia vuelto a tiempo para enterarme de la existencia de las bombas voladoras de Hitler. En la calle donde viviamos, una habia matado a seis personas. Despues de aquello, Gifford Farm se me antojaba otro mundo. Hacia tiempo que habia dejado de llorar por Barbara, porque nuestra mente tiene maneras propias de digerir las penas. Con todo, a veces me preguntaba que habria sido de Duke. Las cosas, al final, se habian sucedido con gran celeridad y no habia tenido tiempo de despedirme de el. Ni siquiera sabia como podia haberle afectado la noticia del suicidio de Barbara. Me hubiera gustado tener la oportunidad de hablar con el.

Como ya he dicho, vino un policia. Era la hora de comer y yo acababa de llegar de la escuela. Cuando, a traves del cristal opalino, vislumbre la forma del casco, me precipite a abrir la puerta, acordandome de que tambien habia sido un policia el que, en 1940, habia llamado a la puerta de nuestra casa para decirnos que mi padre habia muerto en Dunquerque. Aunque no sabia que muerte podia venir a anunciarnos ahora, no queria que mama volviera a desmayarse.

En lugar de pasarme la tarde haciendo divisiones y dedicandome al estudio de la naturaleza con el grupo 5 y con la senora Coombs, la pase en la comisaria de policia. El inspector Judd me estuvo interrogando largo tiempo, advirtiendome desde el primer momento que, aunque fuera una mujer policia la que tomaria notas taquigraficas, el que de verdad me estaria escuchando seria Dios.

Lo que mejor recuerdo de Judd son sus cejas hirsutas de color castano. Eran unas cejas constantemente enarcadas, a veces al mismo tiempo, a veces independientemente. Seguramente le dije algunas cosas que le resultaron sorprendentes.

La mayoria de sus preguntas hacian referencia a Duke y a Barbara, acerca de quienes hube de contarle todo lo que acabo de decirle a usted. No tenia motivos para esconder nada. El hombre no me habia hablado para nada del asesinato ni tampoco me habia dicho que sus sospechas se hubiesen centrado en Duke, por lo que yo me figuraba que el interrogatorio estaba provocado por el suicidio de Barbara. Al terminar me recordo que Dios tenia reservados terribles castigos para aquellos ninos que no respetaban los Mandamientos y me pregunto si todo cuanto le habia dicho era verdad. Lo era.

Fueron pasando los meses. Las bombas teledirigidas dejaron de visitarnos y se empezo a hablar de que el final de la guerra estaba proximo. Todos los alumnos de la escuela habian regresado de Somerset. En el tablon de anuncios habia un mapa de Europa a todo color, editado por el Daily Telegraph, en el que el senor Lillicrap sombreaba metodicamente los territorios que iban siendo conquistados por los aliados. El dia en que anuncio a toda la escuela, reunida en asamblea, que el general Patton y el tercer ejercito de los Estados Unidos habian llegado al Rin, tuve la intuicion de que entre los soldados estaba Duke.

Una manana del ultimo mes de la guerra, mi madre me dijo que me pusiera el traje de franela gris porque ibamos a Londres. No dijo nada mas, por lo que me figure que ibamos al palacio de Buckingham para vitorear al rey y a la reina porque era el Dia de la Victoria. Sin embargo, nos dirigimos a Lincoln’s Inn. Alli fui conducido a un despacho, donde estaba sentado el inspector Judd, departiendo con dos oficiales del ejercito americano y un hombre con tunica negra y peluca. Para mi supuso un terrible desencanto. Se pasaron el resto del dia insistiendo sobre las mismas cuestiones de las que nos habiamos ocupado en mi anterior conversacion con Judd. Antes de despedirnos, me dijeron que posiblemente me pedirian que compareciese ante los tribunales al cabo de muy poco tiempo, pero que no me preocupase en absoluto, siempre que estuviese dispuesto a decir la verdad.

Durante el viaje de regreso a casa dispusimos de un compartimento de tren exclusivamente para nosotros. En respuesta a mis persistentes preguntas, mi madre acabo por confesarme que Cliff Morton habia sido asesinado de manera horrible en Somerset y que Duke habia sido acusado de dicho asesinato. Los americanos lo habian localizado en Magdeburgo y lo habian conducido nuevamente a Inglaterra, donde habia sido sometido a interrogatorio por la policia britanica y entregado a la justicia inglesa.

Quede tan impresionado que no pude articular palabra.

Ya le he hablado antes de mi comparecencia a juicio, donde hice una declaracion no jurada. El recuerdo de los hechos todavia sigue perturbando mis dias. Hice mi declaracion y respondi a las preguntas del juez y esto fue todo cuanto vi del Tribunal numero uno de Old Bailey, puesto que inmediatamente despues fui acompanado por un ujier y tan solo tuve un atisbo fugaz de Duke, sentado en el banquillo de los acusados. ?Ojala que no lo hubiera visto! Su cara era la del hombre que ha escuchado su sentencia.

Supe despues por los periodicos que fue llamado por la defensa al estrado de los testigos y que causo muy mala impresion, antes incluso de que el riscal se ocupase de el. Se mostro confuso con respecto a las fechas y

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