nego estupidamente toda relacion con Barbara, alegando que unicamente habia salido con ella el dia del espectaculo del Dia de Colon, que habia pedido permiso para que ella lo acompanase y que, si la habia invitado, habia sido para formar dos parejas. Admitio tambien que el Dia de Accion de Gracias (fecha del asesinato, segun el proceso), fue a la granja con intencion de invitar a Barbara a una fiesta, si bien insistio que lo habia hecho para complacer a su amigo Harry y que la idea habia partido de este.

En lo que respecta a la violacion, Duke admitio igualmente que me habia encontrado en la era y que por mi habia sabido que Barbara estaba siendo objeto de agresion por parte de Morton. Declaro que se habia acercado al granero para escuchar y que habia llegado a la conclusion de que, fuera lo que fuere lo que hubiese podido ocurrir alli dentro, el hecho habia terminado y que, puesto que no habia oido sollozos ni gritos de dolor, habia decidido no intervenir. Insistio porfiadamente en que entre el y Barbara no existia ninguna relacion de tipo romantico y, de hecho, dio la impresion de estar mas preocupado por su reputacion como hombre casado que por la acusacion de asesinato, dirigiendose en mas de una ocasion con gritos de indignacion a su propio consejo de defensa. Aquella actitud no cayo nada bien.

El tribunal no tuvo en consideracion su estado mental despues de diez u once meses de combatir en Francia y Alemania. Es mas, convirtieron este hecho en un punto favorable para el demandante, al hacerle admitir, a traves de una pregunta monstruosamente indigna, que para el tenia mas valor cualquiera de los soldados alemanes que habia matado en combate que Cliff Morton. Pese a que la defensa puso objeciones, aquella nefasta declaracion habia sido pronunciada. Me temo que para el jurado no era mas que un hombre duro que presentaba una historia poco convincente.

Y aqui calle, porque Alice se sentia profundamente ofendida y no queria seguir escuchando la exposicion de los hechos. Se sentia incapaz de pasar revista a aquel juicio con mirada imparcial.

– ?Por el amor de Dios! -exclamo, clavando en mi sus ojos a traves de los cristales de las gafas, como si yo pudiera tener algun tipo de influencia sobre los acontecimientos-. Si mi padre era culpable, segun dictamino el tribunal, no fue un hombre duro. Mato a un hombre que estaba violando a una muchacha inocente. Di que se dejo llevar por un arrebato, si quieres; no que era un hombre duro. Si la justicia britanica lo colgo por eso, cometio un acto de justicia inicua.

Quise demostrarle la logica del veredicto.

– La cosa esta en que Duke no quiso admitir que habia matado a Morton. De haberlo hecho, seguramente habria despertado una cierta simpatia, aunque no habria alterado tampoco la sentencia. Su mayor esperanza, entonces, se habria apoyado en el Ministro de la Gobernacion, el unico que estaba facultado para conmutar la pena de muerte por cadena perpetua.

Entonces ella modifico su ofensiva:

– ?No existe acaso una figura llamada homicidio impremeditado, que califica el asesinato en condiciones de extrema provocacion, cometido bajo la espuela de las circunstancias?

Lleno de cansancio (eran mas de las dos de la madrugada), pase a explicar la tesis del fiscal:

– Se arguyo que entre Duke y Barbara existian unos sentimientos de tipo romantico muy intensos. Que cuando el se entero por mi de que la muchacha estaba siendo objeto de agresion, se dirigio precipitadamente al granero. Segun el mismo habia admitido, no subio al desvan, sino que simplemente escucho y decidio que el ataque habia terminado. Despues, segun el fiscal, tomo la decision de volver a la granja y de coger el arma del mueble donde estaba guardada. En consecuencia, hubo premeditacion. Aquel retraso habia descartado por completo el homicidio impremeditado.

– ?Homicidio justificable? -pregunto ella.

– ?Ni un segundo mas! -respondi sin mas contemplaciones.

Habia sobrepasado los limites de mi paciencia y le dije que no siguiera insistiendo y que se fuera a la cama. Yo habia cumplido mi promesa y le habia contado punto por punto todo lo ocurrido; por supuesto, no me sentia en disposicion de pasarme la noche entera discutiendo sobre el caso.

Extraordinariamente a contrapelo, con un monton de «peros» y de «acasos», por fin se dejo convencer y subio escaleras arriba, ella y saco de dormir.

Yo me quede para fumarme un cigarrillo, recogi despues unos almohadones y finalmente me fui con ellos al cuarto de los invitados.

8

Mis pensamientos estaban demasiado revueltos para que me permitieran conciliar el sueno. Estuve como minimo un par de horas dando inutiles vueltas alrededor de cosas que ya nunca podrian modificarse. Y cuando, por fin, quede adormilado, el sueno fue cualquier cosa menos reparador. Volvia a ser un nino perseguido por sus demonios familiares; el senor Lillicrap, con su casco de acero negro y su pito, la senora Lockwood, empunando la zapatilla y mascullando amenazas que yo no podia entender, mientras que, en un Wolseley negro, el inspector Judd, con un megafono, hacia un sermon acerca del precio del pecado. Cualquiera que fuese el camino que emprendiese, cualquiera que fuese la esquina que doblase, siempre iba a parar al Old Bailey y siempre encontraba aquel personaje que no podia faltar en ninguna de mis pesadillas: el juez, inclinado sobre mi como una gargola.

Debi de sumirme en un profundo sueno, porque a eso de las nueve y veinte me desperto el zumbido de mi Kenwood Chef, procedente de abajo. Mi invitada estaba preparando el desayuno. Aunque habia decidido que la despediria a las nueve, al percibir el aroma del tocino frito, decidi condescender y admitir un buen desayuno, aplazando el hecho para las diez y media.

Al asomar la cabeza por la puerta de la cocina, encontre a Alice preparando una torta. Vestia tejanos y un jersey e iba peinada con su trenza.

– ?Hola! ?Te apeteceria un poco de jarabe de arce? -me espeto.

– ?Con el tocino? -pregunte con cara de asco.

– Si, y con las tortas. Encaja perfectamente.

– Creo que esta en la puerta del frigorifico. ?Tengo tiempo de afeitarme?

– Todo el tiempo del mundo, siempre que accedas a comer mis tortas con tocino.

En menos que canta un gallo pase a convertirme en entusiasta del desayuno americano. Entre los dos nos despachamos un paquete de tocino ahumado, cinco tortas, lo que quedaba de jarabe de arce y cuatro tazones de cafe. Alice tenia un aspecto pimpante. Le comente que era evidente que habia descansado como una reina y me contesto que habia tomado una pastilla para dormir. Se habia levantado a las siete de la manana. No podia imaginar que habia estado haciendo. Habian llegado los periodicos del domingo, pero no los habia abierto; alli estaban, todavia doblados, junto a su plato.

– ?Como has pasado el tiempo? -pregunte ingenuamente.

– Revolviendo cosas.

Vacile un momento, desorientado por la naturalidad con que lo habia dicho. Nuevamente sentia bullir en mi la indignacion.

– ?Hablas en serio?

– ?Y tan en serio!

– ?Asi es como te comportas cuando alguien te invita a quedarte en su casa?

– No, pero este es un caso especial.

Su peculiar manera de hablar por un lado me indignaba, pero por el otro me ponia en guardia. Me sentia a punto de estallar, pero necesitaba conocer mas detalles. Con toda la naturalidad de la que fui capaz, dije:

– ?Y has encontrado alguna cosa de interes?

Ella hacia como que estaba leyendo los titulares del periodico y, sin levantar la cabeza, dijo:

– Dos libros sobre el asesinato de Gifford Farm, escondidos en el cajon de tu escritorio.

– ?Y no se te ha ocurrido pensar que podia haberlos puesto alli para ahorrarte sufrimientos?

Levanto la cabeza y me miro con viveza:

– Valorame un poco, ?quieres? ?Por quien me tomas? ?Por una de esas mujeres hipocondriacas que aparecen en las novelas de Jane Austen, que siempre estan temiendo verse atacadas por fuerzas quimericas?

– No, pero tampoco te habia tomado por una fisgona -le conteste con frialdad.

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