– ?De acuerdo! Merezco unos buenos azotes en el trasero.

Nuevamente en la cocina, se quedo ante mi, tirandose nerviosamente del borde del jersey.

– Theo, tienes que perdonarme. Me habia quedado tan absorta en todas las cosas que me has contado, que me olvide completamente de Digby. Pero te aseguro que tenia intencion de contartelo todo.

Yo, sin miramiento ninguno, conteste:

– No te preocupes. Limitate a coger tus cosas, a meterte en su coche y a decirle que te lleve a donde sea. ?Ahora!

La chica se ruborizo:

– ?No! -contesto.

Era como estar hablando con una nina de doce anos emperrada en algo, salvo que esta sabia que yo no podia imponer mi voluntad.

Mientras yo continuaba mudo a su lado, con la tension sanguinea al maximo, la chica anadio:

– Escucha, Leo, me imagino que no te figuras por que yo he llegado a Inglaterra y que asi, por las buenas, sin ayuda de nadie, te he localizado, ?verdad? El primer sitio al que fui fue el periodico del que procedian los recortes que yo tenia en mi poder. Aquella gente me ayudo muchisimo. Te localizo en la universidad de Reading y, ademas, me dieron una carta de presentacion para Digby. Es uno de sus colaboradores locales. Trabaja por su cuenta y de vez en cuando les envia una historia para que la publiquen.

– ?Un tipo increiblemente simpatico! -dije imitando la manera de hablar de Alice-. Un ingles maravilloso y excentrico que lo unico que quiere es una fotografia. ?No has leido nunca el periodicucho ese? Solo se ocupa de cuestiones de sexo y de violencia. Tu compinche, ese Digby, se ha olido un posible noticion y, aunque se trata de cosas muy viejas, ya se ocupara el de sacarles el polvo y de darles un aire de nuevas. Las pesquisas de la hija de un soldado asesino. «Yo vi la violacion de Hayloft», dice un profesor de universidad. Es para eso que viniste a Inglaterra, ?verdad?

Alice se desquito con su dardo de sarcasmo:

– ?Donde querias que acudiera a pedir ayuda? ?Al Times?

– Marchate, ?quieres? Tengo trabajo.

Recogi los platos de la mesa y los deje en el fregadero.

Hubo un largo silencio.

– ?Es esto de verdad lo que quieres? -me dijo con voz neutra.

Y a continuacion se fue a la sala de estar mientras yo permanecia en la cocina, ocupado con los platos.

Al cabo de un momento volvia a aparecer, ahora con la mochila en la espalda, inmensa comparada con su esbelto cuerpo. Si esta usted pensando que en mis pensamientos habia una sombra de preocupacion, esta en lo cierto: no veia como podia caber en el coche de Digby.

– Siento mucho haberte molestado pero, de todos modos, muchas gracias por todo. Conozco la salida -me dijo.

Yo asenti con la cabeza, sin anadir nada mas. Ya habia dicho bastante.

Digamos, lo admito, que dentro de mi habia como un resabio de algo -llamele remordimiento, pesar, no se exactamente que- mientras la contemplaba a traves de la ventana. Despues de todo, aquella figurilla cargada como una muia, que ahora salia, con aire resuelto, de mi vida, era la hija de Duke. Y Duke me habia ayudado en una etapa que habia sido la mas dificil de mi vida. El hecho de que hubiera matado a un hombre, no desmerecia en absoluto la amabilidad que me habia demostrado. De una manera natural, habia llenado el hueco que deja en la vida de un nino la muerte de un padre, y yo le habia querido con la apasionada fidelidad de un verdadero hijo. Cuando las pruebas aportadas por mi contribuyeron a que se pronunciara su condena, los remordimientos me habian torturado. Y ahora aqui estaba yo, echando friamente a su hija de mi casa, al cabo de veinte anos.

Me volvi de espaldas, porque no queria seguir mirando, y me deje caer en mi butaca. Cogi los periodicos del domingo. Y, al hacerlo, oi el chasquido de la puerta del jardin al cerrarse.

Pese a que tenia The Observer desplegado ante mis ojos y ya estaba recorriendo la primera pagina, en realidad no leia una sola palabra, porque habia algo que me perturbaba, algo que no era precisamente la tranquilidad de mi conciencia. Habia dejado de hacer alguna cosa. Algo habia quedado pendiente. ?No habia terminado de lavar los platos del desayuno? Deje a un lado el periodico y clave los ojos en la mesa de la cocina, reluciente y totalmente despejada.

De pronto me acorde de aquello que debia hacer: guardar la pistola. Sin embargo, no estaba alli.

Alice.

?Maldita ladrona!

Agarre el baston y, renqueando y dando saltos, volvi a recorrer el pasadizo y abri de golpe la puerta. Todavia estaba junto a la entrada.

– ?Alice! -grite-. Te llevas algo que me pertenece.

La chica vacilo.

Volvi a gritar su nombre y corri tras ella. Vi que Digby abria ya la puerta del coche. ?Acaso no le encantaria al News on Sunday tener una fotografia del arma homicida?

Alice habia empezado a andar nuevamente sin dignarse siquiera a darse la vuelta. Estaba junto a la puerta de entrada y la tentaba como buscando el pestillo, que estaba colocado a nivel muy bajo. El peso de la mochila le impedia localizarlo.

Recorri el tramo que me separaba de ella en seis pasos y, blandiendo el baston como un palo de esqui, me puse a su lado y, con la mano libre, la agarre por el brazo.

Sin aliento, le grite:

– Devuelvemelo. No tienes ningun derecho a llevartelo.

La chica se volvio y me miro friamente.

– ?Quien eres tu para hablar de derechos? Para empezar, no te pertenece.

– Te he regalado la talla. ?No te basta? -dije.

– Esto es mas -dijo Alice-. ?De que tienes miedo, Theo?

No conteste. Digby habia bajado del Anglia y avanzaba hacia nosotros.

– ?Que pasa? -pregunto-. ?Hace falta un arbitro?

– Esto a usted no le importa -le adverti y, acto seguido, dirigiendome a Alice, dije con firmeza-. ?Quieres volver a entrar, por favor?

– ?Que ha hecho la senorita? -pregunto Digby-. ?Es que se va con la plata de la familia?

– ?Callese ya, desgraciado!

Alice me estaba mirando con aire reflexivo.

– ?Quieres que hagamos un trato? -me pregunto.

Ya estaba casi a punto de volver a insultar a Digby con palabras equivalentes cuando lo pense mejor. Ella habia sido mas lista que yo. Si le pasaba la pistola a Digby, el articulo que apareceria la semana proxima en el periodico se titularia: Un nino guarda veinte anos el secreto de un asesinato. Ella tenia todos los triunfos. Estaba predestinado a aceptar su ofrecimiento.

Asenti con la cabeza y, tambien con la cabeza, le indique la casa. Dejamos a Digby, de pie junto a la puerta de entrada, con la boca abierta.

Ya dentro, Alice descargo sus espaldas del peso de la mochila. Yo me adelante para reclamarle el arma, pero ella, con un gesto, me obligo a hacerme atras:

– No te acerques, Theo. Tengo refuerzos ahi fuera.

– ?Que trato quieres hacer?

– Quiero que me lleves a Somerset y que me muestres la granja donde ocurrio todo.

Frunci el ceno con aire incredulo:

– ?Por que?

– Supongo que ahora ya me conoces. Quiero saber que ocurrio exactamente en aquel sitio.

– Anoche te lo conte todo.

Pero ella movio negativamente la cabeza.

– Theo, no me gustaria que me consideraras desagradecida, pero me resulta dificil admitir esa historia. De todos modos, no tengo nada personal contra ti.

– ?Y por que te niegas a creer lo que te he contado?

– Hablemos del arma, por ejemplo, -dijo ella con un suspiro-. Has dicho que la encontraste en el

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