Ella hizo como si no me hubiera oido.

– Tambien he encontrado otra cosa -dijo.

Y levanto el periodico; debajo habia una pistola. Una pistola automatica.

Me quede helado.

Empunandola, me apunto con ella, al tiempo que la sostenia firmemente con ambas manos.

– ?Que significa esto, por el amor de Dios? -dije.

– Mejor dimelo tu, Theo -respondio ella con sarcastica lentitud-. Me parece que se trata de una pistola de las usadas por el ejercito, fabricada en los Estados Unidos. Tengo el extrano presentimiento de que se trata de la pistola de mi padre, el arma del crimen.

Aspire profundamente. Habia estado hurgando por toda la casa, igual que un perro policia, puesto que yo tenia guardada aquel arma en una caja metalica en la parte inferior de un archivador.

Hablando con el mismo tono de voz empleado para opinar sobre tortas y jarabe de arce, le dije:

– Estas en lo cierto en lo que a la pistola se refiere. ?Quieres volverla a dejar en la caja?

Pero ella seguia apuntandome con decision y sin articular palabra.

– Alice -dije entonces con mas decision-, lo que estas haciendo no solo es una memez sino que, ademas, es peligroso.

Pero su mirada parecio no afectarse en absoluto.

Quiza habria debido recoger su baladronada e invitarla a disparar. Existia la posibilidad de que el arma no estuviera cargada, porque yo la habia guardado junto con el cargador y las balas, pero habia que introducirlas en la culata hueca. Aparte de que, si me mataba, se veria envuelta en lios, lo cual no era precisamente lo mas prudente para ella.

?Habria usted corrido ese riesgo?

Pues ya somos dos.

En lugar de eso, le hice una proposicion:

– Baja el arma y te lo explicare todo.

Pero ella apreto el gatillo.

Basandose en lo cual, el lector, dotado de mente logica, llegara a dos conclusiones: el arma no estaba cargada y a Alice le tenia sin cuidado que yo me mease en el pijama.

No lo estaba ni yo hice tal cosa. Pero no fue gracias a ella. No me siento particularmente orgulloso del vocabulario de que me servi en aquella ocasion.

Alice bajo lentamente el arma y la dejo sobre la mesa. Volvio a recuperar su voz. Sus palabras, pronunciadas en tono amenazador, recordaban las que suelen oirse en las peliculas de gangsters:

– Metetelo en la cabeza, Theo, ha llegado la hora de quitarse la careta. Desembucha la historia completa.

Aquel era un momento significativo de nuestra asociacion. La amenaza del arma habia desaparecido, sustituida ahora por la fuerza de la personalidad. Yo estaba en mi perfecto derecho de sentirme ofendido por la manera en que habia abusado de mi hospitalidad, y lo logico habria sido echarla a cajas destempladas. Pero no lo hice. No podia decir que me sintiera intimidado. Aquella agresion a lo duro era absolutamente risible. El hecho de que yo me dominase obedecia a que, ahora que habia encontrado el arma, yo tenia interes en que conociera la verdad acerca de ella. Me importaba sobremanera que conociese toda la historia.

Pero, antes quise advertirla:

– Para entenderlo, es preciso que pienses como un nino de nueve anos. Anoche te conte lo de la violacion de Barbara por parte de Cliff Morton, como la vi y como sali corriendo del granero para precipitarme sobre Duke. Recordaras que dije que Duke se fue como un rayo al granero. Entretanto, yo entre corriendo en la casa y, entre sollozos, conte lo que estaba sucediendo a la senora Lockwood y a Sally Shoesmith. Esta fue toda mi parte activa en lo ocurrido.

– ?Te quedaste en la casa?

– Si, con Sally. Estaba traumatizado y asustado.

– ?Oiste algun disparo?

– Habria sido imposible. El molino de la sidra seguia funcionando con enorme estrepito. Pasados unos momentos, la puerta se abrio de golpe y por ella entraron en la cocina la senora Lockwood y Barbara, esta deshecha en llanto, segun ya te he dicho. Al poco rato, Sally salio a la era y yo subi a mi cuarto, donde permaneci todo el resto del dia. A traves de la pared pude oir llorar a Barbara, cosa para mi sumamente penosa. Recuerdo que deseaba que apareciera Duke para que la consolara y que, cuando quise contemplar la era a traves de la ventana, vi que el jeep habia desaparecido.

– ?Se habia ido? ?Que hora era? -pregunto Alice.

– No sabria decirte. En cualquier caso, todavia no habia anochecido. Yo estaba desolado. La senora Lockwood me trajo, mas tarde, la cena en una bandeja. Me costo mucho dormirme con aquella escena de violencia grabada en mi mente y oyendo llorar a Barbara. No sabria decir cuanto tiempo permaneci despierto. Por fin debi de dormirme, porque recuerdo haberme despertado muy temprano, presa del panico. Me habia acordado de una cosa muy importante: del regalo que Duke me habia hecho.

– ?El muneco de madera?

– Sabia donde lo habia dejado. Lo tenia en las manos cuando habia entrado en el granero. Lo habia dejado sobre una de las balas de heno al encaramarme al desvan. Era tal el sobresalto que habia tenido que, al salir, lo habia dejado olvidado. La sensacion de desposeimiento que me invadio era intensisima. Duke lo habia hecho especialmente para mi.

– No hace falta que me des mas detalles -dijo Alice en un hilo de voz-. Se perfectamente como te sentias.

Acababa de tocar una de sus fibras sensibles.

– Tenia que recuperar aquel objeto… y, ademas, en seguida -prosegui-. La imaginacion de un nino preve toda suerte de calamidades. Tenia miedo de la oscuridad, pero sabia que los Lockwood se despertaban siempre a las cinco y media, asi es que debia hacer acopio de todo mi valor. Me deslice fuera de la cama y me lance escaleras abajo. Detras de la puerta de la casa encontre una linterna, cosa que me quito un peso de encima. Aun asi, el trayecto hasta el granero era de lo mas tetrico, sobre todo despues del sobresalto del dia anterior. Ya dentro, oi crujidos y carrerillas furtivas. Supongo que se trataba de ratones. No era para irse de alli sin lo que habia ido a buscar, asi que empece a revolverlo todo y acabe encontrandolo. Pero, antes, mi mano se poso sobre otra cosa.

Los ojos de Alice se dirigieron al arma.

Asenti con la cabeza.

– Estaba entre dos gavillas, lugar donde habia caido, desapareciendo de la vista. Como era logico, llegue a la conclusion de que alguien la habia llevado alli y se le habia perdido. Debes tener presente que yo no sabia nada acerca de que Morton hubiera sido asesinado. Aqui es donde es imprescindible que te pongas en el sitio de un nino de nueve anos. Aquel arma pertenecia a Duke. Yo la habia encontrado y queria devolversela personalmente, para que aquel hombre, que yo idolatraba, tuviera algo que agradecerme. ?Comprendes? Por consiguiente, la deslice dentro de mi camisa y, a los pocos minutos, localice mi precioso muneco. Estaba de suerte. Volvi a mi cuarto sin ser visto.

– ?Y te quedaste con la pistola?

– No era esa mi intencion. Durante todo el resto del tiempo la tuve escondida en el cajon inferior de la comoda de mi habitacion. A la hora de desayunar, pregunte si aquel dia vendria Duke. La respuesta de la senora Lockwood fue como una bomba: dijo que no era probable que lo volvieramos a ver. Lo dijo con tal seguridad, que yo la crei.

– ?Te dio alguna razon? -pregunto Alice.

– No recuerdo que la diera. En aquellos tiempos la gente no se preocupaba demasiado de explicar las cosas a los ninos. El hecho era que yo tenia el arma en mi cuarto y que no volveria a ver nunca mas a Duke. En secreto, concebi la descabellada idea de llegar como fuera a la base americana de Shepton Mallet y de devolversela personalmente.

La chica suavizo el rictus de su boca con la sombra de una sonrisa.

– Dudo que hubiera apreciado el gesto.

– No se me habia ocurrido que podia haberla robado de la armeria -dije, encogiendome de hombros.

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