Usted es un verdadero caballero, amigo mio, lo se; por lo tanto, actue como tal.

– Pero yo…, yo… -El semblante de Fox cambio de color y enrojecio, unas perlas de sudor le cubrieron la frente.

Sarah no podia sino tributar el maximo respeto a sir Jeffrey. Inesperadamente, casi como quien no quiere la cosa, el consejero real estaba presionando a Milton Fox y parecia haberlo tocado en su punto mas vulnerable: el honor. Sarah comenzo a comprender por que aquel hombre habia disfrutado de la fama de ser uno de los mejores letrados del Temple Bar. En el torrido viaje al desierto no se habia apreciado, pero sir Jeffrey era un contrincante peligroso en su terreno a pesar de su avanzada edad y de su apariencia gris…

Se percibia claramente que la fachada de correccion que Fox se esforzaba cuidadosamente en construir comenzaba a desmoronarse. Una vez mas, su semblante se agito nerviosamente, mientras miraba con disimulo hacia la puerta, como si quisiera asegurarse de que realmente estaba cerrada.

– La informacion -susurro luego en voz tan baja que apenas se le oia- llego por caminos poco convencionales.

– ?Que significa eso? -inquirio Sarah.

– Simplemente, llego -explico Fox enigmaticamente-. El comandante Devine encontro un dia un escrito anonimo sobre su mesa, en el que se daban a conocer los acontecimientos. La carta contenia datos detallados sobre los delitos y tambien se mencionaba en ella tanto el nombre actual como el antiguo nombre del criminal. Puesto que estamos obligados a investigar en cualquier caso los indicios de un delito capital, le confiaron las pesquisas al inspector Lester, con exito, como ya sabemos.

– Efectivamente -dijo Sarah con voz apagada.

– Me gustaria anadir que yo no supe nada del caso hasta hace poco. Pero aunque no hubiera sido asi, habria tenido las manos atadas. No habria podido avisarla ni informarla del estado de las pesquisas.

– Lo comprendo -admitio Sarah-. ?Y no sabe de donde salio el escrito?

– Lo lamento. La carta estaba escrita a maquina, no se podia buscar el origen.

– ?Podriamos echarle un vistazo? -pregunto sir Jeffrey-. Es probable que los ojos de un viejo jurista descubran algo que se les ha escapado.

– Por desgracia, no es posible.

– Comprendo -suspiro Sarah-. El reglamento, ?no?

– Tambien, pero no unicamente. Aunque en este caso estuviera dispuesto a saltarme las normas por usted, seria inutil, porque ya no tenemos la carta.

– ?Que? -Sarah no daba credito a sus oidos-. ?Han arrestado a un hombre a partir de una informacion anonima que poco despues ha desaparecido?

– Debo constatar, mi joven amigo, que eso no deja en muy buen lugar a esta institucion -reprendio sir Jeffrey-. Y eso que Scotland Yard tiene fama de extrema formalidad.

– Y con razon -se apresuro a asegurar Fox-. El inventario del deposito de pruebas se lleva con la maxima meticulosidad. Sin embargo, parece ser que en este caso se ha cometido un penoso error, una negligencia inexcusable… Llamenlo como quieran, pero el caso es que el escrito ha desaparecido.

Sir Jeffrey enarco las cejas.

– No se lo tome a mal, mi querido amigo, si consideramos que el procedimiento relacionado con la detencion de mister Ben Nara es un poco peculiar…

– ?Como podria? -Fox se encogio de hombros-. De hecho, que el escrito aun exista o no es irrelevante a estas alturas. Kamal ha sido arrestado y, por lo que veo, ha confesado en gran parte. La carta ya no es necesaria como prueba. Ha quedado obsoleta.

Sarah se mordio los labios.

Para los guardianes de la ley, la carta podia ser innecesaria a esas alturas, pero a Sarah le habria hecho falta para demostrarle a Kamal que no habia sido ella quien lo habia delatado a la policia. ?O, en su amargura, tambien habria supuesto que ella habia escrito la nota anonima y habia puesto en marcha las pesquisas de Scotland Yard?

– ?Que piensan hacer? -se intereso Fox un tanto azorado. El silencio que habia imperado durante unos instantes parecia resultarle incomodo.

– Bueno -replico sir Jeffrey-, en lo que a mi respecta, interrumpire mi retiro y me encargare de la defensa de Kamal por aprecio a nuestra amiga.

– ?Hay algo que defender? -Fox se echo a reir con tristeza-. Como ya les he dicho, Kamal ha confesado la mayor parte del delito del que se le acusa. Por lo tanto, me parece que lo sentenciaran con toda seguridad.

– En realidad, tenemos dos posibilidades -contesto sir Jeffrey, diligente-. Por un lado, conseguir demostrar que las dos victimas eran realmente los asesinos de la mujer de mister Ben Nara, lo cual podria servir de atenuante en vista de los moviles del crimen. Aunque, dada la circunstancia de que los sucesos ocurrieron hace mas de quince anos, no cabe tener muy en cuenta esa posibilidad.

– ?O bien?

– O bien -prosiguio el consejero real con la serenidad propia de un hombre que ya habia librado muchas batallas en los tribunales y habia logrado salir victorioso de no pocas- alegamos incapacidad mental. Eso le evitaria a mi cliente la pena de muerte y probablemente tambien cumplir cadena perpetua en Newgate, y lo llevarian directamente a Bedlam…

Mientras Fox asentia prudentemente a esos argumentos, a Sarah le recorrieron la espalda unos escalofrios.

Bedlam era la abreviatura usada para referirse al Hospital Saint Mary of Bethlehem, una institucion cerrada para custodiar a enfermos mentales. Cumplir condena alli seria mejor que acabar en el patibulo o malvivir miseramente olvidado del mundo en la infame prision de Newgate. Con todo, lo que se explicaba sobre la institucion y sobre los metodos que alli se empleaban era bastante atroz. Sarah recordo estremecida la visita a la clinica Saint James, cercana a Paris, que habia realizado con Maurice du Gard hacia, al menos eso le parecia, una eternidad. A ojos de Sarah, la tenebrosidad y la tristeza de aquel centro eran insuperables, y eso que entre los expertos en Medicina tenia fama de ser una de las instituciones mas modernas y avanzadas de Europa.

Por muchas vueltas que se le diera, las perspectivas que se le ofrecian a Kamal no eran de color de rosa. El idilio que habian disfrutado durante su estancia en Yorkshire habia sido destruido de una manera brutal, el sueno de un amor pleno, al que se habian entregado plenamente, habia resultado ser una mentira.

A pesar de todo, Sarah no estaba dispuesta a abandonar.

Habia tenido que ver como le arrebataban sin poder evitarlo a dos personas a las que habia querido por encima de todo; no queria y no podria soportar que ocurriera de nuevo.

Lucharia.

Con todos los medios.

Capitulo 5

Diario personal de Sarah Kincaid

Milton Fox tenia razon. Teniendo en cuenta lo obvio de la cuestion, la

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