– Querida, ?de verdad tengo que explicarselo? -Fox hizo un gesto de desvalimiento con los brazos-. Usted es una dama de buena familia. En algunos circulos, su padre disfrutaba de la gloria de un heroe y le ha dejado todos sus bienes. Usted es inteligente y culta y, si me permite la observacion, muy atractiva.
– No veo que tiene que ver una cosa con otra -rezongo Sarah, impaciente.
– Bueno, puedo imaginar que algunas personas opinan que seria muchisimo mas adecuada a su posicion social una relacion con un joven britanico de buena familia que…
– ?Que que? -inquirio Sarah, mientras las palabras de Fox se hundian en su enfurecida mirada como el agua en la arena torrida del desierto-. ?Que un salvaje inculto? ?Piensa usted realmente igual que Lester?
– Bueno, yo… -Fox se sonrojo mientras se agitaba en su butaca-. Vera, Sarah, personalmente, no tengo nada en contra de Kamal. Pero no se puede negar que es diferente.
– Lo es -admitio Sarah-. Por eso mismo seguimos todos con vida, si me permite recordarselo.
– Naturalmente, querida… Pero eso no cambia el hecho de que el bueno de Kamal pertenece a otro mundo. A una cultura que, y eso puede afirmarse con toda la razon del mundo, es muy inferior a la nuestra.
Sarah suspiro.
Temblaba interiormente de ira ante tanta ignorancia y tanta estrechez de miras. Aquello la sublevaba y a su naturaleza rebelde le habria encantado enzarzarse en una discusion vehemente, pero no replico nada. Aunque la postura de Fox no le gustaba y en el fondo de su corazon lo consideraba un idiota, lo necesitaba si queria salvar a Kamal…
– ?Sabia usted que Kamal solo es medio tuareg? -se limito a preguntar entonces Sarah.
– ?Como debo interpretarlo?
– Su madre era inglesa -explico Sarah-. Kamal se crio aqui, por eso no solo conoce muy bien nuestra lengua, sino tambien nuestras costumbres.
– No… No lo sabia.
– Kamal considera que Inglaterra es su verdadera patria, Milton. Creo que eso dice mucho de el.
– Cierto… Pero ?por que no se quedo en Inglaterra? ?Por que regreso a Africa para vivir en medio de toda aquella suciedad y polvo?
– Porque, como todos nosotros, quiso conocer sus raices… Y porque tenia que suceder a su padre, que era un gran jefe de los tuaregs.
– Eso que dice suena muy bien, pero me temo que no se ajusta totalmente a la verdad -objeto Fox-. Segun nuestras informaciones, Kamal salio del pais porque tenia las manos manchadas de sangre, la sangre de dos soldados al servicio de la Armada real britanica.
– La sangre de dos asesinos -puntualizo Sarah-. Esos hombres atacaron antes a la novia de Kamal y la violaron brutalmente. Y no murio solo ella a consecuencia del ataque, sino tambien el hijo que llevaba en sus entranas. El hijo de Kamal.
– Puede que esa sea su version de los hechos -replico Fox-, pero no hay ninguna prueba de ello, al contrario. He ordenado que me trajeran las actas. El granadero real Samuel Tennant y el granadero real Leonard Albright fueron detenidos la noche de ese supuesto crimen y comparecieron ante el tribunal poco despues. Y Kamal fue el unico que los identifico como criminales. Los demas testigos…
– Los demas testigos estaban sobornados o eran tan estrechos de miras como la mayoria de la gente en este pais.
– ?Sarah! ?Como se le ocurre?
– El juicio estaba amanado. La prometida de Kamal era medio africana, igual que el. Estaba decidido desde el principio que dos granaderos reales blancos no acabarian en la carcel por una mestiza.
– Querida -se sublevo tambien sir Jeffrey, que hasta entonces apenas habia dicho nada-, ?tenga cuidado con lo que dice! Esta poniendo en duda la independencia de los tribunales…
– No por principio ni mientras ante esos tribunales se presenten personas de piel clara -contesto Sarah-. Sin embargo, en el caso de Kamal no puede hablarse de un proceso justo. Me conto que uno de los testigos se sonrio maliciosamente cuando leyeron la absolucion.
– Ningun sistema es perfecto -admitio Milton Fox-. Pero eso no le da derecho a Kamal a sentenciar por su cuenta a esos hombres despues de que un tribunal los dejara en libertad.
– ?Que se supone que hizo? -pregunto sir Jeffrey.
– Se le acusa de haber asesinado al granadero real Samuel Tennant de dos punaladas en el corazon en abril de 1869. Posteriormente, mutilo al granadero real Leonard Albright convirtiendolo en un pobre lisiado sin virilidad. Albright abandono el ejercito y se quito la vida medio ano despues de esos terribles sucesos.
– Muy caritativo -murmuro sir Jeffrey, y se le notaba cuanto lo sublevaba semejante barbarie.
– ?Seria su espanto tan considerable si Kamal fuera un caballero de la antigua escuela inglesa? -pregunto Sarah quedamente-. ?Si, en vez de ejecutar a los asesinos de su novia con un cuchillo y de noche, lo hubiera hecho al alba y con una pistola?
Ni sir Jeffrey ni Milton Fox respondieron nada. Pero la mirada atonita que intercambiaron fue muy elocuente.
– Con todos mis respetos, caballeros -susurro Sarah, que de nuevo tenia que luchar contra las lagrimas de rabia y desesperacion-, son ustedes unos hipocritas que miden con doble rasero. ?Y pretenden afirmar que, en estas condiciones, Kamal tendra un juicio justo en este pais?
– Bueno -murmuro Jeffrey Hull, tocandose avergonzado el cabello ralo-. Probablemente nuestra amiga tiene razon, Milton. Tal vez estamos un poco cargados de prejuicios…
– Puede que usted si, sir Jeffrey, pero yo no -opino Fox con convencimiento-. Como funcionario de Scotland Yard, los prejuicios son algo que no puedo permitirme. No discuto que se hayan cometido errores y, naturalmente, siento simpatia por Kamal y su causa. Pero, como parte del aparato judicial, estoy obligado a ser neutral. No puedo ayudarlo.
– Lo comprendo -dijo Sarah, asintiendo con la cabeza.
– No obstante -prosiguio el superintendente-, me ocupare de que la denuncia del inspector Lester contra usted no sea tramitada oficialmente, lo cual significa ni mas ni menos que nunca mas volvera a oir hablar del tema.
– Es… es muy amable. Gracias, Milton.
– Me gustaria poder hacer algo mas por Kamal y por usted, Sarah. Pero es imposible.
– ?No podria contarnos algo sobre la fuente de las informaciones? - pregunto sir Jeffrey-. ?Quien les dio las indicaciones decisivas? ?Como supo su gente el actual nombre de Kamal y donde se encontraba?
– Lo siento, sir Jeffrey, no estoy autorizado a dar esa informacion.
– ?Maldita sea, joven! -vocifero el consejero real, en un inusual arrebato de temperamento juvenil que a Sarah le recordo un poco a su padre-. ?Aun no ha comprendido lo que esta en juego? Si el peso de la ley cae sobre Kamal, acabara en el patibulo o encerrado para siempre en presidio. Le debemos la vida a ese hombre, Milton, ?no deberia olvidarlo!
– No lo olvido -aseguro Fox, y de nuevo se agito en su butaca, revolviendose como una anguila, eso si, bastante corpulenta-. La cuestion es que el reglamento…
– Olvide el reglamento esta vez, y haga lo que le aconseja el corazon.